No hay que tener mucha edad para recordar el
caso del “tamayazo”, por el que dos diputados de las filas socialistas, en la Asamblea de Madrid, se
abstuvieron en la investidura del candidato socialista, señor Sigüenza, permitiendo
con ello que la Comunidad
de Madrid cayese en las manos del Partido Popular, que es como caer en unas
garras.
Ahora han vuelto a imitar aquel comportamiento,
aunque con otras consecuencias, diputados que antes que su honra han preferido el estrellato (el deseo
de figurar como particulares). No parecen conocer lo que significa la
solidaridad, la aceptación de las posiciones de la mayoría tras el debate de
los asuntos sobre los que hay que decidir.
Recuerdo que durante uno de los congresos del Partido
Socialista Italiano, el de Bolonia (1919) la tendencia que entonces se llamaba
revolucionaria triunfó, pero la tendencia reformista se inclinó,
disciplinadamente, ante el voto de la mayoría. Gran ejemplo de lo que es un
partido, no un club de señoritos.
Eso de la libertad de voto está garantizado por
la Constitución,
pero cuando alguien pertenece a un partido renuncia voluntariamente a él para
que dicho partido tenga sentido, de lo contrario no habría manera de que
funcionase como tal. ¿Qué pasaría si ante cada votación los diputados de un
partido votasen como les pidiese el cuerpo? Claro que alguien puede tener
grandes escrúpulos ante un caso particular, o bien razones de conciencia:
entonces hay una fórmula muy antigua y muy poco usada, dimitir y defender con
plena libertad la posición que uno cree justa. Pero esto de dimitir no está de
moda, se pierde el puesto, los emolumentos, la posibilidad de seguir
influyendo; es más fácil traicionar.
La deshonra es malo para el que cae en ella,
malo para los compañeros que forman parte de las mismas filas y malo para una
sociedad democrática que ha de contar con partidos coherentes, definidos, que
no den bandazos a cada coyuntura.
L. de Guereñu Polán.
2 comentarios:
simancas, no siguenza
Tienes razón. Estos topónimos...
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