domingo, 26 de abril de 2015

Inmigrantes y refugiados

Que oleadas de inmigrantes van a seguir llegando al "primer mundo" parece no dudarlo nadie, y la prueba de ello es que cada país se arma con su política de inmigración más o menos aceptable desde presupuestos humanitarios. Las poblaciones quieren vivir, quieren escapar de la miseria y del hambre, y mandan a sus jóvenes -sobre todo- a buscarse la vida allí donde sea posible. Es mejor esto que el crimen sin miramientos.

La Unión Europea, a quien desde aquí he criticado varias veces por sus políticas indefinidas o nulas en materia internacional, se puede sentir orgullosa de que sea el espacio elegido por todos aquellos que escapan de la persecución política, de la tortura o de las medidas arbitrarias de gobernantes sin escrúpulos. Según leo en Eurostat más de 122.000 sirios han tenido que huir de su país para refugiarse en Europa, más de 41.000 afganos, más de 36.000 eritreos, pakistaníes, kosovares, nigerianos... Alemania y Suecia acogen a la mayoría, mientras que Italia sufre el doble problema de un número elevado de refugiados (más de 64.000) y una inmigración parecida a la española. 

De la misma forma que cuando se trató de combatir a la piratería en el Índico, la Unión Europea organizó una compleja patrulla naval para garantizar la pesca y la vida de los marineros en aquellas aguas ¿no es posible establecer este mismo método en el Mediterráneo (un espacio mucho más pequeño) para salvar a los que quieren llegar al sur de Europa en barcazas que no reúnen las mínimas condiciones y que les llevarán casi seguro a la muerte? Porque en esto demuestra una organización política (la U.E.) que tiene humanidad y defiende los derechos humanos. Las mafias que organizan estos temerarios viajes de inmigrantes encontrarían cortada su ventaja, porque las poblaciones engañadas serían devueltas a sus países en las condiciones debidas. ¿A que pagar a mafias que no van a garantizar el arribo a las costas europeas?

Ya se ha apuntado la principal política en esta materia: colaborar con los países que expulsan a su población emigrante para que encuentren acomodo en sus lugares de origen, pero ello es un reto a largo plazo, pues para que dé resultado la primera condición es que las oligarquías locales no sean las que administren la ayuda que pueda llegar a los países empobrecidos desde el "primer mundo". 

El caso de Siria es el más difícil de solucionar -en mi opinión- pues tan malo es que gobierne quien hasta ahora lo ha hecho como los que pretenden desalojarlo del poder. La extensión del "estado islámico" a territorio sirio complica aún más las cosas y las diferencias entre la U.E., Estados Unidos, Rusia y China sobre este asunto las hace imposibles. No queda otro remedio, pues, que seguir recibiendo refugiados en la Unión Europea a cualquier coste. Ahora se ve con meridiana claridad lo errónea y criminal de la política llevada a cabo por el Gobierno español del momento, junto con los máximos responsables de Estados Unidos y Reino Unido en Irak.

En cuanto a los refugiados que huyen del terror islamista, tengo la convicción de que uno de los regímenes más culpables de la actual situación -además de los terroristas- es el de Arabia Saudí, aliada de occidente solo para hacer negocios pero no para combatir al islamismo, que podría afectar a sus refinerías. La sociedad occidental no puede tener gobernantes que colaboren con Arabia Saudí sin exigir contrapartidas de fondo a cambio: una de ellas la democratización del sistema político, de igual manera que se ha intentado, con poca fortuna, en el norte de África. 

L. de Guereñu Polán.

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