domingo, 12 de enero de 2014

La trama Gürtel se va de boda



Parece no haber duda de que los españoles vivimos bajo la permanente amenaza y gobierno de una banda criminales con implicaciones políticas y económicas que tiene atenazado al país, el cual no logra desembarazarse de la ponzoña moral en la que se encuentra.

Son tantos los casos de corrupción entre los banqueros, políticos, empresarios, intermediarios, conseguidores, defraudadores del fisco, etc. que no puede recordarse situación ni parecida en toda la corta historia de la actual democracia española. Para que esta situación cambiase (a bien, claro) sería necesaria una promoción de políticos honestos que pusiese al país del revés, concitase el más amplio consenso entre la ciudadanía y llevase a cabo leyes draconianas y expeditivas. No es posible que exista dicha promoción de políticos (en las más altas magistraturas del Estado, en los Ayuntamientos, etc.) si no están imbuidos de la idea de generosidad y desprendimiento que parte del país demanda: renunciar a privilegios, someterse a salarios modestos, perseguir con denuedo el fraude fiscal, cuestionar el estatuto que une a España a la Unión Europea –en lo que nuestro país no estaría solo- conectar con los movimientos cívicos, que han planteado una serie de reivindicaciones, en los últimos años, de gran interés, por más que otras no sean más que un brindis al sol.

La trama de corruptos que están relacionados con el vocablo Gürtel existía con anterioridad, pero se consolidó con motivo de cierta boda que, de acuerdo con la inspiración de la citada trama, se llevó a cambo con toda la pompa y el oropel (porque en el fondo todo estaba podrido) que presidió cierto personaje en cuyas mayos estuvo el país durante ocho años.

Ataques a la independencia del poder judicial, utilización del Consejo del Poder Judicial con fines de la más baja política (cuando creo que dicha institución es totalmente prescindible), dar la callada por respuesta a los múltiples casos de corrupción que se dan en el partido que gobierna España, en cuyo cometido es maestro el actual Presidente del Gobierno, mentir hasta la saciedad y el hartazgo de la ciudadanía, reparto indiscriminado de millones entre unos cientos de familias con burla y escarnio para el pueblo trabajador…

Con motivo de la pésima gestión de la crisis económica que llevó a cabo el Gobierno socialista del señor Zapatero, la derecha sociológica del país se unió como una piña hasta alcanzar casi once millones de votos en 2011. Parte de la izquierda se retrajo y dejó a sus partidos con una representación muy disminuida en el parlamento, por más que dichos partidos –con los sindicatos que les pueden ser más o menos afines- estaban también recogiendo las migajas del despojo: sindicalistas consejeros que no se enteraban o se enteraban pero preferían cobrar los pingües sueldos que les daba este banco o aquella caja de ahorros…

Pero al comenzar el año 2014 parece que esa unidad de la derecha sociológica se ha resquebrajado: en primer lugar en Cataluña y las provincias vacas, donde sus derechas respectivas tienen amplio poder en dichas comunidades. En segundo lugar porque determinadas medidas del Gobierno han escandalizado a tirios y troyanos (además del flagrante incumplimiento de su programa electoral). El ciudadano conservador medio, en España, quiere orden, no quiere que se mienta desde el Gobierno una y otra vez, no quiere ver –creo yo- que la Secretaria General del partido que gobierna salga a la palestra pública una y otra vez a mofarse de la ciudadanía; cierto elector de derechas no quiere ver como nuestro país es el hazmerreír de Europa y de otros países que están al tanto de las andanzas de un rey y parte de su familia, de un Presidente y parte de su Gobierno, de un partido, que están emponzoñados hasta la médula de corrupción y enriquecimiento ilícito.

La izquierda, en general, no tiene ideas. Está sin norte, esperando un resbalón del contrario para volver al poder político y encontrarse con un poder económico que está en la cresta de la ola dictando sus exigencias, sometiendo a los pequeños ahorradores, a los pequeños empresarios, a los autónomos, defraudando al fisco y llevándose los capitales a paraísos, arruinando al país en beneficio propio. La diferencia de renta entre españoles se ha distanciado escandalosamente, la diferencia de recursos entre comunidades autónomas también. La gestión de los intereses públicos se ha llevado a cabo, en los últimos dos años, con venalidad y contra dicho interés público, a favor de empresas privadas relacionadas con los que están en el poder y con los que han estado (ejemplos de ministros socialistas que están ahora aprovechándose de la notoriedad que adquirieron no faltan).

Si es cierto que un país tiene el gobierno que se merece, tiene los jueces que se merece, tiene los políticos que se merece, ¿no vamos a tener la esperanza de que de los movimientos cívicos, de los partidos existentes y por existir, salga una promoción de mujeres y hombres comprometidos que no pasen ni una, que sean intransigentes ante la corrupción, la burla y la miseria? Debieran los actuales dirigentes políticos pensar si sería bueno renunciar a las luchas mezquinas por este o aquel sillón y facilitar, no sin las cautelas que sean necesarias, el acceso a los que van a la política con la mayor de las generosidades, no están relacionados con poder económico alguno y quieran cuestionar todo lo que sea necesario para que la actual situación se corrija cuanto antes. Creo que no será posible volver a un país normalizado moralmente hasta por lo menos una década más tarde, pero podríamos empezar ahora ya a poner las primeras piedras.

L. de Guereñu Polán.

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