viernes, 27 de febrero de 2015

El gran destrozo

Espero que haya responsables políticos en el Partido Socialista u otros progresistas que se hayan dado cuenta del gran destrozo que el actual gobierno ha realizado en materia de enseñanza. No se trata ya de reivindicar las grandes ideas de la Institución Libre de Enseñanza, que hace casi siglo y medio fueron la avanzadilla de muchas ideas pedagógicas europeas; se trata simplemente de volver a unas bases sobre las que se pueda avanzar y recuperar lo perdido.

La nueva ley de educación, que ha entrado en vigor recientemente, es una monstruosidad desde cualquier punto que se la vea. No respeta el principio fundamental de igualdad para los alumnos, prima descaradamente a la enseñanza privada y concertada, vulnera desde mi punto de vista la Constitución en materia de aconfesionalidad, incluso los acuerdos con el Vaticano de 1979, nos hace regresar a un tipo de enseñanza autoritario, retrógrado, olvidando las necesidades de los alumnos con más limitaciones y un largo etcétera.

Se hace desaparecer a los profesores de pedagogía terapéutica, se priva de contenidos al Consejo Escolar, se ningunea a los claustros de profesores, no concibe la enseñanza como un todo que empieza con los alumnos de corta edad para terminar en los estudios universitarios, se compartimentan los períodos y las etapas, se imponen pruebas que estaban ya proscritas por su inutilidad e injusticia (reválidas), se ataca a la universidad pública, se abandona la atenciuón a la diversidad en la enseñanza media...

Se ha dado un gran protagonismo a la Iglesia católica en la contrarreforma educativa del actual gobierno, que se ha comportado como un poderoso agente de reacción ante los avances que propiciaron la LOGSE y la LOE. Se vuelve a los principios de personajes como Poveda y Manjón, seguidor el primero de las Escuelas del Ave María del segundo. Se impone la tradición de la escuela de hace un siglo, obviando lo mucho que se ha investigado en materia de didáctica, pedagogía y práctica docente. Como hace cien años, se vuelve a rechazar el laicismo y el naturalismo imprescindibles en toda enseñanza científica. 

El indoctrinamiento vuelve a las aulas de la mano del Catolicismo como disciplina de obligada oferta por parte de los centros, convencido el actual ministerio de que "la religión es la única que puede curar radicalmente el mal". ¿No se puso en la picota a la disciplina de Educación para la Ciudadanía porque "adoctrinaba" en ciertos valores? Pues ahora el Catolicismo sí que inculca en los alumnos una doctrina que no es más que relativa, acientífica y solo de interés si se estudia en comparación con otras creencias y prácticas religiosa, como hecho cultural. 

Atrás quedan las aportaciones de pensadores españoles como Manuel B. Cossío o Joaquín Costa, que defendieron una enseñanza regeneradora, impulsora de las facultades de los alumnos, que persiguieron la educación de la voluntad. Atrás quedan el método intuitivo para sustituirlo por otro mecánico, que no profundiza en la razón de las cosas, que constriñe al alumno y le priva de la libertad de pensar, en la medida en que no se ponen los medios necesarios para ello (no todos pueden ser autodidactas).

La LOGSE y la LOE fueron concebidas para destinar más recursos a la enseñanza, sabiendo que en ella está el progreso de un país: la formación de los niños y adolescentes, la investigación y la formación profesional, la necesidad de las prácticas en todas las etapas educativas, la especialización creciente del profesorado... Muy al contrario, la actual ley de educación está concebida para ahorrar, para aumentar el número de alumnos por aula, para reducir el curriculum de las carreras universitarias, exigir pagos imposibles para muchos en un ciclo ulterior al grado.

No se ha pensado en la reforma de la inspección de enseñanza, que tiene importantes misiones que cumplir, ni en mejorar la política de becas (antes al contrario, reducirlas), no está pensada la actual ley para que la enseñanza abarque un mundo que está fuera de las aulas, sino para cumplir unos compromisos rigoristas y formales. Lejos de caminar hacia la secularización, la actual ley nos retrotrae a un fundamentalismo académico tan inconveniente.

Lejos de europeizar la enseñanza española se vuelve al casticismo y a una educación "nacional" en el peor sentido de la palabra. ¡Cuantos resabios de la dictadura franquista hay en la actual legislación! Razón tenía J. Costa cuando apuntó, muchas veces, que "en la escuela es donde se encuentra buena parte del problema de España". Una escuela que haga ciudadanos conscientes de sus obligaciones y sus derechos, que haga ciudadanos rebeldes ante la injusticia, ciudadanos que sepan -aparte sus íntimas convicciones religiosas- que no hay otra verdad que la de la ciencia, conscientes de que hay conquistas a las que no se debe renunciar.

Y es una ley la recientemente estrenada que deja de lado a las enseñanzas profesionales, después del esfuerzo que se había hecho por dignificarlas: no hay enseñanza profesional verdadera sin recursos y estos han de sacarse de donde están: las fuentes de riqueza del país y los bolsillos de los poderosos. No hay forma de una buena ley de enseñanza sin una buena ley hacendística. Se habla en la ley del actual gobierno de principios vacios, pues no se sostienen con recursos materiales... humo de pajas.

La labor que queda por hacer a quienes tengan la grave responsabilidad de reponer a la enseñanza en el epicentro de los problemas nacionales es inmensa, proporcional al destrozo que se ha causado. 

L. de Guereñu Polán.

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