domingo, 14 de diciembre de 2014

El caso de Pontevedra

No sé si en alguna de las esferas del Partido Socialista se habrá analizado con la suficiente profundidad y sinceridad el caso de los sucesivos fracasos electorales de dicho partido en las elecciones municipales de Pontevedra. Debo suponer que la respuesta es negativa, pues de los contrario se habrían puesto los medios para que dichos fracasos no se repitiesen una y otra vez, a cada cual con peor resultado. 

Desde el año 1983, en que el Partido Socialista obtuvo ocho escaños, el máximo hasta este momento, los resultados han sido a la baja o, en todo caso, por debajo de aquella cota. El colmo ha llegado en las últimas elecciones locales, con tan solo tres escaños y muy por debajo de los apoyos populares que el Partido Socialista obtuvo en anteriores convocatorias. ¿Solo tres escaños en una capital de provincia, donde se supone que la independencia de criterio está más asegurada que en las zonas rurales, donde el clientelismo es menos probable y capitalizar la marca PSOE es más factible? ¿Donde están los votantes socialistas de las elecciones de 1983 -con aumentos considerables del censo desde entonces- y en las elecciones generales? 

La agrupación socialista de Pontevedra, que conocí bien hasta hace algún tiempo, siempre contó con una militancia sedicente. Ha sido muy difícil aunar a unos y otros en torno a unos objetivos que debieran ser compartidos, máxime cuando en aquel lejano año 1983 la derecha se presentó unida y la izquierda fracturada, capitalizando el PSOE toda la representación institucional de dicho espectro ideológico. En la falta de cohesión de los militantes creo que está una de las causas de los sucesivos fracasos, pero no solo.

Los dirigentes locales no han tenido la oportunidad de consolidarse como líderes para que fuesen identificados por la ciudadanía en su tesón y constancia. Se les sustituyó a la primera de cambio, sin razones de fondo, por un "quítate tú que me pongo yo" tan común también en otras manifestaciones de la vida societaria. La escasa trabazón con la Unión General de Trabajadores, viviendo la agrupación socialista al margen de aquella, creo que es otra de las razones. Más grave aún ha sido el cambalacheo con el gobierno derechista por parte de la minoría socialista.

En la agrupación socialista de Pontevedra no se ha promocionado suficientemente a los líderes vecinales, que escaparon despavoridos en no pocas ocasiones ante la falta de seriedad de unos y otros. Desde mi punto de vista ha faltado un trabajo sectorial en las diversas actividades y facetas de la ciudad: agrupaciones culturales, vecinales, deportivas, profesionales, sectores en crisis... y una indefinición muy contraproducente en temas como la necesaria industrialización del municipio y el mantenimiento de las pocas empresas de dicho sector en el mismo. Nunca el Partido Socialista en Pontevedra ha tenido claro que los puestos de trabajo de los empleados de ENCE deben estar por delante -o al menos formar parte de la discusión- que los inconvenientes medioambientales de dicha empresa, cuyo principal problema es el emplazamiento. 

Ha existido un endémico cainismo entre unos y otros que ha desalentado a no pocos. De hecho, buena parte de los más destacados militantes de los años setenta y ochenta no están hoy en la agrupación pontevedresa (y con ello no estoy aludiendo a mí mismo, que causé baja por mi exclusivo deseo y responsabilidad). Los devaneos con una prensa local ávida de carnaza barata han sido otras de las tentaciones -y de los siniestros- de la agrupación pontevedresa, filtrándose a los medios cualquier desavenencia y tomándola como refugio de vendetas de poca monta. 

Personas de gran valía personal y profesional han preferido buscasrse acomodo -no digo que no hayan cumplido con su deber- en instituciones distintas de la capital, cuando ganar unas elecciones locales hubiese sido un factor de afianzamiento para futuras empresas. No hay razones objetivas para pensar que Pontevedra sea hostil a las candidaturas socialistas, pero sí las hay subjetivas y de una total falta de reflexión (desmiéntaseme si no es así) por parte de todos los que aún están dentro y ocupan puestos de dirección. Formar parte del gobierno local como si de una muleta se tratase (el cojo es el BNG y el bastón el PSOE) es muy contraproducente, porque todo lo positivo lo capitaliza quien tiene la alcaldía y, por lo tanto, los resortes del Ayuntamiento. Permitir gobernar a los nacionalistas y llegar a acuerdos puntuales con ellos, condicionando permanentemente su política, obligándoles a aceptar las propuestas socialistas, es más inteligente que formar parte de un gobierno para ser fagocitados, sin perfil propio. Es de esperar que las razones para hacer lo que se hace no sean honorables.

En el año 1983 la relación de escaños municipales entre el PSOE y el BNG era de 8-0 a favor de aquel; ahora la diferencia de ocho es a favor de este. Para esta deriva tiene que haber causas: discernirlas, corregir los errores y ponerse a trabajar con lealtad son condiciones imprescindibles. Las primeras encuestas que se han hecho públicas para las próximas elecciones locales dan al PSOE un resultado aún peor que los tres escaños que ahora tiene. No creo que se dé este caso, pues el "suelo" de todo partido tiene un límite y más abajo de lo ya caído, es casi imposible. 

L. de Guereñu Polán.

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