martes, 2 de diciembre de 2014

A medio siglo de las huelgas del norte

Hace medio siglo que los mineros de Asturias y las mujeres de aquella tierra, los obreros de las empresas navales de Vizcaya, los trabajadores de varios sectores industriales de España, en el año 1962, iniciaron una serie de acciones reivindicativas y huelguísticas que son un ejemplo de solidaridad, de lucha, de entrega y valentía. Creo debemos recordar aquellos hechos porque anticiparon las conquistas que, tras la II República española, disfrutamos más tarde, hoy mismo a pesar de las dificultades. 

En la cuenca minera asturiana, en sus pozos de La Camocha, María Luisa, La Nueva... y en trantos otros que se encontraban -y aún se encuentran- en los valles de Laviana, El Entrego, Langreo, Sotrondio (siguiendo el Nalón) Mieres, Turón, Figaredo, Lena, Moreda (siguiendo el Caudal) y en otros pueblos encajados entre los verdes y lluviosos prados de la Asturias interior, en contacto con la vecina provincia de León, se dio hace algo más de cincuenta años uno de los testimonios más señeros, honrosos, notables, de la lucha de los trabajadores por sus derechos, por su dignidad y por las libertades que hoy disfrutamos. 

El franquismo y sus secuaces, pandilla de criminales que se habían encaramado al poder sobre casi medio millón de cadáveres, se encontraban en la fase "dulce" de su tétrica existencia. Superados los años de hambre profunda, reconocido el régimen internacionalmente, entrados los tecnócratas del OPUS en los gobiernos del dictador, parecía que se abría un camino de prosperidad limitada para España. Es cierto, pero las desigualdades entre unas regiones y otras, entre el campo y la ciudad, entre el sector servicios y los más esforzados mineros, metalúrgicos, estibadores, mujeres y hombres que vivían todavía con rentas bajísimas, sin derechos, sin libertad, demostraba que el franquismo había fracasado, si esto no fuese evidente por su sistema de oprobios y crímenes. 

Todo empezó porque una nueva generación de trabajadores, que no habían participado en la guerra civil directamente, aunque la habían sufrido, creyeron que era el momento de de decir que los salarios eran de miseria, que las condiciones en la mina eran peligrosísimas e inhumanas, que la falta de libertades les constreñía ante necesidades imperiosas. La tracción de las carretas aún animal, los entibos de las minas sin seguridad alguna, los números en los pozos que recordaban a los muertos, la silicosis haciendo estragos a edades relativamente tempranas... 

Los ugetistas que militaban también en el Partido Socialista, los comunistas que luego formarían Comisiones Obreras, los trabajadores de las cuencas que escuchaban Radio España Independiente (emisiones desde Bucarest) los trabajadores de la JOC (Juventud Obrera Católica) y de la HOAC, todos hicieron piña para hacerse oir, para una huelga extraordinaria, heroica, en el año 1962, que luego se prolongaría con otra más, masacrados en esta última por la represión franquista, exitosa la primera al conseguir un aumento sustancial del precio de la hulla y de los salarios, y que se extendió al naval de Vizcaya a la provincia de Guipúzcoa, a pequeñas empresas auxiliares del metal y de la siderurgia. 

Intelectuales y estudiantes se sumaron a la lucha de los trabajadores (inéditamente encontramos a Menéndez Pidal firmando un documento de solidaridad), en Madrid y Barcelona surgen movimientos de protesta y apoyo a los huelguistas del norte, donde encontramos líderes forjados por sí mismos, donde ya despuntara en Vizcaya Nicolás Redondo. En las campas, en las bocas de las minas, en las plazas de los pequeños pueblos apiñados en la estrechez de los valles, en los chigres asturianos, en cualquier sitio suficientemente liberado de la policía franquista, se sucedían las reuniones. Los tenderos fiaban a los huelguistas, las mujeres echaban maíz a los que no abandonaban el trabajo ("gallinas")... los jefes y administrativos que no se sumaron a las huelgas pero sí se beneficiaron del aumento salarial que se consiguió. Palizas terribles en los calabozos, crímenes más cobardes que otros crímenes, abusos, heridas y lesiones padecidas, cabezas rapadas a las mujeres para humillarlas, pero aquellas fuerzas policiales miserables no consiguieron sino el efecto contrario. El arrojo y la decisión más ejemplares.

El ministro Solís Ruiz, hipócrita y sonriente, demagogo y cobarde, bajó a a uno de los pozos para "negociar", no con los "representantes" del sindicato vertical, sino con los trabajadores y sus líderes espontáneos, o forjados durante años en el silencio más o menos forzado por la dureza de la vida. Aquella visita legitimó, sin quererlo el régimen, al movimiento obrero asturiano, a los mineros que se plantaron durante varios meses, sin medios, sin salario, con la hambruna acechándoles, con los hijos esperando un mendurgo de pan, con el país atosigado por las contradicciones y la miseria de buena parte de la población, con las mentiras del régimen, con el "seiscientos" y el comienzo de un turismo cutre de españoles engañados. 

Libros y películas ya se han hecho eco de aquellas gestas, que se prolongaron en los años siguientes, que tenían sus precedentes en los últimos años cincuenta, mientras en la bávara ciudad de Munich se celebraba la reunión que Franco tachó de "contubernio" y los que habían mostrado una oposición tímida al franquismo se arrimaron a los mineros a la vista de otros tiempos que adivinaban próximos. Aún faltarían trece largos años para la muerte del dictador, algunos más para el gran salto hacia una Constitución que devolviese a España su dignidad, la legalización de todo el mundo, la salida de la cárcel de los presos políticos... como aquellos cientos de mineros que fueron arrastrados a las celdas en la segunda huelga de 1962. 

Honor a los que nos marcaron el camino aunque vivamos tiempos muy distintos (no tan distantes) porque vendrán otros años en los que sus enseñanzas nos serán útiles, pues vanamente creen los estúpidos que no volverán tiempos en los que las viejas luchas sindicales tendrán que ponerse otra vez sobre la mesa.

L. de Guereñu Polán.

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