Se ha
instalado en la sociedad europea, y muy en especialmente en la española, lo de
llamar a procesos y hechos de forma diferente a las que las definiciones del
diccionario establecen.
Y no
es ni casual, ni ingenuo, que sean los portavoces de gobiernos y de las fuerzas
políticas y económicas quienes hagan uso repetido, más bien abuso continuado,
de una práctica que se define por aquel aserto de de un dirigente de infausta
memoria: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Cierto
es que el diccionario no valora en sus definiciones la bondad o maldad de los términos
que define, por lo que hay buscar en otras fuentes aquello a que me estoy refiriendo. Aristóteles es una
fuente fidedigna y aceptada como referente en toda Europa, y en su Gran Ética lo
dejó claro hace ya 2400 años: Gastar donde es conveniente y solo en la cantidad
conveniente es virtuoso, pero así como el bien tiene una sola forma, el mal
toma varias, la avaricia, la tacañería,
la sordidez, la avidez o la voracidad, son la enfermedad multiforme de la
ilíberalidad. (Lo contrario a la virtuosa liberalidad generosa)
Para
ver si esto es aplicable a la Europa y España actuales bastará analizar la situación
basándonos en los objetivos declarados por sus dirigentes y sus documentos
básicos.
El
Consejo Europeo adoptó en 2010 la autodenominada Estrategia Europa 2020. Para
ese año, según el documento " debería
haber 20 millones de personas menos en riesgo de pobreza o exclusión social".
Sin llegar a lo de la Constitución
Española de 1812, de conseguir la felicidad, la actual recoge que una función
principal de la Nación es “…promover el bien de cuantos la integran…”
La
Comisión, en el documento de balance de Europa 2020 del pasado año, reconoce
que en lugar de progresar hacia el objetivo de reducción de 20 millones, la
pobreza y la exclusión social han aumentado hasta a afectar a 1 de cada 4
ciudadanos en la UE: 124,2 millones (2012), aumentando a razón de unos 7
millones de nuevos pobres por año. También recoge que el objetivo de empleo, 75%
de la población activa empleada, en lugar de progresar también se ha visto reducido
ininterrumpidamente, de 68.9% en 2009 a 68.4% en 2012, con un incremento del
desempleo de 7.1% en 2008 a 10.9% en 2013. Pero sobre todo, siendo este dato el
más preocupante, que el empleo ya no garantiza la salida de la pobreza,
Los
datos de Eurostat demuestran que los países que peor evolucionan, y con tasas
más altas, son generalmente los mismos que han estado bajo la supervisión de la
Troika o bajo una gran presión para reducir el gasto público mediante medidas
de austeridad (caso de España).
El análisis
de las causas lo completó el anterior
comisario de empleo Andor: “las recientes reformas fiscales han tenido un
impacto agresivo, donde las rentas bajas se han visto afectadas más duramente
que las demás.”
Llama
la atención que en ese tiempo, los países más radicalmente defensores de lo que
muchos expertos ya califican de austericidio (Alemania, Países Bajos y Suecia), son los que han
reducido sus índices de pobreza, lo que viene a ser prueba de que algo más que
la lógica económica lo que está detrás de las decisiones, como muy
probablemente es un nacionalismo camuflado de ortodoxia, no es de extrañar que surjan
en los “perdedores” movimientos de autodefensa con similar trasfondo
ideológico.
En los
últimos días la Red Europea de Lucha contra la
Pobreza y la Exclusión Social ha presentado un informe, sobre la
evolución de la vulnerabilidad social entre los años 2009 y 2013 en España, con
datos del INE, entre los 12,8 millones de personas a los que se refiere el
estudio, hay 9,6 millones bajo el umbral de la pobreza y 2,8 millones de
personas con una severa falta de recursos, en total más del 27 % de la
población, a pesar de un cambio del sistema estadístico (con los criterios de
2004 sería el 28,4%).
Aún
cuando es algo que se olvida casi siempre, hay que recordar que el conjunto de
la UE y España en 2013 produjeron sustancialmente la misma riqueza (según fuentes
tan poco sospechosas como el FMI o el BM)
que al comienzo de la crisis, por lo que la situación no deviene de que
haya menos recursos, sino de que se reparten de forma diferente.
Así
pues los copagos, las subidas del IVA, los recortes en el salario social
(Educación, Sanidad y Servicios sociales), desahucios, etc. no pueden ser calificados de algo
virtuoso como la austeridad sino parece más propio situarlos el lo que está
poniendo de moda la última película de impacto mundial: una sádica mortificación,
al servicio de intereses, que por mucho que se justifiquen propagandísticamente
no son nada virtuosos.
Febrero
de 2015
Isidoro
Gracia
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