lunes, 4 de mayo de 2015

Dos perlas de la derecha española



“El glorioso alzamiento popular el 18 de julio de 1936 fue uno de los más simpáticos movimientos político-sociales de que el mundo tiene memoria… El pueblo español, en plena crisis de convivencia, aceptó la suprema jefatura de Franco para que este derrotase militarmente al comunismo; pero al mismo tiempo le pidió que lo constituyese políticamente, entregándole el más auténtico caudillaje… el general Franco debía ser el padre de la Patria que volviese a la normalidad y al orden”. Hasta aquí algunos fragmentos de una obra de Manuel Fraga cuyo título es “Así se gobierna España”, publicada en 1952, cuando el jurista se comprometió con el régimen donde haría carrera política aunque fuese sobre medio millón de cadáveres.

Tres décadas más tarde Mariano Rajoy publicaba un artículo en “Faro de Vigo” (4 de marzo de 1983, página 2) donde habla de la “falsedad de la afirmación de que todos los hombres son iguales… Ya en épocas remotas –continúa el autor citado- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico… que los hijos de buena estirpe superaban a los demás… el hombre es esencialmente desigual, no solo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación… El hombre, después… nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético”. El artículo continúa con una sarta de barbaridades que cualquiera puede leer en el periódico citado.

Hay un gran parecido entre las convicciones de Mariano Rajoy y el nazismo, que hizo a unos seres humanos inferiores desde su nacimiento porque no eran arios. El político español –que no ha debido ejercer profesión alguna en su vida- justifica así que unos sean pobres y otros ricos, unos sabios y otros torpes, unos han de alcanzar las magistraturas del Estado y otros deben ser gobernados. Pretender lo contrario, pretender la igualdad es una aberración para él. Incluso empieza su artículo diciendo “uno de los tópicos más en boga en el momento actual en que el modelo socialista ha sido votado mayoritariamente en nuestra patria es el que predica la igualdad humana”.

Cuando esto publicaba don Mariano, yo me preparaba para ser opositor suyo en la Diputación Provincial de Pontevedra, por lo que siempre tuve conciencia de a que clase de persona y de político me enfrentaba: un verdadero paladín de la desigualdad y un admirador –hasta cierto punto- de las teorías racistas de los nazis. La defensa de la desigualdad como algo natural debía resignar a la mayoría a estar sometida de por vida y generación tras generación. ¿Cómo el hijo de un simple herrero iba a pretender presidir el gobierno de la nación? Eso estaba predestinado para los de cierta “estirpe”, la de don Mariano al parecer. Hace falta ser sinvergüenza.

En treinta años, como vemos, la derecha española, en dos de sus máximos representantes, no han evolucionado nada: uno defiende un régimen filofascista en un año (1952) en el que España estaba todavía aislada internacionalmente, el pueblo pasaba penalidades sin nombre, la represión era feroz, miles de españoles estaban en el extranjero y otros serían “expulsados” en la emigración. Treinta años más tarde uno de los hijos políticos de Manuel Fraga se suelta con una joya como la que he transcrito aquí.

Contrariamente a los casos de Constant y Guizot en Francia; Hugenberg o Stresemann en Alemania; Minghetti o Mosca en Italia, por poner solo algunos nombres, representantes de la derecha en sus respectivos países, que aceptan las fórmulas republicanas, el sufragio con matices entre ellos, que han aportado verdaderos tratados teóricos políticos a partir de los cuales se puede discutir, los dos españoles citados, en pleno siglo XX, el del triunfo de la democracia, nos dejan de su cacumen las perlas que he puesto arriba: una vergüenza, para ellos y para el país. Añoro los tiempos de Jaime Balmes y Donoso Cortés en la España del siglo XIX, verdaderos reaccionarios pero también intelectuales, a los que jamás se les hubiese ocurrido perorar al país con tamañas monstruosidades producto de la sinrazón, pero sí del odio y la maledicencia. 

L. de Guereñu Polán. 

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