En el seno de UGT y
CC.OO. se percibe malestar y desorientación. El poder financiero y las
multinacionales han ganado la partida por goleada: reforma laboral, de las
pensiones, de la negociación colectiva, recortes y rumbo imparable hacia la
privatización de la sanidad, la educación y los servicios sociales, e
imposición de presupuestos destinados a desmantelar lo publico, imponer las
leyes del mercado, y quebrar el papel de los sindicatos de clase en la economía
y en la sociedad.
Entre el resto de
sindicatos el panorama tampoco es halagüeño. Además de sufrir el mismo marco
institucional impuesto por los poderes económicos, ya ni siquiera les queda
margen para mantenerse en la crítica a los dos mayoritarios. La impotencia es
general frente a políticas que generan paro y desempleo, reducen los salarios,
generalizan la precariedad y extienden la pobreza y el miedo entre los
trabajadores. Ni siquiera en el terreno político se atisba una esperanza que
vaya mas allá del castigo a los partidos que hasta ahora han gobernado el país.
En este contexto varios
son los riesgos. El mas peligroso es el de “esperar a que escampe”, a que las
cosas mejoren solas, a que la economía se recupere y con ella todo lo demás. El
otro, igualmente peligroso, es el de tomar decisiones precipitadas y erróneas
envueltas en la urgencia de las soluciones y en la necesidad derivada de la
caída de los ingresos.
De medidas como la
reducción de la estructura organizativa o la fusión de organismos, sin duda
inevitables en muchos casos, no pueden esperarse resultados que respondan a los
problemas de fondo a los que se enfrentan hoy los sindicatos de clase en España
y en Europa. Se hecha en falta una autocrÍtica rigurosa para ir detectando los
errores cometidos, lo que no se ha hecho bien, lo que hay que corregir. Porque
están a la vista, percibimos los síntomas, pero falta tal vez un diagnóstico
acertado del mal que nos aqueja, y sin él, es muy difícil poder acertar luego
en las soluciones, en las medidas a tomar. Medidas organizativas y
administrativas, claro que si, pero también y sobre todo de política y
estrategia sindical.
Así por ejemplo, la
época de los grandes pactos sociales parece haber quedado atrás, y la realidad
impone hoy escenarios de reivindicación, de lucha y de denuncia desde abajo y
desde arriba, con herramientas adecuadas para ello como medios de comunicación
y de información propios, al servicio de la causa y los intereses de las clases
trabajadoras.
Igualmente, las carencias y debilidades de la
negociación colectiva ponen de manifiesto la necesidad de una mayor
intervención de los poderes públicos en las relaciones laborales.
Tras la crisis económica ha llegado la social
y la política, de manera que el país entero está sumido en un “fin de ciclo” y
se encamina hacia una nueva etapa política que no puede perfilarse ni construirse
al margen y menos aún contra los intereses de la clase trabajadora.
La renovación de
cuadros dirigentes es una necesidad, aunque no sea tarea fácil en los tiempos
actuales. Sin renunciar a la propia historia y con el concurso de todos, corresponde
a los más jóvenes construir el futuro y ha de abrIrseles el camino para ello.
Lo están haciendo los partidos políticos, y han de hacerlo también los
sindicatos.
El “sindicalismo de servicios”, imprescindible
sin duda, ha de ser necesariamente compatible con el de transformación social y
política. El sindicalismo no puede dar la espalda a la política dejándola en
manos de banqueros y grandes empresarios. No puede ignorarse que los jubilados
y los trabajadores en activo, parados o con empleo, tienen en sus manos su
futuro y el del país si saben utilizar sus votos.
La financiación del
movimiento sindical sigue siendo una asignatura pendiente en España que ha de
abordarse de una vez, sin subterfugios, con claridad y rigor, salvo que se de
por buena la tesis de los que dicen que “el mejor sindicato es el que no
existe”. La protección de los derechos del trabajador y la trabajadora, o la
hace el estado, o un movimiento sindical fuerte y democrático, o ambos a la vez.
Pretender que sea el propio mercado el que regule sin mas los salarios y las condiciones de
trabajo, conduce a la pobreza y a nuevas formas de esclavitud y dependencia.
La unidad sindical,
sino orgánica sí de acción, es una demanda y una exigencia de la clase
trabajadora que los sindicatos no pueden ignorar. El actual modelo de
elecciones sindicales en España puede y debe ser mejorado y revisado.
El sindicalismo en
España atraviesa un tiempo difícil si, pero sigue siendo una herramienta
imprescindible, que pertenece única y exclusivamente (no se olvide) a la propia
clase trabajadora. Sindicatos de clase y sindicalistas tienen ante sí enemigos
poderosos que si pueden, los destruirán sin reparar en los medios para ello.
Por fortuna, los
sindicatos españoles, todos ellos, cuentan con centenares de buenos
sindicalistas. Hombres y mujeres honrados, comprometidos y hasta ejemplares, lo
que no impide la existencia de traidores y corruptos que deben ser denunciados
y expulsados de sus organizaciones, y por supuesto sometidos a todo el rigor de
la justicia cuando proceda.
Poseen los sindicatos
pues, todavía, lo mas importante para encarar la difícil realidad actual e iniciar
el camino para recuperar los derechos arrebatados a la clase trabajadora. No
poseen edificios o grandes patrimonios inmobiliarios o financieros, pero si lo
principal: capital humano. Además, no
hay otro camino, la receta neoliberal de “pasa de sindicalismo y de política,
ocúpate de lo tuyo y verás resuelto tu problema” es una gran mentira. De esta,
o salimos juntos, solidariamente, o no saldremos.
Xesús Mosquera Sueiro /
25 de noviembre de 2014
1 comentario:
Guereñu dijo: estoy muy de acuerdo y las reformas en los sindicatos deben ser de calado, pues los tiempos son muy otros. Por cierto que ayer escuché a un dirigente vigués del Partido Socialista decir que no cree en los sindicatos. Sin matices de ningún tipo. Se trata de alguien que proviene de la Liga Comunista Revolucionaria...
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