La Republica no es cuestión de fe, sino de razón,
aún más importante es la Democracia. En consecuencia el único camino aceptable
es el respeto a la norma legal.
Durante el trámite de la actual Constitución de
1978 los partidarios de una República, subieron a la tribuna, defendieron sus
votos particulares frente a la fórmula Monarquía parlamentaria, perdieron la
votación, aceptaron democráticamente el resultado y se convirtieron, muy
mayoritariamente, en defensores del conjunto de la Constitución. Entre los que
hicieron ese camino el conjunto de los socialistas y comunistas que antecedieron
a los actuales.
Yo como soy partidario de elegir y en consecuencia
poder cambiar al Jefe del Estado, por voluntad popular democráticamente
expresada, quiero recordar cual es un camino, que haría eso posible y además de
respetar los procedimientos democráticos, es de los pocos política y éticamente
aceptables.
De acuerdo con las actuales Leyes lo que va a
ocurrir, salvo revolución impensable e indeseada, es: En menos de un mes se
aceptará la abdicación de Juan Carlos, se recibirá el juramento de la
Constitución por Felipe VI y se le proclamara
Rey de España en Cortes Generales.
Como además del tema de la posible elección entre Monarquía
y Republica, existen muchos y más importantes temas para los ciudadanos españoles
de este siglo, que demandan una revisión del marco constitucional, como el
ejercicio y disfrute real de derechos básicos tales como educación, salud y protección social, o el encaje territorial, que
garantice un mejor e igual servicio al conjunto de ciudadanos, y la exigencia
de solidaridad entre los 47 millones de españoles, cuando toque, los partidos deberán
presentarse a unas elecciones declarando claramente sus intenciones.
Igual que hicieron nuestros predecesores, deberán aceptar
los resultados. Resultados que para cambiar temas importantes de la
Constitución exigen: primero, conseguir el acuerdo de, al memos, 234 diputados y 178 senadores, y segundo, la
mayoría de los votos ciudadanos al
conjunto del texto (no solo a alguna de sus partes). También, si son demócratas
convencidos, aquí deberán aceptar los resultados, pero además tendrán que
convertirse en defensores de lo que salga del proceso.
El problema hoy es que el piloto obligado tendría
que ser el Presidente de un gobierno con mayoría absoluta, y el que tenemos es
incapaz de asumir sus responsabilidades y está dejando pudrir los muy evidentes
problemas lo que llevará inevitablemente a que sean los extremismos los que
hagan de motores del proceso, por lo que el riesgo de terminar mal, rematadamente
mal, aumenta de semana en semana y de día en día.
Isidoro Gracia
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