jueves, 5 de diciembre de 2013

DE SIMBOLOS E IDENTIDADES.


Continúan algunos dirigentes políticos y sociales, pregonando como soluciones a una crisis del siglo XXI fórmulas del siglo XIX y principios del XX, aún cuando los más recientes son los ejemplos de Escocia y Cataluña,  ese tipo de discurso ultranacionalista han llevado a los gobiernos de sus estados a varios grupos políticos (Finlandia, Austria, Holanda, etc.), habiendo olvidado los ciudadanos que los votaron cuales fueron las consecuencias cuando esas fórmulas triunfaron.

Hace ya algunos años reflexione sobre el tema y parece que conviene rescatar lo que entonces escribí:

Mantenía Aristóteles que para estudiar y fijar una idea abstracta era necesaria una imagen. La ciencia social que Aristóteles desarrollo, hace 2.300 años, es aún hoy el útil mas avanzado del que disponemos para controlar las ciencias aplicadas del  siglo XXI, dicho esto con muchos matices, parece evidente que existe la necesidad de una evolución rápida que modernice el útil.

Desde el respeto hacia los que tienen necesidad para confirmar su identidad mediante vínculos convencionales, tan básicos como los símbolos (para las religiones y los nacionalismos son parte indispensable), yo me encuentro entre los que sostenemos que esa atadura atávica es algo a superar, desde la razón, ya que desde los sentimientos primarios que desatan no es posible.

Algunos no necesitamos para sentirnos, gallegos, españoles, europeos y ciudadanos del mundo, simultáneamente, más que nuestra voluntad y un modesto conocimiento de la historia. Es más, creemos que las banderas, escudos, signos y demás simbología son respetables, si sirven para unir voluntades y forjar convivencia, y absolutamente prescindible si se utilizan para la división y el enfrentamiento.

Quizá algo ingenuamente, entendemos que las lenguas, los idiomas, son instrumentos de comunicación, y que su uso como elemento de imposición de culturas es algo rechazable, tanto si los que así los utilizan lo hacen desde una mayoría, como si se hace desde una minoría, lo que aún es peor.

Lo que sirve para identificarnos y distinguirnos de los demás tiene que estar supeditado al bien común; los derechos individuales y colectivos deben de aplicarse a las personas, antes que  a los territorios, y para diferenciarse es preferible, antes que un signo físico, una condición humana, como por ejemplo la condición de quien vive de su trabajo diferencia a la mayoría de los humanos, de la condición de la minoría que vive de explotar y manipular a los otros.

Con la misma autoridad, como mínimo, con que algunos confrontan en base a haber nacido (siempre casualmente) en un territorio, se puede afirmar que no es más gallego, catalán, alemán o guineano quien nace, que aquel que voluntariamente quiere serlo.

 
 Isidoro Gracia

1 comentario:

FUNDACIÓN LUÍS TILVE dijo...

Guereñu dijo: por cierto que el caso de Escocia es de pega, porque los independentistas quieren permanecer bajo el paraguas de la monarquía británica (sin duda por los beneficios de Conmonwealt) en la libra esterlina y con el ejército británico... ¿Que tipo de independencia es esta?