viernes, 10 de julio de 2015

Malestares veraniegos



Fijémonos hasta que extremo ha llegado la estupidez y el desnorte de la izquierda que, según leo hoy mismo, el ministro de Economía de Francia ha dicho que “ser de izquierdas, socialdemócrata, es poder modernizar la economía”. Si por modernizar entendiese que es transformarla hasta repartirla equitativamente estaría yo de acuerdo, pero sé bien que no se refiere a esta interpretación. Mientras tanto el gobierno griego, lo quiera o no, tendrá que aceptar las duras reformas que le impongan las “autoridades” comunitarias si quiere recibir la ayuda económica que necesita para tener que devolverla, en cómodos plazos y a interés, haya “quita” o no. A estas alturas ya no se puede esperar nada más.

En España, el rey se publicita –y con él la monarquía- a cuenta del erario público y, de paso, publicita a una empresa privada, Iberdrola, cuyo presidente acaba de decir que “en estos momentos somos más británicos, estadounidenses y mexicanos que españoles”. No digo que esta empresa no tenga méritos, pero véase el grado de explotación al que están sometidos sus trabajadores para ser ecuánimes.

En otro orden de cosas he oído decir al señor Sánchez, flamante Secretario del Partido Socialista Obrero Español, que es radical y que no lo es en menos de un mes. Son pequeños detalles que indican hasta que punto se ha llegado a la ceremonia de la confusión y a la ignorancia de lo que significan las palabras. Supongo que los “asesores de imagen” del dirigente socialista le habrán aconsejado que reniegue de cualquier radicalismo. Se puede ser radical de pensamiento, de reflexión, y ser moderado de formas, como es razonable si no se quiere espantar al electorado “centrista”.

En Cataluña a lo suyo: los socialistas se han dado cuenta de que de la mano de los nacionalistas de toda condición no iban a ningún lado y han dicho que reniegan de lo del “derecho a decidir”. Yo no renegaría de tan sacrosanto derecho. El derecho a decidir lo tienen los catalanes, y el resto de los españoles, desde que se aprobó la Constitución de 1978, pero no el derecho a decidir que implica saltarse la ley a la torera, o decidir sobre establecer la pena de muerte… Lo de Cataluña es grave porque, aparte la inopia del gobierno central, dejar en manos de asambleas ciudadanas el protagonismo de esta o aquella pretensión (una Asamblea…) vacía de contenido a las instituciones, base de la democracia representativa. A no ser que reneguemos de esta y vayamos a un modelo asambleario y anarquizante, cuya fórmula todavía no se ha puesto en práctica y podría dar resultado, pero creo que a estas alturas del mundo tiene pocas posibilidades de prosperar.

La clase media europea, y con ella la española, se va o se queda de vacaciones entretenida con sus “whatsapp”, videoconferencias, tabletas y otras sandeces usadas para lo que se usan. Porque no nos engañemos: no es la clase media –o buena parte de ella- la que paga la crisis, son esos diez o doce millones, en el caso de España, que no son clase media, sino clase baja o ínfima, que pasa necesidades lacerantes, que está en paro, que tiene rentas bajísimas, que vive en la pobreza, la que sufre que los precios suban y que unas pocas familias se repartan toda la tarta nacional.

El gobierno español, que está formado por mentirosos compulsivos (y soy prudente) se solaza con los datos macroeconómicos que anuncian las instituciones financieras y monetarias internacionales (también la OCDE) pero no se da cuenta (en realidad sí se da cuenta, pero engaña) que la mejoría de los datos macroeconómicos no llega –y puede que nunca llegue- a esos diez o doce millones de españoles que sufren. Lo decía al final del curso un alumno mío cuando se le llamó a explicar este asunto a los demás: imaginemos –dijo- que una familia pasa, de no tener ni un pollo para comer a tener diez pollos, pero los diez pollos se los come el padre… la familia sigue en la misma situación que antes.

Que la Unión Europea está en manos de burócratas sin escrúpulos y de técnicos que se equivocan cada cierto tiempo ya no cabe dudarlo. Que no hay liderazgo ni en la derecha ni en el izquierda tampoco parece ofrecer duda. No hay ahora un Schuman, Spaak, Spinelli o Monnet, independientemente de la ideología que defendieron en su tiempo. Ahora tenemos a verdaderos enanos al frente de la Unión Europea, incapaces de afrontar retos nuevos y apasionantes. La clase media europea, por su parte, dividida en múltiples grupos políticos o de interés, tampoco está por la labor. Hoy por hoy, un desastre, por muchos avances materiales a los que hayamos llegado y por mucho “estado del bienestar” que hayamos procurado para muchos, pero no para otros muchos. 

L. de Guereñu Polán.

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