Laureano Calderón |
Uno de los científicos que se posicionó a favor de la razón fue el
cántabro González Linares, que llegó en 1872 a la Universidad de
Santiago de Compostela para enseñar Historia Natural. Entonces el nivel
de especialización no era tan limitado como en la actualidad, por lo que
no era extraño que un abogado a su vez fuese experto en geología y en
fármacos. González Linares fue geólogo y zoólogo y estuvo en Santiago
durante tres años agitando a la ciudad con sus conferencias y trabajos.
Aquí conoció al madrileño Laureano Calderón, institucionista como
González Linares. Calderón era, desde 1874, catedrático de Química
Orgánica en la Universidad de Santiago.
Por aquellos tiempos mandaba como ministro de Fomento Manuel de Orovio,
que provocaría no pocos problemas a la ciencia española y a la
Universidad. Su circular prohibiendo que se enseñase en las aulas
cualquier cosa que pudiese entrar en contradicción con el dogma católico
encontró no pocos opositores, como Castelar y Salmerón, luego serían
presidentes de la I República española. Luego volvió al ministerio de la
mano de Cánovas, en lo que este demostró lo poco que le quedaba de su
participación en los movimientos de 1868. Orovio se había atrevido a
decir oficialmente algo como lo siguiente:
...los perjuicios que a la enseñanza ha causado la absoluta libertad,
las quejas repetidas de los padres y de los mismos alumnos, el deber que
tiene el Gobierno de velar por la moral y las sanas doctrinas y el
sentimiento de la responsabilidad que sobre él pesa, justifican y
requieren su intervención en la enseñanza oficial, para que dé los
frutos que pueden exigírsele. La "moral y las sanas doctrinas" eran
cosa de Orovio, no de cualquier persona en el uso de sus
responsabilidades. El Decreto de Orovio vino a derogar los artículos 16 y
17 del de 21 de octubre de 1868, por los que los profesores podían
elegir el libro "que se halle más en armonía con sus doctrinas y adoptar
el método de enseñanza que crean más conveniente". Por el artículo 17
los profesores no tenían obligación alguna de presentar los programas de
las disciplinas que impartían.
Es evidente que González Linares y Laureano Calderón estaban imbuidos de
los principios docentes que inspiraban esos dos artículos, como del
Decreto de 21 de octubre de 1868 que Orovio derogó en parte y que
autorizaba a cualquiera para fundar establecimientos de enseñanza. Entre
Ruiz Zorrilla, ministro en 1868 y Orovio mediaba un abismo en cuanto a
la concepción del liberalismo que cada uno quería para España, habiendo
evolucionado aquel desde el progresismo hasta el republicanismo a lo
largo de su vida.
González Linares y Laureano Calderón no estuvieron mucho tiempo en la
Universidad de Santiago, pero en aquellos años animaron el debate
científico, defendieron con apasionamiento y sus teorías, apoyadas en
las investigaciones de unos y otros, siendo una de las etapas más
importantes de la penetración de la ciencia en la ciudad gallega.
L. de Guereñu Polán.
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