Cuando Gisbert pintó el cuadro "Fusilamiento de Torrijos" en 1888 hacía
más de medio siglo del acontecimiento y uno de los representados, el que
se encuentra a la derecha, con los ojos vendados y atendido por un
fraile, es el extremeño Francisco Fernández Golfín, ya veterano
entonces, pues había nacido en 1767. Era de familia noble, lo que no le
impidió afiliarse al liberalismo y sufrir por ello. Ya en 1809 combatió
contra el ejército francés cerca del río Becedas, que desemboca en el
Alberche, en el curso alto del valle del Jerte.
Según Teodoro Martín expresó sus ideas en las Cortes de Cádiz
manteniendo vivas polémicas con el clérigo absolutista Blas de Ostolaza. Cuando regresó Fernando VII en 1814 fue condenado a diez años de
cárcel en el castillo de Santa Bárbara de Alicante, pero consigue la
libertad tras el levantamiento de Riego en 1820. Miembro de las Cortes
del "trienio", se tiene que exiliar en 1823 a Gibraltar, donde
participa, a partir del siguiente año, en la formación de la "Junta de
Gibraltar", auxiliar de la "Junta de Londres" contra el absolutismo. En
1831 se une a la expedición de Torrijos y ya sabemos su trágica suerte.
En los debates de las Cortes sobre la milicia nacional fue
partidario de que hubiese una selección previa para formar parte de
esta, pues "el alistamiento obligatorio en aquella suponía conceder
armas al enemigo de la Constitución; en los pueblos los campesinos
estaban dominados por el influjo del clero absolutista, eran precisos
unos requisitos para formar parte de la milicia". Tuñón de Lara
recogió una intervención de Golfín en las Cortes sobre los territorios
de América ya independizados de España: "... reconocer la independencia
de las provincias continentales de ambas Américas españolas... La idea,
que en ciertos aspectos se asemejaba al proyecto de Aranda del siglo
anterior, era crear una confederación de España y los distintos estados
americanos, de la cual el monarca asumiría el título de Protector y que
dispondría de un órgano supremo: El Congreso Confederal". Es evidente
que la propuesta llegaba demasiado tarde (no así la de Aranda).
Asombra la visión de Golfín en matria de enseñanza, pues ya en las
Cortes del "trienio" propuso "se pongan limitaciones a la enseñanza
privada, pues dejarla demasiado a la discreción de los padres, pudiera
seguirse que estos inspirasen en la tierna juventud máximas contrarias
al sistema político". Se comprende que un liberal de principios del
siglo XIX tenga una opinión tan intervencionista por parte del Estado en
materia de enseñanza, pero lo cierto es que el liberalismo se estaba
asentando con no pocos problemas; era la única manera de que las nuevas
generaciones viniesen instruidas por los poderes públicos en el respeto a
la Constitución.
Apoyó al Gobirno para que sancionase a los monasterios que vendían o
malvendían sus propiedades antes de que estas fuesen expropiadas por el
Estado, lo que nos da una idea de que la incuria en que cayeron muchas
propiedades eclesiásticas no se debe solo al proceso desamortizador,
sino a la política seguida por los monasterios. Teodoro Martín recoge
una intervención de Golfín en las Cortes reivindicando a los comuneros
del siglo XVI:
Trescientos años hace que aquellos hérores orpimidos con el peso de
la tiranía y despotismo, reputados como traidores a su patria, cubiertos
con todos los nombres de oprobio y de infamia con que se marca a los
mayores facinerosos, yacían casi del todo olvidados... El nombre de los
comuneros, tan ilustre en grandes acciones, que puede ser comparable con
cualquiera de los héroes más célebres de la antigüedad, es casi
desconocido de la mayor parte de los españoles, por pertenecer a una
época en que los progresos del conquistador Carlos V ocupan más la
atención de aquel reinado que las virtudes de aquellos ilustres
vencidos...
Una visión de la historia muy moderna, alejada de repetir los tópicos de
los reyes triunfadores y atenta a reivindicar los hechos de los que
lucharon por los ideales de su época.
L. de Guereñu Polán.
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