lunes, 16 de diciembre de 2013

Los que elogiaron a Mandela

Con motivo del fallecimiento del lider sudafricano han sido muchos los dirigentes políticos que han creído conveniente salir a la palestra pública elogiándolo, pero no todos, ni mucho menos, han seguido, ni siguen, ni piensan seguir su ejemplo. 

Empezando por el Presidente del Gobierno español, hipócrita donde los haya, que mantiene en su partido una política segregacionista con respecto a gitanos, rumanos y, en general, europeos del este, norteafricanos y subsaharianos, con la disculpa de que ocasionan problemas de orden público y casos de delincuencia. Habrá delincuencia mientras haya injusticia y segregación, y aún elimiando estas lacras habrá delincuencia de la que más hace sufrir, la de los poderosos banqueros y especuladores. Así el alcalde de Badalona, junto con la dirigente del PP catalán, señora Camacho, han participado en campañas contra las minorías nacionales, étnicas y de cualquier tipo en las zonas más industrializadas y que tienen las mayores tasas de inmigración. Y desde las filas del Partido Popular se ha jaleado esta política segregacionista, negando la tarjeta sanitaria a los inmigrantes ilegales, como si fuesen perros sarnosos. 

No voy a dar pábulo a demagogia alguna: sé que la política de inmigración de todo país tiene planteados problemas de envergadura que están relacionados con los derechos humanos, la economía y la convivencia, pero desde las más altas instancias políticas no se deben alentar actitudes xenófobas, racistas y segregacionistas. 

Lo que ocurre en España ha ocurrido en Francia con el Presidente Sarkozy y con el actual, señor Holande. Una Francia que ha sido ejemplo como país de acogida se ha vuelto en los últimos años contra esa política humanitaria y asumible por una sociedad madura y democrática. Hay miedo al espantajo de la extrema derecha, que azuza la bandera de la xenofocia para ganar unos cuantos votos. Los partidos democráticos, y la izquierda en particular, han de plantear soluciones a los problemas derivados de una inmigración numerosa, de los roces que provoca la convivencia de personas cuyas culturas son distintas. Los partidos de izquierda no pueden hacer seguidismo al capitalismo que expulsa a las minorías o las explota inmisericordemente. De igual manera que en su momento se desterró el concepto de beneficencia para abrazar el de servicios sociales, estos hay que extenderlos a esa población sufrida y que necesita integrarse en el mundo occidental, a donde ha llegado con una esperanza quizá vana.

Reino Unido, tanto con partidos conservadores como laboristas en el Gobierno, también ha practicado la xenofobia de más o menos alcance; e igualmente Italia, sobre todo durante la etapa triste y corrupta del señor Berlusconi, apoyado por los dirigentes de la Liga Norte y de un neofascismo que ha pretendido años atrás lavarse la cara: pero no, con negros, judíos, gitanos, europeos del este, subsaharianos, etc. el fascismo vuelve a sus orígenes, a la exclusión, a la barbarie. 

Mugabe el asesino, Rajoy el contemporizador y escurridizo presidente, proclive a no dar la cara, siempre rodeado de delincuentes, han aprovechado la ocasión para subirse al carro de la alta personalidad de Mandela; como lo han hecho cientos de dirigentes políticos del mundo. Pero no nos engañemos: serán verdaderos seguidores de Mandela, émulos de sus políticas de igualdad, partidarios de la convivencia humanitaria, los que prediquen con el ejemplo, no los que digan unas cuantas palabras complacientes para, al dia siguiente, poner cuchillas en las alambradas, segregar a alumnos gitanos en centos de enseñanza elegidos a propósito, negar los más elementales auxilios a quien, estando enfermo, los necesita. No es el Partido Popular el ejemplo a seguir cuando hablamos de Mandela y sus valores, es justamente el ejemplo a rechazar, a cambiar por unos ideales que están en las antípodas de las del señor Rajoy y su parentela política.

L. de Guereñu Polán.

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