martes, 9 de diciembre de 2014

¿Que es la democracia?

Antes de nada pido perdón por pregunta que puede considerarse tiene una respuesta muy elemental, pero a los tiempos que hemos llegado, cuando la democracia está amenazada por todos los costados, no vendrá mal recordar cuestiones elementales. 

Una vez que sabemos que la democracia de los antiguos griegos no tiene nada que ver con las aspiraciones de millones de personas en el mundo, porque en aquel lejano tiempo lo único que se consiguió fue que los hombres libres (una minoría) accediesen a las magistraturas, pudiesen participar en la asamblea de la polis y votar, tampoco podemos sertirnos orgullosos de la democracia actual. En primer lugar porque se encuentra vicidada de dirigentes que no reciben el merecido castigo, pero también porque la pasividad de buena parte de la población permite que gobiernen. Leí una vez un pasquín portugués en el que se decía que no se podía protestar como un león y votar como un jumento (en portugués tenía aún más gracia).

En cierta ocasión los alumnos del Instituto donde yo impartía clase no se pusieron de acuerdo respecto de a donde ir de excursión por el fin de estudios: unos fueron partidarios de un periplo por el centro de España y otros qusieron ir a Nápoles. La dirección del centro (contra mi opinión) lo permitió, de forma que aquel año se hicieron dos excursiones, una para los alumnos de padres con posibles y otra para los menesterosos. Fue una medida antidemocrática a más no poder, porque se puso de manifiesto que era la renta disfrutada la que permitía apuntarse a una u otra opción.

La democracia plena, la de verdad, la que no quieren los poderosos, es aquella en la que la población tiene un nivel de renta, de riqueza y de formación muy simililar, de forma que a la igualdad jurídica conseguida por las revoluciones liberales del siglo XIX, se haya unido la igualdad económica que está por conseguir. Lo que más se parece -muy de lejos- a esta democracia de la que hablo es el "estado del bienestar" que algunos países europeos empezaron a extender tras la segunda guerra mundial. Ni siquiera en Estados Unidos se ha llegado a ese estado del bienestar, pues el porcentaje de pobres sobre la población total es abrumador. 

Si la legislación de nuestros estados no va dirigida a reducir las diferencias de renta y de riqueza, ya podemos extender los derechos civiles, lo que está bien, ya podemos tener derecho al voto, a manifestarnos, a pleitear, a no ser tratados como vasallos, etc., que no habremos avanzado gran cosa respecto de lo ya conseguido. Y téngase en cuenta que en muchos países se ha retrocedido, en los últimos años, respecto de la situación hace una década, por ejemplo. 

Las mafias se han extendido a China, Rusia y otros países emergentes; los paraísos fiscales niegan datos a los jueces que intentan perseguir el crimen (Suiza es un ejemplo, el corazón de la democrática Europa); las mafias italianas, japonesas, mexicanas, estadounidenses, etc. no son las únicas. En España hemos vivido las mafias del contrabando y la droga; en el sur de Francia ha sido endémico el caso de la mafia marsellesa. ¿Para que seguir?

El poder judicial es un baluarte fundamental para conseguir la democracia a la que algunos -creo que muchos- aspiramos: el poder que, con los medios extraordinarios que debe tener, persiga a los poderosos que tienen patente de corso para delinquir. Es cierto que la lucha contra el crimen ha tenido éxitos clamorosos, pero son muchos más los casos en que no es así. Esto desalienta a las personas de buena fe, incluso a las que no aspiran a la democracia plena, sino que se conforman con que haya más honradez que delito, más riqueza que miseria, que aspiran a que los primeros que den ejemplo sean los gobernantes, los empresarios, los que están en la cúspide de la sociedad, que no dan ese ejemplo. 

Ya sé que los ensayos que la historia la legado para igualar a las personas mediante la abolición de las clases sociales, mediante el control de la economía por parte del Estado, han fracasado, pero esto no quiere decir que se deba abandonar todo ideal de democracia plena, que todavía creo merece el nombre de democracia socialista, aunque algunos le llamarían de otra manera y otros no quieren ni oir hablar de ella. 

Para empezar creo que los estados, en manos de gobiernos de izquierda, debieran volver a ser fuertes, intervencionistas, resueltos colaboradores a nivel internacional para acabar con la hegemonía de las grandes corporaciones económicas que dominan al mundo. Claudicar de este ideal es estar perdidos, es hundirnos más de lo que estamos. Un Estado con recursos para atender tantas necesidades como la sociedad tiene es absolutamente necesario, por mucho que se critique la burocratización del mismo. Un Estado débil es el "estado gendarme" que quisieron siempre los liberales doctrinarios, partidarios de predicar una cosa y hacer la contraria. 

Luego está otra amenaza: la de los nacionalismos y populismos de estrema derecha, que avanzan en Europa como las hordas medievales. Estar atentos a este fenómeno no es cuestión baladí. Es fundamental para empezar con buen pie una nueva etapa del avance de la democracia en el mundo. 

L. de Guereñu Polán.

1 comentario:

Suso Mosquera dijo...

Coincido en la necesidad de recuperar el papel del estado y con ello la gestión publica de "lo publico". Lástima que las cosas no parecen ir por ahí y algunos que debieran estar atentos a ello no se yo si se están enterando. Las negociaciones sobre el Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP), se encaminan a mas poder todavía para las multinacionales frente a los estados, y por tanto frente a los ciudadanos.