domingo, 7 de diciembre de 2014

La decadencia de España

No me refiero a la que de tanto se ha escrito durante el siglo XIX, sino a la actual, a la situación a que hemos llegado por la acción da algunos, la negligencia de otros, el adocenamiento de muchos y el triunfo de ese espíritu que tanto mal ha hecho a las sociedades de uno y otro lado: la meritocracia. Para medrar hay que hacer méritos sin miramientos, sin sentido moral alguno, dando el máximo de codazos posibles para apartar a los competidores y ponerse uno en el lugar adecuado.

España ha salido hace menos de cuarenta años de una dictadura de la que han quedado, al menos en las dos primeras décadas, no pocos resabios. La transición democrática -no creo que lo duden muchos ya- no fue modélica aunque sí realista, pues quizá no fue posible otro camino con un ejército encolerizado y todavía activo aunque con el dictador muerto. Los revisionistas del régimen le traicionaron, pero se guardaron para sí las prebendas en el nuevo con el que no se identificaban mas que de nombre. Por eso no ha sido posible juzgar a ninguno por sus crímenes, por eso el Gobierno actual niega la justicia universal a requerimiento de una potencia económica (o a requerimiento de su propia conciencia) por eso la insatisfacción de muchos veteranos y de las nuevas generaciones que ven las insuficiencias de lo conseguido hasta ahora. 

No ha sido poco el esfuerzo, no han sido pocas las víctimas que han quedado en el camino y a las que debemos honrar, no han sido pocos los logros pero, aún así, desde la década de los años noventa pasados, el desdén, el desinterés por corregir las graves desviaciones que se estaban produciendo, sobre todo en la moral pública, han traído el hartazgo actual. Luego hemos estado gobernados por un criminal de guerra, por más que al expresidente Aznar no le veamos nunca ante un tribunal internacional; ahora estamos gobernados por una pandilla de delincuentes, ya por acción o por omisión, que han llenado de oprobio y mezquindad a todo el país, de pillos y ladronzuelos, de ladrones de postín y de miserables sin cuento. El presidente Rajoy ha estado toda su vida política rodeado de delincuentes: cuando fue presidente de la Diputación de Pontevedra, cuando fue vicepresidente de la Xunta de Galicia, cuando fue ministro de varias carteras y ahora. Pero él sin rubor.

La crisis económica ha hecho el resto, y creo que al menos ha tenido una faceta positiva (ojalá no hubiera dejado en la cuneta a millones de españoles) y es que ha puesto al descubierto la corrupción generalizada en el sector de la construcción, en la administración pública, en los Ayuntamientos y Diputaciones, en los partidos políticos, en la banca, en la patronal, en los sindicatos (más en unos que en otros) en los medios de comunicación, incluso en la Universidad y en casi todos los sectores de la vida nacional. El partido en el que se apoya el Gobierno de España es una gran cloaca que lo ifecta todo, que desalienta a la población, que desmoraliza a muchos, que da el peor ejemplo a la juventud y a cualquiera que tenga un mínimo escrúpulo.

El partido que sostiene al Gobierno actual tendrá unos cuantos millones de apoyos en las próximas elecciones (municipales y generales). Se trata de personas con menos escrúpulos que las demás, personas que serán fieles al partido de la corrupción antes que dar paso a otros, los fieles de una España tradicional, retrógrada, sumida en la mentira y que defrauda incluso a sectores de su propio electorado (ley de interrupción del embarazo, por ejemplo). 

España vive un mal momento, puede que como otros países, pero a nosotros nos interesa poner de manifiesto lo que más nos toca, denunciar a aquellos que han tomado al país como un patrimonio que es factible repartir a unas cuantas familias que, a la postre, son las que siempre lo han tenido. 

L. de Guereñu Polán.

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