La abundancia de dirigentes estoicos, solo de boquilla, empieza a ser preocupante.
Las últimas intervenciones del presidente del
banco de España, siguiendo instrucciones de otros más altos, e incluso algunos
discursos éticos de los “nuevos políticos” copian a Séneca.
El presidente del banco de España insta a los
jóvenes a ahorrar para sus pensiones futuras, a los trabajadores a bajar sus
salarios en aras de una competitividad mal entendida, el presidente del
gobierno invita, desde hace demasiado tiempo, a la mayoría de los ciudadanos a
sacrificar parte de su salud y de la educación de sus hijos, para consolidar un
sector financiero que permita crecer la economía y así crear de empleo, la
calidad de este no entra en la receta. Por último la ínclita presidenta del FMI
avisa a la población en general que llegar a viejo y seguir viviendo pone en
peligro los equilibrios macroeconómicos.
Al parecer copian al cordobés y estoico Seneca,
que como es bastante conocido decidió que su papel en la vida consistía en proveer
de un código ético a los líderes del imperio, eso si después de pasar unos años
en el destierro por cometer algún hecho que, incluso en su permisiva sociedad,
se consideraba sancionable. La mayor parte de sus obras se destinan a ensalzar
y predicar las virtudes que deben
adornar a un dirigente para lograr la felicidad de su pueblo. Tan
excelsos y atractivos resultaron sus escritos que el cristianismo adopto como
parte de su propia doctrina algunos elementos del espiritualismo senequista.
El problema surge al comparar sus prédicas y
consejos hacia los demás, en especial sus propuestas morales destinadas a los
jóvenes, con lo que practicó durante sus muchos años como gobernante, años en
los que se dejó tentar por el dinero (fue acusado apropiarse de millones), el
poder y los placeres, en contradicción con lo que declaraba públicamente y
exigía a sus conciudadanos y resto de dirigentes.
Igualito, igualito, que las teorías de ahorro,
moderación en las remuneraciones, necesidad de renuncias del bienestar propio
en aras de un bien solo teóricamente común, y del sacrificio de buena parte de
un honesto retiro si la existencia se alarga, que llegan a imponer el
presidente del Banco de España, el del Gobierno y la presidenta del FMI, casan
mal con las subidas continuas del salario del primero, las remuneraciones
“extras” del segundo, el exorbitado sueldo de la tercera y los planes de
pensiones con cargo a sus administrados de los tres.
Habida cuenta de la situación de los instalados
en la cumbre, se hace relativamente explicable su posicionamiento desde la perspectiva del ya muy anciano
Seneca: “si el estado está tan corrompido que no existe posibilidad de
salvarlo, es de sabios evitar esfuerzos vanos”. Pero menos explicable y
preocupante es que los recién llegados no practiquen para sí mismos y los más
próximos lo que predican para los demás, con ánimo de sustituirlos en la
gobernanza de lo público.
Los mismos “nuevos” dirigentes que reclaman a los
de los partidos clásicos la expulsión de todos los imputados (sin matices)
dejan en sus puestos a los propios, porque “solo” se le imputa un delito por
faltar al respeto a otros conciudadanos que militan en una fe diferente, en este
caso religiosa (Podemos), o admiten como suficiente un escrito en que el
afectado dimitirá si es condenado (Ciudadanos). O por poner otro ejemplo de
dualidad ética, exigen la retirada por tener demasiada historia a personas
significativas de otra militancia, y olvidan que ellos mismos tienen una dilatada aunque poco conocida trayectoria (casi toda la cúpula de Podemos) y algunos tan poco santa como
provenir de la extrema derecha (algunos cabezas de lista de Ciudadanos,
incluido el líder). Y por terminar sin hacer mucha sangre, reclaman el mayor
respeto a las formas democráticas, al tiempo que usan de prepotencia y falta de modestia
hacia los demás y liquidan por las buenas a los críticos internos (el buen uso
de la Democracia exige el respeto al adversario, no digamos ya a los propios militantes)
o la inclusión en sus listas de personas
que no han dado el consentimiento. Creo yo que la ética tiene más espacios de
aplicación que el bolsillo o la cuenta corriente, de hecho este ámbito siendo
importante no está por encima del respeto a las ideas de los otros.
Como el cordobés del siglo I, la teoría sobre las
virtudes del servidor público: aprobado, incluso bien o notable, en el tema las
praxis: necesitan mejorar. Eso suponiendo que no se piense ya en evitar
esfuerzos vanos.
Junio de 2015
Isidoro Gracia
1 comentario:
Guereñu dijo: parece haber una relación directa en los Gobernadores del Banco de España de manera que cuanto peores son técnicamente más peligrosos son socialmente.
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