A
partir de ahora será un nombre que nos acompañe con frecuencia. Y al interesado
le acompañaran las insidias y descalificaciones de aquellos que tiemblan ante
la posibilidad que desde la izquierda, un partido de izquierda, haga políticas
de izquierda.
Comenzó
abriendo fuego contra el, en el seno de su propio partido, el socio preferente
del Tío Sam en las Islas, el insustancial político Sr. Blair. Con la absoluta impudicia
en la que es tan ducho, lo vino a calificar como al anticristo socialdemócrata
que llevaría a esta a la ruina. Será si acaso, desde la ruina de su legado que
dura ya dos décadas. Y toda esta animosidad, se desata por el anuncio del Sr.
Corbyn de rescatar al Partido Laborista
de la vía muerta del socialiberalismo en que la metió el muy experto en “terceras vías”, Sr. Blair. Algo
que se resume en un impreciso centro progresista, de suaves correcciones y
nulas transformaciones, donde a cambio de las treinta monedas de un voto
volátil, se termina haciendo de valet de chambre del capitalismo más casposo y
de la jauría depredadora de especuladores financieros. La soldada son las migajas de “La cena de los
diez millones de sestercios” con las que se pretende apaciguar la miserable
realidad de una mayoría marginada de cualquier ágape de los dioses, bajo la
pomposa etiqueta de justicia social. Lo malo fue el momento en la que la
globalización depredadora y desmandada se envalentono tanto, que decidió
prescindir de tontos útiles dejándoles agarrados a la brocha y sin pared que
emborronar.
Este
veterano dirigente laborista basa su discurso en denunciar lo que es una
percepción generalizada. Que las elites financieras se están merendando
impunemente lo que corresponde al conjunto de la ciudadanía y que lo están
haciendo con la coartada de esa gran estafa, que ellos llaman crisis. Algo que
los hace inmensamente más ricos y poderosos que al inicio de la misma.
En
gran medida, este líder laborista de 66 años, interioriza el sentimiento que
expresa el profesor de la Universidad de Columbia, Joseph Stiglizt, “los jóvenes se sienten
defraudados por gobiernos con retóricas de centro izquierda cuyas políticas
apenas difieren del centroderecha”. De ahí que en el eje de su mensaje
reclame recuperar tanto los ideales socialistas que estuvieron presentes en la fundación
del partido en 1900, como “una nueva
forma de hacer política que no surja de arriba abajo como ocurre ahora, sino de
abajo hacia arriba. Para ello hay que poner en valor la necesidad de conectar
de nuevo con las comunidades ciudadanas y los sectores sociales”. Asimismo
apuesta por la inversión publica para que haya crecimiento económico. “No se
puede recortar el camino de la prosperidad sino que se debe hacer crecer el camino
a la prosperidad”. Y en esa misma línea argumental postula la plena recuperación
de los pilares básicos del estado de bienestar maltrechos por los
conservadores: educación y sanidad.
El
Sr. Corbyn es un declarado pacifista, usuario de la bicicleta como medio de
transporte, abstemio y vegetariano. Se muestra contrario a la nuclearizacion y
al austericido que con tanta saña se aplica a los menos favorecidos. Y se
declara republicano, aunque reconoce que esa, en un país como el británico, es
batalla de largo recorrido. Por si fuera poco, está comprometido en modificar
seriamente la estructura del partido y su organización. Lo que no deja de ser
coherente en un veterano diputado, que en su dilatada carrera parlamentaria discrepó
de la línea impuesta por el grupo parlamentario en casi 500 ocasiones (entre
ellas la invasión de Irak). En este reto su primer problema será la
confrontación entre el partido real y el partido parlamentario (grupo), algo que hereda al
asumir el liderazgo, y en cuyo seno tiene fuerte oposición. La inercia de
estos, procedentes de las épocas de Blair y Gordon Brown y la del aparato
partidario, no se lo va a poner fácil ante el apretar de filas de ambos frente al vendaval de cambio
impulsado tanto por la insatisfacción de la cosecha de derrotas tras las ambiguas
propuestas políticas con la consiguiente caída de perfil del partido, o la
falta de respuesta a la indignación ciudadana ante la degradación de la calidad
de vida y deterioro de derechos sociales habidos en los últimos años. Una
indignación cuya voz principal correspondería a los sectores más jóvenes y a un
importante espectro de la clase media.
A
la”nomeclatura” laborista, el nuevo liderazgo le pone el pelo como escarpias e
inquieta sus posaderas asentadas firmemente en canonjías que se hallan
dispuestos a defender con uñas y dientes. Un status quo que prevalece por
encima de cualquier consideración de interés colectivo. Soñando una presumible
alternancia, cualquier renovación que
vaya más allá de lo epidérmico, es un cataclismo a su placidez.
Tanto
como a ellos, inquieta a la socialdemocracia europea anquilosada, anémica y
desconcertada. Carente de ruta definida ante tiempos complejos con clara seña
de mudanza. Y no menos, a los sectores que la tienen domesticada. Mal vamos,
será sonsonete de muchos despachos, si
desde la conservadora y flemática Albión, un viejo roquero de la política, de
mano de los más jóvenes, se alza con desparpajo para retomar el camino de la izquierda,
mano a mano con lo más saneado de un sindicalismo como el británico, curtido en
duras batallas.
Cualquier
escenario futuro será osado augurarlo. Desde que no alcance a coronar el
recorrido para su presentación como candidato a premier, hasta la desaparición
de escena por una conjura palaciega, o incluso la posibilidad de una escisión…Están
abiertas todas las incógnitas…Todo es posible tras la sorpresa que hizo temblar las
estructuras del viejo Labour Party ante el casi 60% de respaldo que contra pronostico, le encumbró
al liderazgo. Se abre un periodo sugestivo
en orden a las reacciones, tanto en la política británica, como en el seno de
la familia socialdemócrata europea. Y desde luego, comprobar en que medida que sus postulados alcanzan eco y
marcan tendencia. Y no en menor medida, en el marco de las relaciones
internacionales ante sus evidentes diferencias en temas sensibles, con aliados
históricos del Reino Unido.
Este
suceso no debiera pasar desapercibido en España. Observar como a través de unos
mecanismos con rigor democrático se puede revitalizar la vida interna y las
estructuras de una organización centeneraria, indispensable en el concierto político.
Como con un sistema electoral adecuado no se puede acallar una voz diferente por
el monopolio abusivo de lo que se da en llamar “el aparato”. O como una organización política puede reencontrar el camino para enlazar a la vez con sus raíces y con las
demandas reales de la sociedad. Caso
contrario de otras también históricas, que enrocadas en sus errores, - el PASOK
por vía de ejemplo-, languidecen caminando del cero a la nada…
Antonio Campos Romay
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