sábado, 31 de enero de 2015

Nivel bajo

Hace ya años, sobre todo desde que el PP ganó las elecciones en 1996, que el debate político ha descendido de nivel hasta la alarma. Una alarma que no sé si notarán muchos, pero que hace de la política una actividad adocenada y permite el acceso a los principales puestos a los más mediocres y arribistas. No hay más que ver a los dirigentes del partido que gobierna España, emponzoñados en casos de corrupción, inasequibles durante décadas en puestos de responsabilidad sin haber aportado absolutamente nada a los problemas de los españoles, disculpando siempre al delincuente de guante blanco, exigiendo la máxima severidad con los humildes.

No es el único partido que tiene cuadros dirigentes de baja talla política. El Partido Socialista no cuenta ahora con un José María Maravall, el único ministro de educación -en mi opinión- que merece ese título, capaz de darle la vuelta a un sistema que segregaba y empezar otro que integraba y trataba de manera desigual solo para atender las necesidades de los desiguales. Eso mismo podemos decir de los dos más notables dirigentes socialistas de los años setenta a noventa: no hay hoy un comunicador como Felipe González, ni un látigo para la derecha de todas las clases como Alfonso Guerra; no hay intelectuales de presgitio internacional como Fernando Morán o Tierno Galván, no hay quien se pueda comparar a la clarividencia de Luis Gómez Llorente, a la oratoria de Pablo Castellano, con el sentido social de Matilde Fernández o la abnegación de Carmen Garcia Bloise. Podríamos seguir citando al notabilísimo Enert Lluch, a Enrique Barón, a José Borrell, sindicalistas como José Luis Corcuera, juristas como Fernando Ledesma, luchadores y profesores como Jorge Semprún y Solé Tura respectivamente; extraordinarias gestoras públicas como Ángeles Amador...

Oirles hablar era, siempre, tener respuestas, pasto para consumir en la mente, ideas para ser repensadas; nunca entregados a la vocingleria de los platós televisivos; sabiendo que un dirigente político no se puede comparar con un tertuliano del tres al cuarto, que representar a un partido centenario no es lo mismo que hablar por hablar. Nadie, hoy, en el Partido Socialista, cuestiona el sistema capitalista. No para proponer una revolución a todas luces indeseada por la población, sino para arrancar de ello propuestas que contribuyan a extender la idea de que es un sistema intrínsecamente malo. Hasta tal punto el "pensamiento único", el sistema del que es expresión la actual Unión Europea, se ha enseñoreado de las organizaciones políticas tradicionales, el socialismo entre ellas, que se rehuye cualquier compromiso más allá de mostrarse pretendidamente distinto de "lo" que nos gobierna. Así vemos al señor Shultz, socialista alemán, decir lo mismo al recientemente elegido gobierno griego que la señora Merkel o que el FMI. Otro tanto ocurre en España a pesar de la buena voluntad de la dirección recientemente elegida. 

Se olvida con frecuencia que el Partido Popular ha ganado las últimas elecciones europeas, hace unos pocos meses, ya en plena crisis y con los brutales recortes sociales de por medio; al Partido Socialista no se le ha ocurrido convocar a toda su militancia y ciudadanía a una gran concentración en Madrid para demostrar su fuerza, porque desconfía de que la tenga; porque se ha enajenado el apoyo de muchos veteranos, de muchos jóvenes, de muchos trabajadores, de muchos ciudadanos españoles. Desde aproximadamente el año 2008 e ha perdido lamentablemente el tiempo. No se ha aprendido la lección del año 1996, obcecados por el triunfo en las elecciones de 2004. 

Bajo nivel en las demás organizaciones políticas y sindicales del país, desde una izquierda sedicente y minoritaria, pasando por alguna que otra organización emergente que lo único que sabe es dar voces sin contenido, pasando por los viejos nacionalismos que tuvieron en los señores Roca o Beiras sus máximos exponentes. ¡Que diferencia de nivel! Aquellas generaciones de políticos españoles se habían forjado en la oposición a la dictadura, en el trabajo sindical, en las asambleas, en los barrios, en los centros de trabajo... Entre la derecha ¿donde hay hoy un Abril Martorell o un Landelino Lavilla? Hasta para mostrar la España más reaccionaria tenía su mérito el señor Fraga, que supo escabullirse en la democracia después de haber colaborado, en primera línea de fuego, con un régimen criminal. 

O cada vez que los socialistas salgan a la palestra pública hablan de paro, de economía, de seguridad, de convenios colectivos, de sindicalismo, de vivienda, de dependencia, de sanidad, de educación, de pensiones, de estudios sobre el porvenir de España... o hablan de cosas serias, o tienen la capacidad para comunicar lo que verdaderamente late en sus conciencias, o estamos perdiendo el tiempo. El nivel bajo puede valer para esos estados declinantaes del final de un régimen, pero no para ilusionar a un pueblo que está, creo yo, en el más absoluto de los despistes, con la más vehemente de las rabias. 

L. de Guereñu Polán.

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