lunes, 24 de marzo de 2014

22-M

Tengo a la vista el manifiesto unitario de los manifestantes en Madrid del pasado 22 de marzo: "no al pago de la deuda, ni un recorte más, fuera los gobiernos de la troika, pan, trabajo y techo para todos y todas". Excepto lo de negarse a pagar la deuda, que conduciría a España a su exclusión de la economía mundial, lo demás parece muy razonable. Más adelante se hace referencia a la reforma del artículo 135º de la Constitución, acusando al Partido Socialsita, cuando el Gobierno de dicho partido se ajustó estrictamente a la legalidad y se hacía absolutamente necesario limitar el gasto de las diversas administraciones, que llevadas de un descontrol desmedido, estaban hundiendo institucionalmente al Estado: se trata de de que "los créditos para satisfacer el pago de intereses y capital de la Deuda Pública del Estado se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de los presupuestos y no podrán ser objeto de enmienda o modificación mientras se ajusten a las condiciones de la ley de emisión". No se podrá atender a las necesidades de las personas mientras España tenga una deuda monumental, pero esto no quiere decir que el pago de esta deuda deba ser una prioridad ante las necesidades del gasto social, lo cual depende de quien gobierne y de las ideas sociales que sostenga.

En otro orden de cosas, ateniéndome a la cifra de manifestantes que han dado fuentes fiables, cincuenta mil personas parecen pocas, lo cual quiere decir que los que se manifiestan en España (nos manifestamos) cada vez que esto ocurre, son los mismos y ello no debe dar una imagen de que el clima de protesta está generalizado. Otra cosa es la protesta en el bar o en el corrillo de barrio. La derecha mientras tanto está agazapada disponiendo de datos que demuestran que no todo está perdido para ella: cuenta con el apoyo de la Iglesia, de la banca, de las corporaciones industriales, de muchos medios de comunicación, de cierta meritocracia hispana que ha hecho sus delicias durante siglos... 

Si el número de manifestantes el 22-M no fuese tan bajo y se pudiese admitir que llegaron al doble (100.000) aún así, para ser una manifestación convocada en toda España, no estaríamos ante un hito, sino ante un importante acontecimiento de alcance limitado. Las fuerzas del orden, mal dirigidas por un ministerio que no sabe lo que es garantizar las libertades de las personas, han incurrido en algunos abusos, pero no parece que muchos a tenor de la existencia de unos pocos gamberros violentos (no radicales, que es otra cosa) que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, fueron a jorobar tanto a los miles de manifestantes honestos como a las fuerzas del orden que nos defienen una y mil veces. 

Un análisis que creo correcto es que el conjunto de los manifestantes del 22-M no obedecen a unos mismos objetivos: en unos casos la intencionalidad es más bien social, en otros política (ambas legítimas) en otros casos no se trata de posiciones maximalistas, lo contrario de lo que algunos líderes cívicos quieren ver, y en general puede decirse que los manifestantes del 22-M seguramente votarán a todo el espectro político español casi en la misma proporción que indican las encuestas, por muy separadas que estén estas de las elecciones generales, para las que todavía falta año y medio (si no ocurre algo que me gustaría, y es que este gobierno no aguantase toda la legislatura). 

Debe tenerse en cuenta -para explicarnos el que no hubiese, por ejemplo, un millón de personas en la manifestación- que la convocatoria estaba hecha por grupos heterogéneos sin programas unitarios, con posiciones muy diversas y vagas en muchos casos. ¿Y si se hubiese sumado a la convocatoria el Partido Socialista, por ejemplo? Quizá los organizadores cívicos no se lo hubiesen permitido, quizá sí, pero quizá también un número determinado de manifestantes no hubiese acudido. Todo un enigma. La verdadera lectura de la importancia del 22-M estará en las próximas elecciones generales, las verdaderamente significativas porque deciden quien gobernará el país después de este desastre; lo demás son espejismos en los que conviene no caer.

L. de Guereñu Polán.

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