Antonio Campos Romay
jueves, 3 de julio de 2014
CUANDO LAS BARBAS DE SARKOSY VEAS PELAR.....
El
divino impaciente en sus jardines zarzueleros huérfanos de púrpura se comía las
uñas mientras esperaba noticias de sus oficiosos súbditos que esprintando por
los pasillos del Congreso sacaban del fondo de armario de una mayoría
dominante, una regia armadura a prueba de sobresaltos para crear, –visto no
visto-, el aforado 10.001.
No
le faltaba razón al 10.001 para el desasosiego. Desde la vecina republica , de
donde otrora un Rey Sol mandó un nieto para que no existieran Pirineos y sobre
el fundar la iglesia borbónica local, llegan vientos de fronda. Allí un jefe de
estado que ya no lo es, y por lo tanto como cualquier otro mortal, -una manía
republicana de hacer que, SI, todos los ciudadanos sean iguales ante la ley-, careciendo
de confortables aforamientos, amaneció entre una pareja de gendarmes camino de
una comisaría donde parece no había mucho entusiasmo en devolverlo a los brazos
de su atractiva esposa. El ciudadano Sarkosy ha de explicar con todo lujo de detalles
su curiosidad morbosa por las actuaciones del estamento judicial que le investiga en orden a temas no menores..
La ciudadanía
del común, que cándidamente vota a sus diputadas o diputados en la confianza de
que contribuyan con su denodado esfuerzo próximo al heroísmo, a allanarles las
dificultades cotidianas, generar empleo, garantizar el derechos a la educación
o a la sanidad, y otras minucias, anda
un tanto mohína al ver las prioridades de sus señorías. Y estas se sienten agraviadas
ante la incomprensión de la plebe ante los grandes temas de estado y sus arcanos.
Solo el vulgo obtuso puede no concebir que no llega con mantener a mesa, mantel
y genuflexión al jefe del estado
anterior, su esposa, sus hijas, nietos y demás familia y en paralelo al jefe del estado siguiente y su
progenie. Se trata de oficializar la vieja frase “la función hace al órgano”, completándola
con “el órgano hace la función”. O sea si la función exigió el órgano aforado
hasta la inmunidad, ahora el órgano es indispensable este previsoramente aforado
para la función que pudiere avecinarse. Tienen sus señorías y quien sobre ellas
gobierna, merito en cuidar tan valioso órgano para que no desafine con gemidos
impropios o ronquidos oscuros que devalúen los armónicos sones previstos en la
partitura.
España
es diferente. Se acuña en un país, que como la monarquía instaurada, viene de
un pasado más bien negro. El mismo, que tal que hoy, era pariente pobre del
continente. Pero como contrapartida era “reserva espiritual de occidente”. No
en vano el soberano del momento caminaba bajo palio. Seguramente en las
meditaciones del eremita de la Zarzuela y el consorte de la cantante modelo,
estará el lema muy presente…
Sarkosy
afincado en unos zapatos con alza cuyo caminar tortuoso le llevó a una
gendarmería, por una vez añorará no haber ejercido su altísima magistratura en
la tierra del sur…Por su parte, el solitario aparcero zarzueril, abandonado por
el mundanal ruido, da gracias a su Dios que según ilustra una canción, posiblemente
chilena, “se demora en la casa del patrón, pero por la casa del peón no pasa
tan importante señor”. Le agradece cada gota de sangre azul que corre por sus
venas, aunque este atenuada por los
caldos del país. Son esa gota de sangre capeta,
la que anidada en el cerebro de nuestros próceres, la que ha servido para
iluminarlos en pro del honor patrio, socorriendo al primer magistrado emerito del reino, poniéndolo a cubierto de
cualquier turbación. Turbación de la que nadie en sus cabales podría dar razón en orden a su pulcra y ejemplar trayectoria, ensalzada
por las más sesudas opiniones. Solo las
gentes de poca fe que rodean al insigne cesante
no parecen compartirlo y se les hicieron
los días cortos para aprestar la coraza.
Sarkosy
recordará a otro bajito, como el tampoco francés de pura cerpa, pero con
autentica grandeza, que cuando la pérfida Albión y todos los monarcas de la
Europa rancia le hicieron morder el polvo en Waterloo y lo enviaron mar
adelante camino de una isla fuera de circuitos turísticos, decia…”Francia,
Francia, con algunos traidores menos que grande serias… Hoy el pequeño ex-presidente de la gran republica
podría parodiarlo diciendo…Francia, Francia, unos cuantos kilómetros más abajo…
que bien me iría.
Antonio Campos Romay
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