sábado, 7 de diciembre de 2013

Hambre

Ya es miserable la condición humana, con los avances tecnológicos y la producción de alimentos exponencial que se ha dado en el último siglo, para mantener a 868 millones de personas que pasan hambre en 2012 (datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). ¿Que objetivos del milenio se van a cumplir cuando una necesidad básica como es la alimentación no está garantizada para tantos millones de seres humanos? Téngase en cuenta que hay otros muchos millones de personas que no pasan hambre crónica, pero sí pasan hambre en determinados momentos del año. 

La FAO considera personas subnutridas o con hambre crónica a las que no consumen a diario la cantidad de calorías necesarias para realizar una actividad ligera y mantener un peso mínimo aceptable respecto de su estatura. La cifra de referencia es 1.800 kilocalorías por persona y día, aunque esta cantidad debe modificarse según se trate de unas edades u otras, el tamaño corporal, el nivel de actividad y las condiciones fisiológicas: enfermedades, infecciones, embarazos, lactancias... En algunas regiones del planeta la situación se agrava, pues de los 868 millones de personas que pasan hambre crónica, 852 millones se encuentran en los países subdesarrollados, sin que existan políticas suficientes entre los países desarrollados como para combatir eficazmente esta situación. Prima la competitividad, la productividad sin miramientos y otros abusos.

El hambre se concentra en Asia meridional y en África subsahariana, aunque la "prevalencia de la subnutrición" es mucho mayor en África subsahariana. La próspera y contradictoria Europa, con sus políticas liberales o socialdemócratas, según los casos, no ha conseguido combatir esta lacra a pesar de que del África subsahariana obtuvo recursos durante más de un siglo para alimentar su industria y otras actividades económicas. El tanto por ciento de personas subnutridas entre 2010 y 2012 es como sigue: 

África subsahariana: 26,8%
Caribe: 17,8%
Asia meridional: 17,6%
Oceanía: 12,1%
Asia oriental: 11,5%
Asia sudoriental: 10,9%
Asia occidental: 10,1%
América latina: 7,7%
Cáucaso y Asia central: 7,4%
África del norte: 2,7%

El exceso de población en Asia meridional y oriental explican los porcentajes tan elevados, pero también de allí salen la mayor cantidad de productos alimenticios que, sin embargo, no van dirigidos a quienes los necesitan, sino a la rapiña de compañías comerciales transnacionales. Australia no cumple con el papel de potencia regional en Oceanía, como tampoco Irán ni Arabia Sudí, por mucha renta del petróleo que entre en sus cuentas. El emergente Brasil no ha podido todavía combatir el hambre en su propio territorio, lo que quiere decir que se ha perdido mucho tiempo antes de los gobiernos de Cardozo, Lula y Rouseff. Vergüenza debieran sentir -por lo menos- las autoridades norteamericanas y canadienses, de que en el Caribe se den tasas de hambre tan elevadas, con sus excedentes cerealísticos que se comercializan con unas plusvalías de escándalo, con barreras comerciales que impiden a productos africanos ser vendidos en el gran mercado norteamericano.

Todo esto quiere decir -y no solo- que las organizaciones internacionales (ONU, Banco Mundial, FMI) no están cumpliendo el papel de justicia que debieran, que tienen muchos funcionarios muy bien pagados pero que los graves problemas que tiene planteados la humanidad (básicos en este caso) siguen sin encontrar solución; pero la solución está a la vuelta de la esquina. Otra cosa es querer afectar a los especuladores y grandes capos de la economía para favorecer a seres humanos que pasan hambre. Hoy por no, no se quiere.

L. de Guereñu Polán.

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