Fijémonos hasta que extremo ha llegado la
estupidez y el desnorte de la izquierda que, según leo hoy mismo, el ministro
de Economía de Francia ha dicho que “ser de izquierdas, socialdemócrata, es
poder modernizar la economía”. Si por modernizar entendiese que es
transformarla hasta repartirla equitativamente estaría yo de acuerdo, pero sé
bien que no se refiere a esta interpretación. Mientras tanto el gobierno
griego, lo quiera o no, tendrá que aceptar las duras reformas que le impongan
las “autoridades” comunitarias si quiere recibir la ayuda económica que
necesita para tener que devolverla, en cómodos plazos y a interés, haya “quita”
o no. A estas alturas ya no se puede esperar nada más.
En España, el rey se publicita –y con él la
monarquía- a cuenta del erario público y, de paso, publicita a una empresa
privada, Iberdrola, cuyo presidente acaba de decir que “en estos momentos somos
más británicos, estadounidenses y mexicanos que españoles”. No digo que esta
empresa no tenga méritos, pero véase el grado de explotación al que están
sometidos sus trabajadores para ser ecuánimes.
En otro orden de cosas he oído decir al señor
Sánchez, flamante Secretario del Partido Socialista Obrero Español, que es
radical y que no lo es en menos de un mes. Son pequeños detalles que indican
hasta que punto se ha llegado a la ceremonia de la confusión y a la ignorancia
de lo que significan las palabras. Supongo que los “asesores de imagen” del
dirigente socialista le habrán aconsejado que reniegue de cualquier
radicalismo. Se puede ser radical de pensamiento, de reflexión, y ser moderado
de formas, como es razonable si no se quiere espantar al electorado
“centrista”.
En Cataluña a lo suyo: los socialistas se han
dado cuenta de que de la mano de los nacionalistas de toda condición no iban a
ningún lado y han dicho que reniegan de lo del “derecho a decidir”. Yo no
renegaría de tan sacrosanto derecho. El derecho a decidir lo tienen los
catalanes, y el resto de los españoles, desde que se aprobó la Constitución de 1978,
pero no el derecho a decidir que implica saltarse la ley a la torera, o decidir
sobre establecer la pena de muerte… Lo de Cataluña es grave porque, aparte la
inopia del gobierno central, dejar en manos de asambleas ciudadanas el
protagonismo de esta o aquella pretensión (una Asamblea…) vacía de contenido a
las instituciones, base de la democracia representativa. A no ser que
reneguemos de esta y vayamos a un modelo asambleario y anarquizante, cuya
fórmula todavía no se ha puesto en práctica y podría dar resultado, pero creo
que a estas alturas del mundo tiene pocas posibilidades de prosperar.
La clase media europea, y con ella la española,
se va o se queda de vacaciones entretenida con sus “whatsapp”,
videoconferencias, tabletas y otras sandeces usadas para lo que se usan. Porque
no nos engañemos: no es la clase media –o buena parte de ella- la que paga la
crisis, son esos diez o doce millones, en el caso de España, que no son clase
media, sino clase baja o ínfima, que pasa necesidades lacerantes, que está en
paro, que tiene rentas bajísimas, que vive en la pobreza, la que sufre que los
precios suban y que unas pocas familias se repartan toda la tarta nacional.
El gobierno español, que está formado por
mentirosos compulsivos (y soy prudente) se solaza con los datos macroeconómicos
que anuncian las instituciones financieras y monetarias internacionales
(también la OCDE)
pero no se da cuenta (en realidad sí se da cuenta, pero engaña) que la mejoría
de los datos macroeconómicos no llega –y puede que nunca llegue- a esos diez o
doce millones de españoles que sufren. Lo decía al final del curso un alumno
mío cuando se le llamó a explicar este asunto a los demás: imaginemos –dijo-
que una familia pasa, de no tener ni un pollo para comer a tener diez pollos,
pero los diez pollos se los come el padre… la familia sigue en la misma
situación que antes.
Que la Unión
Europea está en manos de burócratas sin escrúpulos y de
técnicos que se equivocan cada cierto tiempo ya no cabe dudarlo. Que no hay
liderazgo ni en la derecha ni en el izquierda tampoco parece ofrecer duda. No
hay ahora un Schuman, Spaak, Spinelli o Monnet, independientemente de la
ideología que defendieron en su tiempo. Ahora tenemos a verdaderos enanos al
frente de la Unión Europea,
incapaces de afrontar retos nuevos y apasionantes. La clase media europea, por
su parte, dividida en múltiples grupos políticos o de interés, tampoco está por
la labor. Hoy por hoy, un desastre, por muchos avances materiales a los que
hayamos llegado y por mucho “estado del bienestar” que hayamos procurado para
muchos, pero no para otros muchos.
L. de Guereñu Polán.
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