lunes, 24 de marzo de 2014

Rusia no es Irak

En agosto de 1990 el ejército irakí invadió Kuwait, seguramente en una acción de Sadam Hussein por reivindicarse ante su pueblo y arrebatar al pequeño país (hechura del colonialismo) el petróleo tan abundante en la región. Irak había librado una dura y larga guerra contra los chiíes de Irán y debía pagar una enorme deuda. Entonces la bravuconería del Presidente Bush (padre) y el resto de occidente, en una lógica que tuvo toda la legalidad, pues estuvo amparada por la ONU, invadieron Irak y comenzó lo que luego se conocería como primera guerra del Golfo. 

Ahora se ha producido la anexión de Crimea por parte de Rusia, pero ninguna bravuconería (aunque verbalmente sí la ha habido) se ha atrevido con el gigante euroasiático. Si en vez de Rusia hubiese sido Irak u otro pequeño país el agresor, las cosas se habrían desencadenado de otra manera. En el año 1992, en medio de la desintegración de la URSS, Ucrania firmó un acuerdo de secesión con ciertas condiciones, una de las cuales era garantizar los derehos de la minoría rusa allí donde se encontrase, entre otras regiones en Crimea, de ahí que contase con un Parlamento autónomo que ha decidido, en una acción ilegal, declarar unilateralmente su adhesión a Rusia. Si no fuese porque muy cerca estaba el poderoso ejército ruso tal hecho no se hubiera producido o no hubiese tenido valor fáctico alguno.

Al populista Putin le faltó tiempo para recordar a occidente -y con razón- que este había reconocido a Kosovo cuando se separó -también unilateralmente- de Serbia, aliada tradicional de Rusia (hermandad eslava de por medio). Ciertamente, Alemania y otros países de la Unión Europea se apresuraron a reconocer a Kosovo para meter la nariz en los Balcanes por un procedimiento que recuerda tiempos muy antiguos y no tan antiguos. España no reconoció a Kosovo entre otras razones porque estaba candente el problema vasco en nuestro país. 

La ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y occidente en general no tienen ahora respuesta (y menos unánime) para condenar la acción de Rusia, clara violación del derecho internacional, pues si se empieza por no respetar la integridad de los estados-nación apaga y vámonos. Hitler viene aquí a cuento aunque solo sea porque también inició una escalada de ocupaciones territoriales que desembocaron en la segunda guerra mundial. Seguramente la anexión de Crimea por Rusia no desencadenará un conflicto de tal magnitud, pero queda para el futuro ver las consecuencias de esto. Por lo de pronto cabe distinguir entre los protagonistas: si el invasor es un pequeño país que dispone de petróleo se le invade; si es una gran potencia militar, no.

Obviamente no estoy abogando por acción militar alguna contra Rusia, pero sí poniendo de manifiesto la debilidad del derecho internacional y el enorme despiste de los dirigentes mundiales ante conflictos que pueden parecer pequeños pero que podrían degenerar en grandes. En primer lugar la U.E. no ha actuado conjuntamente, lo que no debe extrañar a nadie porque es lo que suele hacer. En segundo lugar no hay un liderazgo en Europa para atajar problemas de esta naturaleza, inmersos como están los dirigentes políticos de cualquier ideología en asuntos domésticos. En tercer lugar Estados Unidos ha demostrado que no tiene unos servicios de "inteligencia" como presume, pues la CIA, una vez más, no previó el caso que aquí comento. 

Los rusos de Ucrania, de Rusia y de cualquier otro estado debieran preocuparse, porque podría ocurrir que a quien ahora aplauden, a un despótico Putin sin ideología como no sea el nacionalismo y la alianza con las mafias rusas del dinero, tendrían más tarde que demandarle romper unas reglas de juego que ya jugaron un papel protagonista en otras muy tristes y trágicas horas de la historia. La veda se ha abierto: cualquier potencia, siempre que lo sea, puede anexionarse un territorio de soberanía ajena. Estados Unidos lo ha hecho a mediados del siglo XIX y luego se ha dedicado a invadir países, desde América hasta Asia. Parece que no hemos aprendido nada. 

L. de Guereñu Polán.

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