Estamos
asistiendo a una creciente crispación perfectamente prescindible, que invita a
recordar a D. Antonio Machado cuando nos advertida “En España, de cada diez
cabezas, nueve embisten y una piensa”.
Al
pie de la legítima pasión en sostener aquello en que se cree, es prudente unir
la mesura y la ponderación, de la que tan necesitado está este país a lo largo
de toda su historia. No es lo más sano para construir el futuro, hacerlo sobre
actitudes impropias y crispadas, pues el edificio seria precario. Determinados
maximalismos, en cualquier boca, conducen a imposibles diálogos, y a cegar vías
de encuentro, imprescindibles para trazar el futuro. Es llamativa la virulencia
que se produce frente a las siglas del
PSOE (sin las cuales no sería posible el relato de la emancipación de la clase
obrera en su momento y el de la modernización de España en las últimas cuatro
décadas) y, por extensión, agravada por la injusticia de la criminalización
indiscriminada de sus militantes. Virulencia que también se repite y ejerce
sobre la formación morada, Podemos, desde diversos frentes. Es lamentable que
una cultura de hostilidad se instale en lo cotidiano, contaminando en ocasiones
la amabilidad y el respeto mutuo entre particulares.
En
estos días donde la política parece naufragar, el recurso extremo disponible
apunta a unas inevitables elecciones en el mes de junio. Desenlace que en gran
medida cuestiona a sus actores. En primer lugar evidencia el descomunal dislate
del Sr, Rajoy, jefe conservador, negándose a aceptar, como minoría mayoritaria,
el encargo del Jefe del Estado, enlodando con ello el escenario.
Por
su parte, el Sr. Sánchez, tras la espantada del Sr. Rajoy, aceptó la tarea en
su turno. Puso manos a ella rodeado de condicionantes endógenos y exógenos.
Frente a las cortapisas internas, se asió a un reforzamiento de la militancia,
que en principio semeja, usó quizás en
sentido contrario a lo que se presuponía. En lo externo, la alianza que
objetivamente era más razonable, empezó a hacer agua en los inicios, cuando el
otro protagonista, mientras él estaba reunido el Zarzuela, intentó copar el
escenario disponiendo del presumible pacto con una desenvoltura, como mínimo
conflictiva. Y con claro menosprecio hacia el previsible socio. En el terreno
de lo estrambótico, una mesa a cuatro y en paralelo una a dos… Con tal
andamiaje, la construcción estaba viciada. Y la falta de contención, y de un
mínimo “feeling” entre los interlocutores no hizo sino agrandar le brecha. El
portavoz de Compromis en el Congreso, Sr. Valdomí y la Sra. Oltra, pusieron en sus
intervenciones ponderación muy deseable,
y creíble voluntad en solidificar un acuerdo. Pero el eco fue escaso.
Un
itinerario idóneo, hubiera sido la confluencia de la izquierda de la Cámara en
torno a un programa viable y posible, siendo conscientes de que las
circunstancias, recomiendan una legislatura abreviada. Y con esa premisa y ese
caudal de apoyos, propiciar acuerdos puntuales con Ciudadanos en orden a
aspectos comunes que garantizasen su abstención. Una legislatura orientada a reparar el desmantelamiento del
Estado de Bienestar habido en el cuatrienio, enmendar los desafueros del
austericidio y asentar las bases de la ordenación local, reforma de la Ley
Electoral, derogación de la Reforma Laboral, Ley Mordaza, etc. y auspiciar la
puesta en marcha de una profunda reforma constitucional dentro de la cual entre
otros temas se encajen las relaciones territoriales. Pero sin perder nunca de
vista, que el objetivo prioritario, no es cambiar un presidente, (que también), sino las
políticas, impuestas por el rodillo conservador, por su incompatibilidad con la
necesaria orientación económica, fiscal, social y territorial
La complejidad del reto no es menor. Por el
contra, el ambiente, progresivamente enrarecido, terminó escenificando en la
Cámara un lenguaje bélico e impropio, con un enfrentamiento propicio a todo
menos a fomentar una alianza. En todo ello la pirueta del Sr. Sánchez, en un
pacto estéril, que amenaza en convertírsele en losa. Aunque en lectura interna
desactivase algún anclaje. Donde la anécdota es ese ánimo de negociar en
pareja, que como mínimo invita al estupor. Todo el tiempo discurrido es apenas una
colección de rifirrafes, que no merece ser historiado. Donde brilla la falta de
sinceridad, los hechos desdicen las palabras, los agravios empedraron el camino
y la única terapia a tal situación,
pareciera volver a las urnas.
Pero
aunque el desencuentro sin fin no parece
tenga enmienda sin elecciones por medio, quizás aún no están agotadas las
posibilidades. De forma muy tenue asoma alguna declaración como caída al
azahar, que muestra que no todo está descartado, y que pueda germinar un
proceso donde con generosidad en lo personal, y el interés en pro del común como argamasa, se cimente
una nueva oportunidad y salir del pantano en que estamos varados entre un mar
de desconfianzas y el líder conservador, en estado catatónico. Desenlace que no
está en atajos que sorteen la voluntad popular, con apelaciones a
independientes y soluciones ajenas a la ciudadanía. O en algo tan inaceptable
como asistir a un pacto contractura,
cuyos efectos devastadores para alguno de los socios no tardarían en asomar.
Antonio
Campos Romay
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