Decir que lo que mas
teme la derecha es la unión de la izquierda no es decir nada nuevo. Como
tampoco es nuevo afirmar que el mayor reproche de la clase trabajadora a los
partidos de izquierda es su falta de unidad y su recíproco enfrentamiento. Es
por ello que todo lo que suponga fraccionar y enfrentar a las organizaciones de
izquierda, recibirá siempre el generoso apoyo y el fervoroso aplauso de los
poderes financieros y de la derecha política.
El enfrentamiento y la división
de los trabajadores y de sus organizaciones han sido y siguen siendo, el mas socorrido de los
recursos para poder ejercer sobre ellos el control económico y el poder
político, ya sea en el seno de una gran empresa, de un sector económico o de un
país. Los mismos que han diseñado las mal llamadas “políticas de austeridad”,
el recorte de los servicios y derechos sociales, la reforma laboral, y la
quiebra del poder sindical, son a quienes mas conviene la división y el
enfrentamiento entre los partidos políticos de izquierda por una razón obvia:
impedir que se puedan cambiar y corregir las normas y condiciones que han
impuesto al llegar al poder. No quieren por tanto cambio político, sino al
contrario, continuísmo para seguir con sus “reformas estructurales” y consolidar
así su modelo económico y de sociedad.
La unidad de la
izquierda es tan necesaria como difícil. Por eso, los dirigentes que se necesitan
son aquellos con capacidad para unir en
lugar de enfrentar, sumar en lugar de dividir. Y hacerlo aunque solo sea sobre
la base de lo posible para desde ahí poder avanzar y caminar hacía lo deseable
para todos, en la perspectiva ¿por qué no? de la utopía social a la que los seres humanos no
debemos renunciar. Junto a sus diferencias, las formaciones de izquierda tienen
muchísimas cosas en común a partir de las cuales es posible trabajar y hacer
cosas juntos para, primero dejar de retroceder, y luego poder avanzar aunque
sea despacio.
Desde el inicio de la
transición democrática hasta ahora, en el panorama político de la izquierda
española han predominado dos fuerzas,
históricas por otra parte: El PSOE y el PCE del que surgiría IU. La derecha
económica y política ha sabido utilizar la crisis para tratar de destrozar a la
izquierda, incluidos los sindicatos de clase, una de sus principales bases
electorales. A estas alturas, pedir que se unan orgánicamente estas formaciones
es algo a todas luces excesivo pues hay diferencias importantes que lo impiden:
históricas, ideológicas y programáticas. Sin embargo, aún con algunas
excepciones, se ha conseguido alcanzar un nivel de colaboración recíproca en
varios ayuntamientos y comunidades
autónomas bastante razonable, positivo y esperanzador. Tanto como para suponer
una amenaza muy seria al poder de la derecha en ayuntamientos y comunidades
autónomas primero, y luego en el gobierno del país, habida cuenta del
estropicio social, económico, político y humano que ha traído consigo la
aplastante mayoría del Partido Popular.
Para cercenar esta
posibilidad, la derecha lo está intentando absolutamente todo, sin el más
mínimo reparo, y con todos los recursos que tiene a su alcance, que son muchos.
De entre las medidas que esta poniendo en práctica cabe destacar dos
particularmente eficaces: La reforma unilateral y sin consenso de las leyes
electorales, y una amplia y firme estrategia para fraccionar y dividir a las
opciones de izquierda, con un lema: el fin justifica los medios, de manera que
vale todo.
La primera de ellas
está en marcha con absoluto desprecio de los más elementales principios
democráticos, y en medio de un gran
rechazo que, sin embargo, parece que no va a impedir que se lleve
adelante por lo mucho que se juega el PP y la derecha española en este envite.
La segunda se ensayó con éxito en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo,
propiciando una “nueva fuerza radicalmente renovadora” en el panorama político
español, alternativa y con capacidad para competir y captar electorado, y
desgastar al PSOE primero, y luego también y sobre todo a Izquierda Unida.
Al lanzamiento de esta
“tercera vía” en la izquierda española se vuelca por ejemplo la cadena de TV “La
Sexta”, propiedad del Grupo Planeta, que a través de sus diversos programas de
debate pronto convierte en estrella mediática a un joven profesor universitario. Conviene
recordar que este grupo de comunicación, además de propietario de la mencionada
cadena de TV, también lo es de Antena 3, de Onda Cero, y de periódicos como La
Razón. Enseguida se sumarán con entusiasmo a la operación promocional otros
medios como el ABC, El Mundo, Telecinco, y también claro está el grupo Prisa,
amén de los medios públicos que controla directamente el gobierno. El método es
simple: Hacerse notar, polemizar sobre la crisis, sus causas, y poner verde a
“la casta política”, conseguir que te repliquen y entren al trapo desde el
gobierno y desde el Parlamento, y convertirte así en su interlocutor y en “una
alternativa”, se trata de “conseguir que hablen de ti continuamente, aunque sea
mal y para criticarte con dureza“ pero en todo caso hablar y hablar mucho de ti
hasta convertirte en fenómeno mediático y realidad política. Uno de los principales ingredientes, la
crítica a la clase política, no es nada nuevo porque forma parte de la consigna
de la derecha económica desde hace tiempo: “la culpa de lo que está pasando no
es tanto de la banca, ni del capitalismo en sí, sino sobre todo de los
políticos”. Los políticos son pues, según ellos dicen, el nuevo chivo expiatorio
que es preciso sacrificar.
Esta “tercera vía” de
la izquierda española que contra toda previsión consiguió seis escaños en las
elecciones al parlamento europeo, y hoy, aún no teniendo ni un solo concejal ni
diputado o representante electo en
ninguno de los parlamentos
autonómicos, congreso o senado, le atribuyen las encuestas que los mencionados
medios han elaborado nada menos que la condición de tercera o segunda fuerza
política española en detrimento de PSOE o de IU, aunque eso si con la clara
victoria de nuevo del Partido Popular. Pienso que estamos ante el fenómeno de
una descomunal manipulación mediática en beneficio del poder financiero y la
derecha política que son los que de verdad están al mando, y en perjuicio de
las clases medias y trabajadoras cuyos derechos y rentas han venido siendo
sometidos al mas descarado saqueo.
Dicho lo anterior
¿acaso la izquierda española, y mas en concreto el PSOE no es corresponsable, e
incluso cómplice de muchos de los errores cometidos hasta ahora? Pues sí que lo es y tendrá que pagar por
ello. Izquierda Unida y las decenas de plataformas unitarias de izquierda
creadas en su alrededor, perece estar llamada a ser la gran beneficiaria
política del desgaste del partido socialista. Pero eso tampoco sirve a la
derecha, ni mucho menos, porque pone igualmente en riesgo lo principal: la
continuidad del PP en el poder. Mas allá del “efecto primarias” y a la
expectativa de lo que pueda suponer el nuevo liderazgo de Pedro Sánchez al
frente del PSOE, lo cierto hoy es que la mencionada “tercera vía de izquierdas”
en donde parece que podría estar haciendo mella electoral, no es ya un PSOE
bajo mínimos hasta ahora, sino en IU. Es decir se estaría quebrando de verdad
la posibilidad de una alternativa real de gobierno (IU-PSOE o PSOE-IU) que en
definitiva es lo que les importa.
Es por todo ello que:
1.- Me atrevo a pedir a
los promotores e integrantes de esta “tercera vía” que traten de canalizar su
programa a través de los partidos políticos de izquierda ya existentes,
particularmente y por razones obvias, de Izquierda Unida. Sería un
contrasentido injustificable que por no hacerlo contribuyan en realidad a un nuevo triunfo electoral del PP y de
Mariano Rajoy.
2.- Expreso mi apoyo a
las iniciativas que desde IU y otras formaciones próximas se están llevando a
cabo para crear plataformas o coaliciones electorales amplias, que ayuden a
superar la atomización y el fraccionamiento de la izquierda con el consiguiente
desencanto del electorado progresista.
3.- Expreso también mi
apoyo, y me sumo, a quienes desde dentro del PSOE luchan por conseguir un giro
real a la izquierda en este partido. Tarea difícil pero absolutamente
necesaria, que no admite mas demora, y que nunca será inútil.
4,- Me sumo también a
los que vienen pidiendo a todas las organizaciones de izquierda, partidos y
sindicatos, que trabajen en la perspectiva de la CULTURA DE LA UNIDAD, no
unidad orgánica que no es posible ahora ni siquiera tal vez deseable, pero si
colaboración sincera, respeto, diálogo, trabajo conjunto y unitario en todo lo
que sea posible, así como esfuerzo y firmeza para corregir y cambiar “desde
dentro y con las cartas boca arriba” lo mucho que ciertamente es preciso
corregir y cambiar.
Xesús Mosquera Sueiro.
/ 11 de septiembre de 2014
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