sábado, 18 de enero de 2014

Más sobre la transición a la democracia en España

En 1841 (hace tres cuartos de siglo) el Congreso de los Diputados declaró "beneméritos de la Patria a los emigrados que durante la última época de absolutismo entraron en España a restablecer la libertad", aprobando a continuación la correspondiente ley sobre este asunto. Se trataba de la lucha que algunos habían llevado a cabo entre 1823 y 1833 contra la monarquía absoluta del rey FernandoVII. Tras la guerra civil que siguió a su muerte, las Cortes Españolas, pues el Senado también participó en la aprobación de la ley, reconocieron los méritos de los luchadores en favor de la libertad. Nada de esto ocurrió en España tras la muerte del dictador Franco.

Cierto que la transición a la democracia en España a partir de 1975 quizá no pudo ser de otra manera, sobre todo por el aborregamiento en que estaba sumida la población en su conjunto. Un ejército que todavía no se había depurado (en realidad nunca lo fue) vigilaba por si alguien se desmandaba, pero si se hubieran producido movilizaciones masivas en el campo y en la ciudad, en la Universidades y en las fábricas, si la actitud de la población hubiese sido muy otra, quizá el ejército no hubiese sido uitilizado para el correspondiente baño de sangre. No fue así y nada más que decir sobre ello.

En 1841 se honró mediante ley a los que "hayan perdido sus vidas en un patíbulo durante la misma época", así como a "los que hayan sido procesados, presos y acusados de muerte por causas de conspiración directa o sublevación en favor de la libertad...". Por contra se declaró "infieles" a los que se condujeron para "sostener el gobierno absoluto de la mencionada época o a favorecer la rebelión de D. Carlos" (en referencia al pretendiente que ocasionó la guerra civil de 1833). 

Por la ley de 1841 se ordenó que en todas las Diputaciones y Ayuntamientos se fijasen lápidas con los nombres de "los naturales de la provincia que hayan muerto por defender la libertad". Aquellos diputados y senadores, imbuidos de un ideal cuya práctica no estaba aún asegurada en España, pertenecían todos ellos a las clases pudientes de la sociedad, pero al mismo tiempo eran en su mayoría personas ilustradas. Allí estaban condes, marqueses, arzobispos, terratenientes, propietarios de la más variada condición, financieros, el conde de Valcecañas, el marqués de Gaudalcázar, el Duque de Zaragoza, el Barón de Salillas, un Espinosa de los Monteros, un Ladrón de Guevara y el arzobispo de Toledo -entre otros- Juan José Bonel y Orbe. A estos hombres les cupo, de grado o forzadamente, honrar a los que habían luchado por la libertad.

Durante la transición a la democracia en España nada de esto ocurrió porque el país que dejó la dictadura era un montón de atraso y miseria, apartados como estábamos del mundo, regidos por curas y soldados, atados de pies y manos hasta que los herederos del régimen abrieron la mano con no poco riesgo, como se demostró en 1981. 

L. de Guereñu Polán.

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