Continúan algunos dirigentes políticos y sociales,
pregonando como soluciones a una crisis del siglo XXI fórmulas del siglo XIX y
principios del XX, aún cuando los más recientes son los ejemplos de Escocia y
Cataluña, ese tipo de discurso
ultranacionalista han llevado a los gobiernos de sus estados a varios grupos
políticos (Finlandia, Austria, Holanda, etc.), habiendo olvidado los ciudadanos
que los votaron cuales fueron las consecuencias cuando esas fórmulas triunfaron.
Hace ya algunos años reflexione sobre el tema y
parece que conviene rescatar lo que entonces escribí:
Mantenía Aristóteles que para estudiar y fijar una
idea abstracta era necesaria una imagen. La ciencia social que Aristóteles
desarrollo, hace 2.300 años, es aún hoy el útil mas avanzado del que disponemos
para controlar las ciencias aplicadas del
siglo XXI, dicho esto con muchos matices, parece evidente que existe la
necesidad de una evolución rápida que modernice el útil.
Desde el respeto hacia los que tienen necesidad para
confirmar su identidad mediante vínculos convencionales, tan básicos como los
símbolos (para las religiones y los nacionalismos son parte indispensable), yo
me encuentro entre los que sostenemos que esa atadura atávica es algo a superar,
desde la razón, ya que desde los sentimientos primarios que desatan no es
posible.
Algunos no necesitamos para sentirnos, gallegos,
españoles, europeos y ciudadanos del mundo, simultáneamente, más que nuestra
voluntad y un modesto conocimiento de la historia. Es más, creemos que las
banderas, escudos, signos y demás simbología son respetables, si sirven para
unir voluntades y forjar convivencia, y absolutamente prescindible si se
utilizan para la división y el enfrentamiento.
Quizá algo ingenuamente, entendemos que las lenguas,
los idiomas, son instrumentos de comunicación, y que su uso como elemento de
imposición de culturas es algo rechazable, tanto si los que así los utilizan lo
hacen desde una mayoría, como si se hace desde una minoría, lo que aún es peor.
Lo que sirve para identificarnos y distinguirnos de
los demás tiene que estar supeditado al bien común; los derechos individuales y
colectivos deben de aplicarse a las personas, antes que a los territorios, y para diferenciarse es
preferible, antes que un signo físico, una condición humana, como por ejemplo
la condición de quien vive de su trabajo diferencia a la mayoría de los
humanos, de la condición de la minoría que vive de explotar y manipular a los
otros.
Con la misma autoridad, como mínimo, con que algunos
confrontan en base a haber nacido (siempre casualmente) en un territorio, se
puede afirmar que no es más gallego, catalán, alemán o guineano quien nace, que
aquel que voluntariamente quiere serlo.
Isidoro
Gracia
1 comentario:
Guereñu dijo: por cierto que el caso de Escocia es de pega, porque los independentistas quieren permanecer bajo el paraguas de la monarquía británica (sin duda por los beneficios de Conmonwealt) en la libra esterlina y con el ejército británico... ¿Que tipo de independencia es esta?
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