miércoles, 8 de octubre de 2014

UNA MONARQUÍA BANANERA.



Recurriendo a cualquier fuente documental constatamos que el término “república bananera” es forma despectiva de calificar un país bien sea por su inestabilidad política o padecer un gobierno fraudulento o dictatorial. También tiene una acepción que se nos hace más próxima. La que refiere países empobrecidos, donde la corrupción es moneda corriente en los actos cotidianos, hay menosprecio a las leyes o las empresas  o poderes financieros foráneos dictan conductas a los gobernantes locales…Conviene no olvidar que cuando tal servidumbre política se produce e intenta paliarse aludiendo a hipotéticos cambios favorables o un presunto crecimiento económico, lo único que acontecen son problemas de toda índole.

Que muchas españolas y españoles lleguen a caer en la melancolía de sentir que moran en un país de tales características no parece difícil Cada mañana la ciudadanía se escandaliza con un nuevo caso de corrupción. Y lo hacen con el razonable temor de que el día siguiente pueda ser todavía peor…Se flagela el pudor de quienes consideran su país un espacio de dignidad y donde el estado de derecho preside la convivencia. Esa misma ciudadanía es consciente tanto  de que  las indignidades descubiertas pueden ir en aumento, que las tropelías no remiten, como que la impunidad acogerá bajo su manto a  cuanto canalla haya saqueado lo público y pisoteado los derechos del común.

Contemplar el elenco de mangantes que robaron en mayor o menor grado, por vía de ejemplo, el dinero de una entidad crediticia madrileña lleva al desánimo extremo… Solo el tango “Cambalache” podría poner letra a la canción triste de Bankia, donde representantes de la derecha, la izquierda, los sindicatos,  la patronal…se refocilaron en el lodazal de las tarjetas negras….Ciertamente no es justo decir que por extensión los partidos o sindicatos orgánicamente sean agentes activos del desafuero…Pero por omisión es grave su pecado. Las reacciones tienen diversos grados dentro de las líneas generales que condenan a los corruptos…Es de agradecer  no optaran por recurrir al sempiterno “y tú más” y la exoneración del propio ante el ajeno…

La corrupción es causa directa de la pobreza de los pueblos y suele estar en el origen de sus desgracias sociales. Genera una casta de adinerados espurios en un país duramente devaluado y empobrecido, pese a lo cual, sigue siendo saqueando. Una gran mayoría de las empresas más poderosas, por serlo, se siente ajenas en gran medida al esfuerzo tributario. Muchas grandes fortunas tienen a gala escurrir sus obligaciones con el fisco. Y cuando llega el caso, está un Ministerio de Hacienda tolerante que arbitra mecanismos para amparar regularizaciones lavando caras e intereses.  Cuando hay gente que pasa hambre, el paro no remite, la escolarización de los niños está en riesgo, los desahucios son el pan nuestro de cada día y los recortes sanitarios o el brutal abandono de las políticas de dependencia son ejemplo claro de la insensibilidad social de quien gobierna, una casta encanallada sigue haciéndose de oro sobre ese esqueleto andante en que no cejan en convertir España.

La organización Trasparencia Internacional nos indica que hemos caído 10 puestos en el ranking de 2013 en orden a la percepción de corrupción oficial. Estamos en un poco honorable lugar cuarenta, detrás de Botswana, Katar o Brunei… Hemos llegado a el de manos de los escándalos que afectan a organizaciones políticas, sindicales, administraciones públicas, estamento bancario o la Casa Real.  Asimismo gozamos el dudoso honor de haber sido el segundo país del planeta donde la percepción de corrupción ha crecido más en el periodo citado.

La justicia cuya buen hacer nadie se atrevería a poner en duda, condena con severidad a un peligroso delincuente que robo una gallina, a una perversa madre que utilizo una tarjeta de crédito que no era suya para comprar pañales y comida para su hijo, a una pérfida muchacha que sustrajo un móvil…Y sabe ser exquisita y benévola con el Sr. Blesa, el Sr. Undargarin, el Sr. Fabra, el Sr. Pujol,  el Sr. Rato, el Sr. Méndez López, el Sr. Gayoso,  el señor….Son muchos  los nombres en una interminable lista de probos ciudadanos, que apenas expoliaron entre todos, unos pocos cientos de millones, llevaron a la miseria a varios cientos de miles de ciudadanos, hundieron un parte sustancial del sistema bancario obligando a recatarlo  con decenas de miles de millones de dinero público y deterioraron quizás de forma irreversible una parte significativa del estado de bienestar.

Los ocupantes de la jefatura del estado, o sea el titular y la consorte, -tanto monta, monta tanto-, apenas se sabe de ellos más allá del papel rosa y sus actuaciones de conseguidores de lujo, pervirtiendo el estado de bienestar y de derecho. Convirtiendo el derecho de los ciudadanos a la salud en un capricho de cuento de hadas, en mercedes otorgados cuando son conquistas del pueblo. Por lo demás, radiantes en tales candilejas…

Dirigentes patronales estigmatizan que las mujeres se embaracen. Quizás debiera extirpárseles el útero a la firma del contrato laboral.  La Conferencia episcopal fustiga las mujeres que abortan y las leyes que consagran tal derecho. Algunas fuentes oficiales claman por la caída demográfica…Coros desafinados, aunque todos ellos, comulgan las mismas ofrendas y comparten la misma urna.

La toma del poder por la alianza de la oligarquía económica y la política más reaccionaria de los últimos treinta años, pivota sobre vida pública exhibiendo descarnada la corrupción y el lucro personal como objetivos. En una voladura descontrolada fenecen los intereses sociales y colectivos  víctimas de un negocio al que cínicamente sus protagonistas llaman política, prostituida a sus soeces apetitos...

Ser no será esta una monarquía bananera…Pero parecer se parece. Como una gota de agua a otra. 
Antonio Campos Romay

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