miércoles, 22 de abril de 2015

Las venas abiertas

Sería a principios de los años ochenta del pasado siglo cuando el diputado socialista José Vázquez Fouz me regaló, en dos tomos, el libro de Eduardo Galeano, "Las venas abiertas de Amérida Latina". Quedé espantado tras su lectura. No solamente por el realismo del estilo y el fondo de la obra, sino por la verosimilitud de la misma, en época postcolonial y colonial (incluso precolombina), pues se traslucía el sustrato de los pueblos amerindios desde hacía siglos.

Después de escribir esta obra Galeano podría no haber escrito nada más, porque era más que suficiente para dejar el testimonio de una vida. A finales del siglo XVIII el franciscano Juan Ramos Lora fue destinado como obispo de Mérida-Maracaibo, en la actual Venezuela. Maracaibo era entonces un centro político y administrativo importante y el obispo citado se las tuvo que ver con un clero acostumbrado a maniatar a la población indígena, a vivir licenciosamente (lo de menos) y a abusar de lo que se le pusiese delante.

Ambato y Riobamba, ciudades del centro de Ecuador, sufrían los terribles temblores de terremotos consecuencia de la placa del Pacífico y hubo que reconstruirlas, para lo que se contó con la maestría del francés Bernardo Darquea Barray, que hizo de estas ciudades modelo de urbanismo racionalista e ilustrado.

Al tiempo la Iglesia dominaba las regiones de lo que actualmente es Perú, tanto en inmuebles como las instituciones. La minoría criolla se aprestó a desamortizar aquellas tierras y propiedades, como se hizo en Argentina, Venezuela, México, Bolivia y otras "provincias". Al sur de Perú, lejos de la costa, se encuentra Juli, la primera misión jesuítica en América, aunque quizá los dominicos llegaron antes. Los jesuitas llegaron solo comenzar el último cuarto del siglo XVI. Cerca del lago Titicaca aún se encuentra allí la iglesia de San Pedro, con su aspecto macizo, su torre rematada en cúpula y sus dos cuerpos en la fachada, tipicamente barrocos. Cerca, las pequeñas casas en la ladera, el lago en su inmensidad y la iglesia de Juli, con su fachada lateral destacando sobre la horizontalidad del edificio aladrillado y rojizo. Hoy la población, a poco más de 16º sur, todavía conserva la fisonomía de la misión jesuítica en cuadrícula, con calles trazadas a cordel, con manzanas regulares y la plaza de Armas en el centro. A casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, el clima es soportable gracias a la altura. 

Más tarde los británicos practicaron la esclavitud en América no por racismo sino por razones económicas, lo que luego llevó al racismo. Hay especialistas que defienden que gracias a la explotación de la mano de obra esclava se acumuló el capital que llevaría a la revolución industrial inglesa, sobre todo en Bristol, Liverpool y Glasgow. Para la práctica del esclavismo se llegaron a elaborar una serie de leyes que justificaban la esclavitud y ello dio ocasión a una crueldad extraordinaria. Cuando la esclavitud fue abolida no intervino el humanitarismo, sino la decadencia en la que había caído dicha práctica, pues eran más rentables otras formas de explotación.

La esclavitud, sin diferencia de religiones ni moral, se había extendido en América: el esclavo era una mercancía muy valiosa y el dominico Tomás de Mercado trató éste asunto en su obra "Suma de tratos y contratos". Se trata en esta obra de la "ética de la empresa", no de la ética sobre la esclavitud, que no se cuestiona. Los moralistas y juristas de la época podrán condenar que se trate mal a un negro o a un indio, pero no van a cuestionar, al menos de una forma radical y clara, la esclavitud misma. Mercado consideró que el comercio de esclavos era lícito (en la legalidad no entró porque era evidente que las leyes lo permitían), y quizá en ello influyó la práctica portuguesa, que anticipándose al comercio de esclavos por la experiencia de sus navegantes en las costas de África, no sería oportuno que Catilla se quedase atrás. Aunque España no participó en el comercio de esclavos negros en la medida en que sí lo hicieron Portugal, Gran Bretaña y Holanda, Floridablanca, bien avanzado el siglo XVIII, llegará a acuerdos con las autoridades portuguesas para establecer una base esclavista en el golfo de Guinea.

Pero llegó el momento de los levantamientos, como el caso del cacique Leandro Sefla, que se las vio con las autoridades españolas para que parasen la entrega masiva de indios mitayos a los hacendados. La palabra mita es quechua y significa "turno". Se reclutaba a los indios temporalmente para trabajar en obras de interés público, y ya existía en época inca, pues muchos indios mitayos trabajaban forzadamente para la máxima autoridad del imperio andino. El trabajo era forzoso y continuó durante la dominación española, pero lo más costoso para el indio era el ser trasladado fuera del área por él conocida y con la que estaba familiarizado, desraizándose de sus seres queridos. Muchos hacendados, a la altura del siglo XVIII, se aprovecharon de los indios mitayos para hacer sus fortunas.

De estas y otra muchas otras cosas habló Galeano en su obra. Ahora yace muerto y nos ha dejado una lección imperecedera para quienes tengan por norma pasar por la vida dejando algún poso de humanidad con el resto de sus semejantes. 

 L. de Guereñu Polán.

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