jueves, 27 de noviembre de 2014

Violencia de género: una lacra de largo recorrido.


El catalogo siniestro de la violencia de género, comporta no es solo una acción  desalmada contra la integridad física de la víctima, sino una coacción psicológica que refiere las alteraciones patológicas de mente del maltratador. Algo siempre acompañado de deleznables agresiones a la libertad sexual de la persona, violación, requisa de su libertad, etc. 

 Acciones viles que comete el hombre (es una simple descripción), desde su condición de cónyuge, o cualquier otra ligazón relacional con la víctima y que puede producirse durante la convivencia, en momentos previos a ella o una vez terminada.  No es un suceso nuevo. Durante siglos  ha convivido su aciaga práctica en diversas culturas con amplia tolerancia. Sin ser ajenas a ello, el caldo de cultivo auspiciado cuando no bendecido por muy diversas confesiones religiosas en diversos territorios.

A lo largo y ancho del planeta como una sucia mancha se extiende la práctica de la violencia contra la mujer. Asoma en continentes distintos con características particulares en cada caso. La esclavitud sexual en amplias zonas de Asia y África acompañada de lucrativos negocios, la ablación clitoridiana practicada en los países árabes, el suplicio del vendaje de pies de las niñas en muchas regiones de China, el tratamiento de la mujer en Japón, la impunidad de las violaciones en la India… Una violencia que en ocasiones llegó a ser un fin en sí misma. La antropología y la psiquiatría debieran darnos razón a algo que para el humanitarismo carece de razón. Es una plaga que sufre más de la mitad de la población del planeta desde siglos y que tiende a  aflorar con mayor virulencia allí donde la desigualdad social es mayor, la cultura es menor, y la libertad no tiene espacio.  Cuando la escasez de recursos económicos asfixia una sociedad, esta carencia habitualmente se salda con la empobrecimiento absoluto y la máxima precariedad del género femenino…Son sociedades donde el hombre se aferra compulsivamente al poder político y económico. Y en las que siempre está en juego en última instancia, las relaciones de poder entre los sexos, el control y dominio de las mujeres  y el mantenimiento de la sumisión de estas.

La violencia es una espiral diabólica cuya mayor manifestación es que se ejerce sobre los ideales y los derechos de los demás. En este caso sobre la población femenina. Otra de sus expresiones es la incomunicabilidad. El muro de silencio y de distancia como elemento de violencia... Quien ejerce la violencia, desconoce su mísera condición e ignora en su personalidad trastornada, que la violencia es el la impotencia del cobarde. Y una expresión de su propio miedo. El maltratador es un ejerciente de la agresividad más violenta. Cuya ofuscación le impide ver que lo que se obtiene con violencia solo se puede mantener con violencia.  La violencia de genero es en gran medida, el miedo a la sensibilidad, los sentimientos y las pasiones de la contraparte… y la poca confianza en las propias...

Violencia de género, es la violencia de la agresión física ejercida sobre una mujer, con brutalidad enfermiza y cobarde, en la que siempre se agazapa un instinto asesino incapaz  de la percepción de la moral y el amor. Pero también es, esas palabras y actitudes que no dejan moretones en la piel pero si llagas en el alma y en la autoestima. 

Hoy al igual que en el pasado  la violencia basada en el género traspasa toda  frontera social, y encuentra fácil propagación en las crisis económicas que sumadas a los programas de ajuste estructural se combinan muchas veces con gobiernos autoritarios y represivos, propiciando la violación de los derechos humanos y la pérdida de libertades políticas. La corrupción que acompaña tales  procesos comporta también una crisis de legitimidad del estado y de moralidad de la ciudadanía. En esta ecuación,  la mujer, el eslabón más débil, en una geografía muy extensa, soporta sobre si la mayor dureza de la situación. .

Uno de los más crueles ejemplos es el tráfico de mujeres y niñas para practicar la prostitución. A día de hoy sigue siendo una de las formas más antiguas, pero absolutamente floreciente de explotación sexual y violencia contra la mujer…Cosificadas hasta extremos inhumanos, su vida es absolutamente secundaria dentro de la trama extorsionadora de explotación. Una prostituta es un ser invisible  en  una sociedad con la sensibilidad cauterizada.

Si el gran objetivo es construir una sociedad democrática presidida por el respeto a los derechos humanos, el paso ineludible es contribuir a elevar la capacidad crítica tanto  de la mujer como del hombre desde la edad más temprana, frente a la sociedad que la discrimina. Contribuir hombres y mujeres a recuperar el rol de estas en pie de igualdad con los varones. Entre ambos géneros, construir espacios de paridad y participación en un plano de igualdad de oportunidades.
 No cabe racionalmente construir el futuro ni la democracia pisoteando los derechos y la dignidad  de más del cincuenta por cien de la ciudadanía. Ninguna sociedad  puede calificarse ni  civil ni éticamente digna, mientras en ella se ampare, se ignore o no se reproche moral y penalmente con la mayor severidad cualquier atisbo de violencia sobre la mujer o menoscabo de sus derechos.

Antonio Campos Romay

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