Tras la severa derrota
del pasado mes de marzo en las elecciones municipales francesas, el presidente
Hollande disolvió su gobierno y nombró nuevo primer ministro a Manuel Valls,
hasta entonces su ministro de interior, de gestión muy polémica por cierto. El
nuevo gobierno de Valls, lejos de rectificar la política económica seguida
hasta entonces, se pliega definitivamente a las exigencias y recomendaciones de
Alemania y de la llamada troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y
Fondo Monetario Internacional), proponiendo al Parlamento un recorte de 50.000
millones de euros en el gasto público congelando hasta octubre de 2015 los
sueldos de la funcionarios públicos, las pensiones y las prestaciones sociales.
A diferencia de lo
ocurrido en España cuando en mayo de 2010 Zapatero anunció sus recortes con la casi
total conformidad del Grupo Parlamentario Socialista, en Francia, un grupo
numeroso de parlamentarios socialistas presentaron un documento alternativo al
de su propio gobierno. En París y en otras muchas ciudades se sucedieron las
manifestaciones pidiendo el fin de las políticas de austeridad “que han
provocado un enorme aumento del paro y la pobreza como puede verse en Grecia y
en España”, acusando a Hollande de dar un giro a la derecha en su política,
justo lo contrario de lo que habían dicho los franceses en las municipales.
En junio se celebraron
las elecciones al Parlamento Europeo, confirmando los resultados lo que
anunciaban las encuestas. En Francia gano el “Frente Nacional” liderado por
Marine Le Pen que consiguió el 24,85% de los votos y 24 escaños, seguida por la
derechista “Unión por un Movimiento Popular”, con el 20,8% de los votos y 20
escaños. El Partido Socialista del Presidente Hollande, en el poder, se quedó en tercera fuerza, con
tan solo el 13,98% de los votos y 13 escaños.
El pasado 25 de agosto,
tan solo cinco meses después de haber sido elegido, se anunciaba la dimisión en bloque del nuevo gobierno
francés por las discrepancias con la política económica del Presidente François
Hollande y del Primer Ministro Manuel Vallas. Al día siguiente se presentaba el
nuevo gobierno, destacando el nombramiento de Emmanuel Macron como nuevo
ministro de economía, un joven banquero de 36 años, socio de la banca
Rothschild, y desde junio de 2012 asesor y diseñador de la controvertida
política económica del Presidente Hollande. Para algunos observadores no solo
se trata de que el presidente francés parezca ya un cadáver político, sino que además
pudo haber asestado un durísimo golpe al propio Partido Socialista Francés, y
dejado muy tocada al conjunto de la socialdemocracia europea.
Si a lo que está
sucediendo en Francia le unimos el gobierno de coalición en Alemania entre los
socialdemócratas del SPD y la CDU de Ángela Mérkel, la reiteración de las
componendas para el reparto de altos cargos en
las instituciones europeas, y la poca fuerza y contundencia de las
críticas que a la mal llamada política de austeridad están realizando los
partidos socialistas en otros países (España incluida), parece muy difícil, para
muchos imposible, poder calificar como alternativa real a dichas políticas a la
denominada “socialdemocracia europea” compuesta por el conjunto de los partidos
que en el seno de la Unión Europea conforman hoy, al menos sobre el papel, el
“Partido de los Socialistas Europeos”
(PES) que preside el búlgaro Sergei Stanishev. ¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Xesús Mosquera Sueiro /
2 de septiembre de 2014
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