El informe llega mucho más lejos que el del Centro de Estudios del
FMI de 2010, que concluyó que una de las
causas más importantes de la actual
crisis es el crecimiento de las desigualdades sociales.
Yo creo que los
ciudadanos conscientes debemos también sacar nuestras propias conclusiones y,
si no estamos de acuerdo, actuar para
corregir el rumbo. En esto la historia nos muestra como sistemas de
civilizaciones aparentemente inamovibles y perdurables colapsaron, estando presente
siempre como una de las causas detonantes la desigualdad.
Los actuales sistemas
democráticos y representativos, al menos aparentemente, devienen del colapso de
los absolutismos instaurados por “la gracia de Dios”, que la revolución
francesa se encargó de superar, y los otros absolutismos que sustituyeron la
religión teísta por la del Partido Único.
Tomando como referencia
la misma que tomaron en su día los defensores de los gobiernos representativos,
frente a los que propugnaban el ejercicio del poder por elites, fueran estas de
nacimiento, de coreligionarios, o de sabios: “La multitud que no se reduce a
unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía”
(Pascal)
Cuando se ha llegado a
un punto que según el informe "la desigualdad extrema corrompe la
política, frena el crecimiento y reduce la movilidad social, fomenta la
delincuencia e incluso los conflictos violentos. Desaprovecha el talento y el
potencial de las personas y debilita los cimientos de la sociedad", parece
que la civilización occidental vuelve a estar en situación de tiranía. Se ha
sustituido al Dios o al Partido omnipotentes por el Dios Mercado y la Desregulación, pero lo cierto es que la
concentración de riqueza es extrema y el poder está en manos de élites muy
minoritarias para las que trabajan gobiernos
y organismos, mediante la compra del poder político, consiguiendo de esa
forma que "muchas de las personas
más ricas amasaran sus fortunas gracias a las concesiones gubernamentales
exclusivas y la privatización inherentes al fundamentalismo de
mercado". Agua, energía, salud,
educación, son campos donde buscar ejemplos muy próximos, en especial en España
y Europa.
En la memoria de la
mayoría, que no de todos desgraciadamente, está como se resolvieron esas
situaciones de tiranía: en todos los casos con la rebelión de la ciudadanía
transformada en masa. En algún caso en ámbitos del conjunto del imperio, en
otros de estados e incluso de tribu, disfrazada de nación.
Esperemos que hayamos
aprendido de la historia y afrontemos el legítimo combate a la tiranía mediante
fórmulas “civilizadas” (de sociedad civil). Por ejemplo, recoger como delito
cualquier relación con paraísos fiscales (es absolutamente improbable que no se
utilicen para la evasión fiscal), la penalización con tasas de los movimientos
financieros especulativos (es absolutamente seguro que esos movimientos no
tienen como objetivo la creación de empleo o riqueza para el conjunto de la
sociedad), la recuperación del control público y directo de la administración
de los servicios básicos como el agua, la producción de energía, la sanidad, la
educación obligatoria y la protección social, expropiando si es necesario, son
temas que pueden abordar desde el derecho nacional e internacional.
Para muchos empieza a
ser evidente que esta crisis es el preludio del fin sistema que ya nos oprime a
una inmensa mayoría. Que la salida de la situación sea un nuevo contrato social
negociado por los dirigentes políticos, o fruto del asalto al poder, tal y como
se empieza a propugnar por fuerzas
emergentes, por masas más o menos
organizadas, es solo cuestión de tiempo y oportunidad. El resultado, de una
sociedad estable con ciudadanos razonablemente contentos con su grado de
bienestar, si el proceso se hace repartiendo beneficios y poder, o inestable y violenta, si se obliga al mero
asalto a los, solo teóricos, derechos adquiridos de esos pocos, pero aún
demasiados, milmillonarios y sus adjuntos, también es cuestión de un mero
ejercicio de inteligencia.
Otoño de 2014
Isidoro Gracia
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