miércoles, 19 de marzo de 2014

¡ES EL TRABAJO Y EL PARO ESTÚPIDOS!

¡
Con el mayor respeto a todos y cada uno de quienes integran el Congreso de los Diputados y otras instituciones y foros de representación política, parafraseo con el título a Bill Clinton cuando le espetó a George Bush padre aquella famosa frase de ¡es la economía estúpido!, y lo hago para intentar provocar, llamar la atención, no cerrar los ojos ante el drama del paro en nuestro país.

Es muy mal síntoma, y hasta una auténtica vergüenza, la escasa atención que en el debate sobre el estado de la nación celebrado recientemente ha merecido la apremiante y angustiosa situación del desempleo y sus principales consecuencias: el crecimiento de la pobreza, la desintegración social, y la descomposición del tejido económico del país. Para colmo, en plena melopea triunfalista, y buscando quizá  titulares tras los que ocultar la ausencia de medidas serías para hacer frente al desempleo, el Presidente del Gobierno se permite anunciar muy serio algo que en medio de la gravedad del asunto, parece un chiste, una broma de mal gusto. Sus medidas de una “tarifa plana” de 100 euros a la seguridad social para los nuevos contratos indefinidos que supongan un aumento de plantilla, y la exención de pagar el IRPF a quienes cobren menos de 12.000 euros al año, medidas estas que ni van a crear nuevos puestos de trabajo, ni a reducir la precariedad, ni a corregir la gravedad de la situación fiscal. En todo caso reducirán los ingresos de la seguridad social, y las pensiones futuras de los trabajadores.

De malos diagnósticos no pueden surgir soluciones. Tal como llevan anunciando los sindicatos y expertos solventes, las reformas laborales, los despidos fáciles y baratos, los recortes, las privatizaciones, las rebajas salariales, la congelación de las pensiones, el capado de la negociación colectiva, etc., lejos de servir para crear empleo, han traído consigo recesión económica y más y mas paro. Las verdaderas beneficiadas han sido tal vez las multinacionales instaladas en España y dedicadas a la exportación, que han reducido plantillas, salarios y cotizaciones sociales, ganando así  “competitividad”. Sin negar la importancia de estas empresas, la economía española es mucho mas, muchísimo mas.

Sabido es que cada año, y en los diversos sectores, nacen y mueren miles de empresas. En los últimos años sin embargo son muchas más las que mueren y desaparecen que las que nacen. Entre el 2008 y el 2013 el saldo supuso la desaparición  de 275.000 empresas en España. Según datos del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, las 3.195.210 que quedan en España se distribuyen así según su tamaño:

-          Microempresas sin asalariados, 1.763.120 (55,2%).
-          Microempresas con 1 a 9 asalariados, 1.286.587 (40,3%)
-          Pequeñas empresas, con 10 a 49 asalariados, 121.601 (3,8%)
-          Medianas empresas, con 50 a 250 asalariados, 20.108 (0,6%)
-     Grandes empresas, con mas de 250 asalariados, 3.794 (el 0,1%). Un buen número de estas empresas son multinacionales instaladas en España.

De lo anterior se concluye algo también sabido y obvio: que el 95,5% de las empresas españolas tienen menos de 10 trabajadores, y que solo un 3,8% de las empresas tiene entre 10 y 50 asalariados, y que ambos grupos representan el 99% del tejido productivo del país, de manera que reactivar este tejido es lo prioritario e imprescindible para crear empleo.

Por su parte, la Encuesta de Población Activa correspondiente al 4º trimestre del 2013, ofrece los siguientes resultados:
-     Población mayor de 16 años, 38.121.700. Un descenso de 211.300 (-0,55%), sobre el mismo período del año anterior.
-     Población activa, 22.654.500, lo que supone un descenso de 267.900 (-1,17%) sobre el mismo período del año anterior. De entre la población activa, los ocupados son 16.758.200, registrándose también una caída de 198.900 personas (-1,17%). Los parados por su parte ascienden a 5.896.300, lo que supone un descenso de 69.000 con respecto al 4º trimestre de 2012.
-          Población inactiva, 15.467.200, lo que significa 56.600 inactivos mas (0,37%) que hace un año. En este grupo se incluyen los 8.300.000 jubilados, así como estudiantes, incapacitados, labores de hogar, y otras situaciones (rentistas…)

¿Por qué en medio de tantas cifras negativas aparece un descenso de 69.000 en el número de parados? Es debido al saldo migratorio. Según la última nota sobre este tema publicada por el Instituto Nacional de Estadística el 10 de diciembre de 2013, España registró un saldo migratorio negativo durante el primer semestre de ese año de -124.915 personas, un 50% mas que en el semestre anterior. Cabe estimar por lo tanto que en el conjunto del año se haya alcanzado la cifra de las 250.000 personas emigradas.

Por lo que respecta a Galicia, y según los datos de la misma EPA del 4º trimestre del 2013, cabe señalar que su población mayor de 16 años se sitúa en 2.329.000 personas, con un descenso de 31.400 (1,33%) sobre el año anterior. Su población activa, con 1.285.100 personas, también desciende en 38.200 (2,93%). Lo mismo sucede con la población ocupada, que con 987.300 registra un descenso de 38.600 personas (3,77%). El paro, con 277.800 desempleados, aumenta en 400 (0,16%) con respecto a diciembre del 2012.

La tasa de actividad en Galicia se sitúa  en el 54,32%, frente al 59,43% de la media española. Por lo que respecta a la tasa de paro alcanza en Galicia el 21,96% y en el conjunto de España el 26,03%.

Al preocupante panorama descrito, cabría añadir que entre la población ocupada aumentan los asalariados con contratos en precario, a media jornada o por horas, y que la EPA contabiliza como ocupadas a las personas que hayan trabajado al menos 1 hora en la semana anterior a la celebración de la encuesta. Que el deterioro de las relaciones laborales y el aumento del fraude, sobre todo en las pequeñas empresas que son la mayoría, está alcanzando niveles muy preocupantes: Contratos a tiempo parcial pero con exigencia de trabajar mas horas que no se cobran; mensualidades pendientes de cobro; reclamaciones por vía judicial que tardan hasta más de dos años en resolverse; reclamaciones de pago al Fondo de Garantía Salarial (ahora privatizado) que llevan años pendientes de pago en muchos casos. Los salarios se han devaluado de un modo generalizado, en contraste escandaloso con las retribuciones e ingresos de los dirigentes de las empresas del IBEX y los bancos que registran aumentos crecientes año tras año en plena crisis. El Salario Mínimo Interprofesional, se mantiene congelado desde hace varios años. La negociación colectiva ha desaparecido  en importantes ámbitos del tejido productivo, y las situaciones de abuso por parte de quienes pueden ofrecer trabajo con respecto a quienes lo necesitan, han crecido de modo preocupante. Hasta la OIT, en mas de una ocasión,  ha llamado la atención y alertado sobre el deterioro de las condiciones de trabajo en España.

Son las consecuencias de una reforma laboral que lejos de haber servido para crear empleo, lo ha destruido y precarizado, apostando por un modelo de “competitividad” basado en los bajos salarios y el trabajo sin derechos, del que no cabe esperar nada importante en términos de empleo, mas que las indudables ventajas que ello les reporta a las multinacionales instaladas en España, sobre todo a las que fabrican para exportar.

Con la desfachatez propia de un ignorante irresponsable, o de un mentiroso compulsivo, el señor Rajoy, Presidente del Gobierno, se atreve a vaticinar en pleno Congreso de los Diputados, que la “crisis ha terminado” y que a partir de ahora se trata de saber “cuanto vamos a crecer” y “cuanto empleo vamos a crear”. Preocupante actitud, que parece reflejar la opinión de que, atendidas las demandas de los mercados, con la reducción de salarios, el despido más fácil y barato, desmantelada la negociación colectiva, quebrada la fuerza de las organizaciones sindicales, recortados y privatizados los servicios públicos y las ayudas sociales, abierto el camino para el negocio de las pensiones privadas, llegarán en cascada (cual abejas al panal de rica miel) las inversiones de capital privado revitalizando el tejido productivo destruido, generando millones de empleos, y alumbrando así el ansiado paraíso neoliberal. Un cuento, un engaño descomunal, que si el pueblo se lo llega a creer y no lo impide, el país tardará muchas décadas en recuperarse, si es que no se hunde definitivamente en el atraso y la pobreza.

Se presume del “aumento de la inversión extranjera”, pero en gran medida no son inversiones nuevas generadoras de empleos, en realidad se trata de adquisiciones de acciones o compras directas de nuestras mejores empresas, a precios de saldo, después de haber sido saneadas con dinero público (despidos incluidos), en sectores como el financiero, los seguros, el turismo, la construcción o los servicios públicos privatizados, entre otros.

Los grandes fondos de inversión, las multinacionales, los bancos españoles o extranjeros, poco empleo nuevo van a crear. Éstos últimos, ni siquiera están cumpliendo su función de facilitar crédito a las pequeñas y medianas empresa. El ahorro que en las circunstancias actuales son capaces de generar particulares y empresas, lejos de reinvertirse en el tejido productivo, y en la economía real del país, sirve a la especulación en busca de beneficios allá donde más les convenga a quien lo controla.

Tienen razón los que piden un plan de choque. Hacer frente a la dura realidad de los seis millones de parados, más de la cuarta parte de la población activa, exige medidas concretas desde el Gobierno, esperar a que lo hagan los mercados por sí mismos, sin más, es una quimera y una peligrosa irresponsabilidad.

Xesús Mosquera Sueiro / 19 de marzo 2014






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