La situación derivada del contagio por ebola
muestra carencias, ineficiencias y falta de liderazgo.
Los principales
hechos negativos no se sitúan en el terreno sanitario, sino en las
respuestas de los gobiernos y la economía.
Durante más de un lustro ejercí como técnico
superior de prevención de riesgos laborales, coordinador en la elaboración de
planes de emergencia y responsable de las respuestas técnicas y de ingeniería,
a dar a los problemas que detectaban el análisis previo, los ensayos y simulacros
programados y, por último, la praxis
diaria, así como los imprevistos que inevitablemente surgían, a pesar de todos
los esfuerzos y medios puestos sobre la mesa, por la empresa en que prestaba
mis servicios profesionales. Esa
experiencia me permite aproximarme al confuso panorama que una cadena de
decisiones, y quizá más aún la ausencia de otras, nos está abocando.
Como es sabido, incluso a través de cursillos
elementales, la evaluación de los niveles de los riesgos se valora con dos
entradas, una la posibilidad de que algo suceda (baja, media, alta, muy alta) y
dos, las posibles consecuencias (leves, importantes, graves, muy graves), la
respuesta se gradúa en base a esa evaluación, llegando a paralizar las
actividades que alcanzan un cierto nivel, hasta que se corrijan o aminoren las
circunstancias. Parece muy evidente que las
autoridades con competencias en el tema no realizaron una evaluación,
específica para España, limitándose, en el mejor de los casos (también surgen
dudas al respecto) a recoger lo que la OMS ha publicado, lo que también
exigiría una adecuada “traducción” a las circunstancias concretas.
Respecto a los Planes de Emergencia, exigibles
incluso para muchas de las actividades en las que el número de personas involucradas
es elevado, o que existen experiencias de accidentes de cierta gravedad en
centros similares (centrales energéticas, centros comerciales, fábricas,
hoteles, etc.), no basta con poner carteles informativos y dotar de medios (por
ejemplo contra incendios), Lo más importante es que se establece, claramente,
quien es el máximo responsable para tomar decisiones, que una vez se da la
alarma tienen que obedecer incluso los directores, que jerárquicamente están
por encima de él en el organigrama, quien forma parte de los distintos equipos,
desde los de primera intervención, a quienes se les da formación específica.
Para comprobar que las cosas van a funcionar, y
para pasar una información general, que a la vez forma de manera eficaz, se
programan ensayos y simulacros en los que de forma muy controlada se verifica
que es lo que es válido y lo que hay que mejorar.
La evaluación, los planes de actuación derivados
de ella, la elaboración de los Planes de Emergencia, la formación y los
ensayos, cuestan dinero y trabajo, pero cuando llega, que siempre llega, una
situación de dificultad, todo el gasto se amortiza a la primera.
Pongamos esta elemental descripción sobre los
siguientes hechos: decisión consciente de importar el virus, reducción drástica
y paulatina de la inversión previa en sanidad en general y en los centros de
referencia en particular, dar por buenos los protocolos de actuación
preexistentes y no ensayados, la formación, o no, de los equipos, y lo más
importante: saber quien toma el liderazgo, quienes son los equipos que ya están
fijados para intervenir y quien, y como, informa y simultáneamente forma al
conjunto de los posibles afectados, en este caso todos los españoles, pero en
especial a todas las autoridades y profesionales sanitarios.
Mi experiencia me aporta dos datos: haciendo las
cosas regular conseguimos que centros con centenares de personas. y con nivel
de riesgo relativamente alto, pasaron hasta dos años sin registrar un solo
accidente con baja y todos los ensayos y simulacros terminaron con incidentes,
que demandaron mejoras en los protocolos de actuación y cambio de algún
responsable.
Conclusión, a la vista de lo sucedido, en mi antigua empresa algún director,
consejero ministro/a o presidente, obtendría una mala evaluación anual y
sufriría alguna consecuencia. Para reconducir
la situación, quizá fuera suficiente con que el Gobierno ejerciera de Gobierno
Isidoro Gracia
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo en lo general amigo Isidoro. Sin embargo, yo tengo mis dudas de que el gobierno fuera verazmente informado. Por la siguiente razón: 1. El Director o Gestor del Carlos III no puede decir que si está preparado ese Hospital para manipular este tipo de Virus. 2. La autoridad Sanitaria correspondiente no puede autorizar la entrada de un Patógeno de este nivel si no tiene seguridad en su manejo. 3. El Responsable de Medicina Preventiva y de Riesgos Laborales, no puede firmar la autorización del manejo de ese Virus, sin presentar la Dimisión, su situación es delicada si fallece Teresa Romero o cualquier otro. Tu lo sabes bien tiene causa penal. Y no hablamos para nada de la carencia de formación en el manejo de estos Equipos de Protección y de un Virus que no perdona errores. 4. Finalmente si todo esto es así la señora Ministra y todo su Staff deben de ser cesados y con causas penales.
Estas cosas no pueden salir bien si no está todo previsto y ensayado con mucha antelación. Para elaborar un Plan de emergencia y hacer el primer simulacro, después de invertir mucho dinero, en un centro de unas 500 personas, todas priofesionales, tardamos casi un año. La decisión de llevar el primer afectado al Carlos III se tomo en menos de 48 horas.Ah¿ en el primer simulacro hubo varios incidentes que obligaron a agastar más dinero y dar más formación.
En otros 7 u 8 centros paso algo similar
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