lunes, 3 de febrero de 2014

Un estúpido en toda regla

Podría incluso decirse que el primer delincuente que tiene el país es el Presidente del Gobierno. En todo caso es un estúpido, un necio en toda regla. ¿Como se atreve a acusar de lo que no es culpable al Secretario del Partido Socialista, señor Pérez Rubalcaba, de la situación en la que se encuentra España y más en concreto unos diez millones de españoles excluidos de los más elementales derechos en relación al bienestar? Solo alguien que está en las antípodas de la honradez, alguien que está emponzoñado hasta la médua en casos de corrupción, consintiéndolos, alentándolos, es capaz de tamaño desafuero.

Ya cuando era Presidente de la Diputación de Pontevedra, el actual Presidente del Gobierno se valió de delincuentes comunes (prevaricadores, contrabandistas y gente de esta calaña) para gobernar y auparse al poder político. Se paseaba por Pontevedra con cierto aire de señorito que no tenía que dar cuentas a nadie porque de todo se ocupaba papá. Mientras tanto gobernó la provincia de Pontevedra con un total desprecio por la legalidad, en connivencia con alcaldes y concejales sin escrúpulos, como él, destinando los recursos públicos -que ninguna Diputación recauda- para los amigos y adláteres. 

Una vez en el Gobierno de la nación pasó por alto a delincuentes comunes como los señores Bárcenas, Matas, Sepúlveda, Fabra, Camps, Naseiro, Crespo y cientos de alcaldes que están en los banquillos de los acusados ante los Tribunales de Justicia. Él mismo ha cobrado dinero negro como se demuestra por las cuentas publicadas de la contabilidad B de su partido, un partido que no se entiende sin la delincuencia y sin las actividades mafiosas. Ampara a personas que perciben varios sueldos del erario público como la señora Cospedal, como el señor García Escudero; silencia o es cómplice de casos de corrupción manifiestos, se comporta como un gran capo que es capaz de amparar a toda la maraña de corrupción en la que se basa su partido. 

El Presidente del Gobierno no tiene escrúpulos, miente, consiente la delincuencia, legisla para que esta quede impune, como en el caso de las limitaciones a la justicia universal, que van a impedir la lucha contra el tráfico de drogas; por cierto, los narcotraficantes son la base de las finanzas de su partido, sus agentes electorales, como lo son empresarios y banqueros que han demostrado la comisión de delitos y faltas en materia de contratación de trabajadores, donaciones ilegales y otras tropelías. El Presidente del Gobierno deja pasar los graves problemas que padece España a la espera de que el temporal escampe. Pero la política no es como la naturaleza: los seres humanos sufren aunque el Presidente quiera ignorarlo, aunque el Presidente y sus secuaces estén dedicados a llenarse los bolsillos de dinero sin más miramientos.

En su gobierno tiene varios casos de ministros incriminados, otros son sospechosos con fundamento de acciones ilegales, otros han tomado decisiones claramente lesivas para la ciudadanía; en las comunidades autónomas donde gobiernan sus correligionarios son legión los que están acusados de delitos graves, los que han usado los caudales públicos para su enriquecimiento personal, los que han administrado mal los recursos aportados por los ciudadanos. El Presidente está amparado por la lentitud de la Justicia, una Justicia que se ha prestado en ocasiones a sus manejos, como es evidente en los casos Garzón y Silva; como es evidente en los casos de los fiscales que juegan el papel de abogados defensores de los delincuentes ya convictos o de presuntos delincuentes. 

El Presidente del Gobierno ha aprovechado una puesta en escena de su partido -un partido podrido y emponzoñado en las peores artes- para acusar al Secretario del Partido Socialsita de la situación que vive España. Mientras, el señor Rubalcaba ha pasado por varios cargos de alta responsabilidad sin que se le haya podido decir ni "mu" en materia de honestidad, ha conseguido el fin de la violencia etarra sin presumir de ello, mientras el actual Presidente utilizaba la lucha contra el terrorismo para hacer política electoral: ¡miserable!. El día en que España se libre de personajes de la calaña del actual Presidente el país habrá dado un paso de gigante: persistirán quizá los problemas, una sufrida población seguirá empeñada en buscar la justicia, las altas magistraturas del Estado serán ocupadas por unos o por otros, pero ya no por alquien que se ha prestado a las más inicuas prácticas. 

Si el país está escandalizado por el grado de corrupción a que hemos llegado no ha sido por accidente: ha sido porque ha habido quienes, estando interesados en que así fuese, no han movido un dedo para cambiar la penosa situación que ya se percibe en todo el mundo. Cabe decir sin rubor que el Presidente es, en España, el primer delincuente. 

L. de Guereñu Polán.

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