jueves, 10 de septiembre de 2015

El problema territorial de España

La formación de España como conjunto de instituciones y territorio común a una población de orígenes diversos, ha sido un tema controvertido a lo largo de la historia que incluso ha llevado a varias guerras: pensemos en la de sucesión a la corona de España a principios del siglo XVIII o las tres guerras civiles (algunos dicen dos) conocidas como carlistas. La guerra de 1936 tuvo también un componente de centralismo contra descentralización evidente. 

No es España el único caso: sabidas son las dificultades de la moderna Alemania para conseguir su unificación a partir de los egoísmos nobiliarios de reinos, condados, obispados, etc.; de Italia, que incluso llevó a una larga contienda entre garibaldinos, papistas, burgueses del norte, liberales y absolutistas. No digamos casos recientes como el de la República Checa y Eslovaquia, los estados nacidos de la antigua (joven) Yugoslavia, el caso corso o bretón en la centralista francia y los de Irlanda del Norte y Escocia en el Reino Unido (dejo aparte el caso de Rusia y sus territorios satélites).

Incluso Estados Unidos, para llegar a ser realmente "unidos", pasaron por un proceso de dudas, desconfianzas y dificultades institucionales muy profundas. Desde que las colonias británicas de Norteamérica se pusieron de acuerdo para luchar contra el Parlamento inglés, que era quien acordaba los impuestos sin contar con dichas colonias, hasta la formación de lo que hoy conocemos como Estados Unidos ha habido muchos desacuerdos, pasando por una larga etapa en la que la "unión" entre ellas fue tan débil que estuvo muy cerca de deshacerse.

Son varios los autores que han publicado trabajos esclarecedores sobre las causas de la guerra de 1861 y los precedentes desde la guerra de 1775. Se considera que la guerra de secesión fue la salida que se creyó conveniente a una serie de contradicciones entre unas colonias y otras (estados si se quiere) y que llevaron al federalismo estadounidense. Se trató de la creación de un nuevo estado donde se dirimieron rivalidades económicas y las desigualdades entre los distintos estados que formaron la Unión. Existió una rivalidad a la hora de ejercer la autoridad, "siendo el origen de graves desajustes" entre el poder central, muy tenue, y los poderes de los estados "unidos". El problema esclavista no vino más que a acompañar a los demás que existían entre dichos estados. La prueba de ello es que, aunque la esclavitud se abolió en 1861, la discriminación racial, legalmente, no desapareció en Estados Unidos hasta un siglo más tarde: la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos Electorales de 1965.

Las causas de la guerra de 1861 fueron, sobre todo, políticas: ¿en que medida habrían de ceder los estados parte de su soberanía a las instituciones federales? Los poderes federales debían ser, según Lincoln, los de "una Unión indestructible de Estados indestructibles". Pero que "desde su formación, las colonias habían dispuesto de una fuerte autonomía... cada una de ellas, directamente relacionadas con el Imperio británico, siendo dependientes del Rey y del Parlamento de Inglaterra", explica que las colonias no estuvieran interrelacionadas. Dichas colonias no tenían unos intereses iguales, tenían muy pocos elementos comunes y cabe distinguir tres grupos de colonias, por sus su economías, su clima y sus formas de vida.

Más allá de lo que depare a España el futuro, sobre todo en los casos catalán y vasco (parece evidente que la mayoría de la población no desea secesión alguna en dichos territorios) está claro que hay un problema político por resolver, pues en Cataluña y Euskadi hay un fuerte sentimiento nacionalista que se manifiesta de forma más o menos acentuda según los momentos. Cuando un gobierno central comete errores de bulto con un tema como este, no es extraño que se exacerben los ánimos y tengamos dos nacionalismos enfrentados, pero si un nuevo gobierno plantea soluciones muy pensadas, muy discutidas por todas las partes y con la ley por delante, es posible encontrar una solución al menos para los próximos cuarenta o cincuenta años. 

L. de Guereñu Polán.

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