lunes, 2 de junio de 2014

UN AFILIADO, UN VOTO

Lo que está sucediendo en  el PSOE, y sucedió antes en el PSdeG, para elegir directamente al nuevo secretario/a general, poniendo en circulación lemas tales como “un militante un voto” o “devolvednos el PSOE” y otros similares para vencer las resistencias internas, es sin duda el inicio de un proceso lógico para que los afiliados y afiliadas a este partido puedan elegir directamente y sin intermediarios a sus dirigentes a todos los niveles, así como participar en la toma de decisiones de singular importancia.

¿Tendrá efectos en otras organizaciones? Sin duda que si. Acabo de escuchar al Lehendakari Iñigo Urkullu, presumiendo de que en el PNV la elección directa por los afiliados de todos los cargos orgánicos es ya una realidad. Creo que en IU y en otras organizaciones de izquierda, la formula también se abrirá paso. Lo veo más difícil por ahora en el Partido Popular, aunque sería deseable, y no faltan voces en su seno que así lo reclaman. Pero en donde creo que será inevitable abrir un debate y con rapidez  sobre esta importante cuestión, es en las organizaciones sindicales, particularmente en UGT y CC.OO.

En las organizaciones socialistas, el voto delegado es una tradición que se ha mantenido hasta nuestros días. Sin embargo, los tiempos han cambiado mucho, y lo que hace cincuenta o sesenta años -o incluso muchos menos- era difícil o imposible, hoy resulta perfectamente factible, si hay voluntad política. Y si no la hay sin duda la habrá porque las realidades se acaban imponiendo.

 En el primer congreso del PSOE y en el constituyente de la UGT, celebrados ambos en Barcelona en agosto de 1888, participaron en torno a 25 personas. En el del PSOE los delegados fueron 18  representando a 20 agrupaciones; en el de la UGT los delegados fueron 25 y representaban a 29 sociedades obreras. Aquellos congresos fueron sucesivos, del 12 al 14 de agosto el de la UGT, y del 23 al 25 de agosto el del PSOE. De los 18 delegados que participaron en el del PSOE, 16 de ellos lo habían hecho también en el de la UGT celebrado una semana antes. En los congresos posteriores, agrupaciones socialistas y sociedades obreras, no es que eligiesen y enviasen delegados, es que en ocasiones incluso delegaban su representación en militantes o dirigentes de otras localidades o incluso de otras regiones. Los desplazamientos eran caros y lentos, las comunicaciones también, y no se disponía ni de dinero ni de tiempo libre para dejar los trabajos y viajar.

En la clandestinidad y el exilio, el voto delegado era sencillamente inevitable, y en los inicios de la transición democrática, cuando tras la muerte de Franco las organizaciones socialistas comienzan de nuevo su andadura en libertad, el voto delegado se generalizó y se reflejó en los estatutos y en las normas internas de funcionamiento. Incluso en las asambleas previas destinadas a elegir delegados o decidir sobre la postura a defender en el Congreso, se planteaba aquello del “mandato cerrado o abierto” a fin de que el delegado o delegada en cuestión, en función de las circunstancias, pudiera o no decidir. Con la llegada de la democracia, el súbito crecimiento de la afiliación y de la extensión e implantación territorial, trajeron consigo un alto grado de desconocimiento inicial entre los nuevos integrantes afiliados y los nuevos dirigentes, con los consiguientes riesgos y en ocasiones errores, lo que, unido a la necesidad de afianzar y consolidar las organizaciones, fue generando a su vez una normativa interna plagada de cautelas y recursos en manos de lo que se acabó denominando como “el aparato”. Con el paso de los años se llegaría así a conformar organizaciones muy jerarquizadas y burocratizadas en unos casos, y en otros a estructuras creadas en torno y dependientes de los propios cargos públicos. Es muy elocuente que un calificativo como el de “barón”  para referirse a los dirigentes regionales del partido haya hecho fortuna.

Los tiempos están cambiando muy rápido. En pocos años, se ha producido una autentica revolución tanto en lo concerniente a los medios de información y comunicación como en los de transporte. El voto directo no solo es posible, sino que se convierte en una necesidad. Igual sucede con la transparencia y la participación en la gestión ordinaria de las organizaciones, y con la obsolescencia de muchas de sus estructuras organizativas. Ni siquiera el voto directo para la elección del secretario general va a resultar suficiente. La elaboración de programas, el establecimiento de prioridades políticas y reivindicativas,  la consulta a la hora de tomar decisiones de particular relevancia y trascendencia, son ocasiones en las que la participación directa de los afiliados parece necesaria.

Recientemente, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) sometió a referéndum interno la propuesta de gobierno de coalición con la CDU de Ángela Merkel. En mayo de 2010 en cambio, José Luís Rodríguez Zapatero anunció medidas en contradicción absoluta con su programa de gobierno y a espaldas del partido del que era secretario general, y poco después llevó a cabo la modificación del artículo 135 de la Constitución. Se dirá que obligado por presiones fortísimas, urgentes e insuperables, aunque para la mayoría esto no resulta creíble, y de hecho el precio de aquél proceder se sigue pagando aún ahora por el PSOE, y también por el conjunto de la sociedad española.

El panorama actual de nuestro país no es nada fácil. La crisis económica y a veces la torpeza o incapacidad de nuestros dirigentes hacen estragos. De su mano llegamos también a una seria crisis política. La renuncia del Rey Juan Carlos que hemos conocido hoy, y cuanto se deriva de ella, puede acentuarla. El descontento social es creciente, y también la preocupación. Un ciclo histórico termina y se abre una etapa nueva.

El fortalecimiento de la democracia,  la recuperación de la credibilidad política, y en definitiva nuestra calidad como sociedad y como país, pasa hoy en gran parte por la transformación de los propios partidos políticos y de las organizaciones sindicales, imprescindibles por otra parte para encarar con acierto los tiempos difíciles que se avecinan.

Xesús Mosquera Sueiro.- 2 de Junio de 2014.
            

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