lunes, 14 de septiembre de 2015

JEREMY CORBYN.

A partir de ahora será un nombre que nos acompañe con frecuencia. Y al interesado le acompañaran las insidias y descalificaciones de aquellos que tiemblan ante la posibilidad que desde la izquierda, un partido de izquierda, haga políticas de izquierda.

Comenzó abriendo fuego contra el, en el seno de su propio partido, el socio preferente del Tío Sam en las Islas, el insustancial político Sr. Blair. Con la absoluta impudicia en la que es tan ducho, lo vino a calificar como al anticristo socialdemócrata que llevaría a esta a la ruina. Será si acaso, desde la ruina de su legado que dura ya dos décadas. Y toda esta animosidad, se desata por el anuncio del Sr. Corbyn  de rescatar al Partido Laborista de la vía muerta del socialiberalismo en que la metió el  muy experto en “terceras vías”, Sr. Blair. Algo que se resume en un impreciso centro progresista, de suaves correcciones y nulas transformaciones, donde a cambio de las treinta monedas de un voto volátil, se termina haciendo de valet de chambre del capitalismo más casposo y de la jauría depredadora de especuladores financieros. La  soldada son las migajas de “La cena de los diez millones de sestercios” con las que se pretende apaciguar la miserable realidad de una mayoría marginada de cualquier ágape de los dioses, bajo la pomposa etiqueta de justicia social. Lo malo fue el momento en la que la globalización depredadora y desmandada se envalentono tanto, que decidió prescindir de tontos útiles dejándoles agarrados a la brocha y sin pared que emborronar.

Este veterano dirigente laborista basa su discurso en denunciar lo que es una percepción generalizada. Que las elites financieras se están merendando impunemente lo que corresponde al conjunto de la ciudadanía y que lo están haciendo con la coartada de esa gran estafa, que ellos llaman crisis. Algo que los hace inmensamente más ricos y poderosos que al inicio de la misma.

En gran medida, este líder laborista de 66 años, interioriza el sentimiento que expresa el profesor de la Universidad de Columbia, Joseph  Stiglizt, “los jóvenes se sienten defraudados por gobiernos con retóricas de centro izquierda cuyas políticas apenas difieren del centroderecha”. De ahí que en el eje de su mensaje reclame recuperar tanto los ideales socialistas que estuvieron presentes en la fundación del partido en 1900, como  “una nueva forma de hacer política que no surja de arriba abajo como ocurre ahora, sino de abajo hacia arriba. Para ello hay que poner en valor la necesidad de conectar de nuevo con las comunidades ciudadanas y los sectores sociales”. Asimismo apuesta por la inversión publica para que haya crecimiento económico. “No se puede recortar el camino de la prosperidad sino que se debe hacer crecer el camino a la prosperidad”. Y en esa misma línea argumental postula la plena recuperación de los pilares básicos del estado de bienestar maltrechos por los conservadores: educación y sanidad.

El Sr. Corbyn es un declarado pacifista, usuario de la bicicleta como medio de transporte, abstemio y vegetariano. Se muestra contrario a la nuclearizacion y al austericido que con tanta saña se aplica a los menos favorecidos. Y se declara republicano, aunque reconoce que esa, en un país como el británico, es batalla de largo recorrido. Por si fuera poco, está comprometido en modificar seriamente la estructura del partido y su organización. Lo que no deja de ser coherente en un veterano diputado, que en su dilatada carrera parlamentaria discrepó de la línea impuesta por el grupo parlamentario en casi 500 ocasiones (entre ellas la invasión de Irak). En este reto su primer problema será la confrontación entre el partido real y el partido  parlamentario (grupo), algo que hereda al asumir el liderazgo, y en cuyo seno tiene fuerte oposición. La inercia de estos, procedentes de las épocas de Blair y Gordon Brown y la del aparato partidario, no se lo va a poner fácil ante el apretar de  filas de ambos frente al vendaval de cambio impulsado tanto por la insatisfacción de la cosecha de derrotas tras las ambiguas propuestas políticas con la consiguiente caída de perfil del partido, o la falta de respuesta a la indignación ciudadana ante la degradación de la calidad de vida y deterioro de derechos sociales habidos en los últimos años. Una indignación cuya voz principal correspondería a los sectores más jóvenes y a un importante espectro de la clase media.

A la”nomeclatura” laborista, el nuevo liderazgo le pone el pelo como escarpias e inquieta sus posaderas asentadas firmemente en canonjías que se hallan dispuestos a defender con uñas y dientes. Un status quo que prevalece por encima de cualquier consideración de interés colectivo. Soñando una presumible alternancia, cualquier  renovación que vaya más allá de lo epidérmico, es un cataclismo a su placidez.

Tanto como a ellos, inquieta a la socialdemocracia europea anquilosada, anémica y desconcertada. Carente de ruta definida ante tiempos complejos con clara seña de mudanza. Y no menos, a los sectores que la tienen domesticada. Mal vamos, será sonsonete de muchos despachos,  si desde la conservadora y flemática Albión, un viejo roquero de la política, de mano de los más jóvenes, se alza con desparpajo para retomar el camino de la izquierda, mano a mano con lo más saneado de un sindicalismo como el británico, curtido en duras batallas.

Cualquier escenario futuro será osado augurarlo. Desde que no alcance a coronar el recorrido para su presentación como candidato a premier, hasta la desaparición de escena por una conjura palaciega, o incluso la posibilidad de una escisión…Están abiertas todas las incógnitas…Todo es posible  tras la sorpresa que hizo temblar las estructuras del viejo Labour Party ante el casi  60% de respaldo que contra pronostico, le encumbró al liderazgo.  Se abre un periodo sugestivo en orden a las reacciones, tanto en la política británica, como en el seno de la familia socialdemócrata europea. Y desde luego, comprobar en que  medida que sus postulados alcanzan eco y marcan tendencia. Y no en menor medida, en el marco de las relaciones internacionales ante sus evidentes diferencias en temas sensibles, con aliados históricos del Reino Unido.

Este suceso no debiera pasar desapercibido en España. Observar como a través de unos mecanismos con rigor democrático se puede revitalizar la vida interna y las estructuras de una organización centeneraria, indispensable en el concierto político. Como con un sistema electoral adecuado no se puede acallar una voz diferente por el monopolio abusivo de lo que se da en llamar “el aparato”. O como  una organización política  puede reencontrar el camino para  enlazar a la vez con sus raíces y con las demandas reales de la sociedad.  Caso contrario de otras también históricas, que enrocadas en sus errores, - el PASOK por vía de ejemplo-, languidecen caminando del cero a la nada…


Antonio Campos Romay

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