Evidentemente un complejo entramado de estados,
pero ante todo un gran mercado que da satisfacción, en primer lugar, al gran
capital, del cual se benefician también los estados y los ciudadanos en la
medida en que se favorecen las inversiones y las transacciones comerciales y de
servicios.
Pero la Unión Europea, cuyos defectos
son muchos porque no ha conseguido erradicar la pobreza y las diferencias entre
unas regiones y otras, no hace todo lo que debiera en materia de derechos humanos
y no discute el orden económico internacional, en el que están de acuerdo las
grandes formaciones políticas y los grandes “lobbys”, mantiene situaciones
discriminatorias positivas con respecto a algunos países, particularmente el
Reino Unido, sobre todo desde que recientemente se ha acordado un nuevo
estatuto para con dicho estado que, a la postre, ha servido de poco porque los
ciudadanos británicos han decidido abandonar la Unión, en lo que las
autoridades de esta han hecho el ridículo de forma muy especial. En el otro
lado, el temerario señor Cameron, que creyó iba a poder reforzar su poder
personal eternamente a base de referendos, ha contribuido a desestabilizar la
economía europea y, por lo tanto, la mundial. Su dimisión es una buena noticia
aunque en España dicho ejemplo no cunda ni a tiros.
Se sabe que el Reino Unido no formaba parte del
euro como moneda de cambio, que no pertenecía al espacio Schengen, por el que
los estados se comprometen a garantizar sus fronteras exteriores y a la libre
circulación de personas en sus espacios interiores, factor absolutamente
necesario para caminar hacia la unión política, lo que creo no se producirá
nunca. El Reino Unido tampoco está comprometido a colaborar con la justicia y
las policías de la U.E.
en materia penal (esto desde el 1 de diciembre de 2014). Si a ello unimos que
el Reino Unido tiene una política exterior frecuentemente divergente de la del
resto de países de la Unión,
que en la mentalidad colectiva británica existe indeleble el concepto de insularidad
y particularidad especialísima respecto del resto de Europa y que existen (como
se ha demostrado) decididos partidarios de no pertenecer a la Unión Europea, quedando
reforzada así la posición del UKIP (Partido de la Independencia del
Reino Unido) de extrema derecha, está claro que la Unión está en franco
retroceso.
El acuerdo con el Reino Unido, que implicaba la
permanencia de este en la Unión,
es ahora papel mojado: ¿a quien se le ocurre aceptar un acuerdo claramente
discriminatorio sin la seguridad de que se va a cumplir porque todo ello
depende de un referéndum? La tomadura de pelo al resto de los europeos
comunitarios no tiene precedentes. “Permitir mayor integración en la eurozona”
ha resultado ser lo contrario, y mantener “un campo de juego equilibrado y la
integridad del mercado único” otro tanto. La flexibilidad a favor de los bancos
del Reino Unido, de la que no gozan los demás, fue otra bajada de pantalones
(permítaseme el casticismo) que los europeos no nos merecemos, por lo que
debiéramos ir sabiendo en manos de que autoridades estamos.
El señor Cameron consiguió de dichas
autoridades que el Consejo europeo rebajase los controles a las empresas británicas
y se comprometiese a derogar cierta legislación que venía a impedir las
arbitrariedades en las que los dueños del capital suelen incurrir. El acuerdo
de unos meses separaba definitivamente al Reino Unido de la futura (y poco
creíble) unión política y estableció que dicho estado podría actuar con mayor
libertad, dejando a la Unión
solo la prerrogativa de subsidiariedad, lo que se hizo extensivo a todos los
Parlamentos nacionales. Otros beneficios para los europeos de carácter social
fueron acordados de no aplicación en el Reino Unido. En definitiva, se animó a
los británicos (sobre todo ingleses) a que votasen no querer seguir en la Unión Europea.
Resulta paradójico el esfuerzo (con rechazo
francés en época de De Gaulle) que la autoridades británicas hicieron para la
entrada en la entonces Comunidad Económica Europea (1973). La salida del Reino
Unido causa un precedente malo para los que consideran que la U.E. es más buena que mala en
su conjunto y abre la puerta a unas largas negociaciones de desconexión que
pueden traer agravios mayores.
Los temores, tras unos meses de incertidumbre,
a que la economía se resienta, no los creo fundados, porque el Reino Unidos
seguirá siendo un socio privilegiado de la U.E. en esta materia, como la Unión seguirá manteniendo
importaciones y exportaciones masivas con el Reino Unido. Lo mismo que ocurre
con Estados Unidos y con China, por ejemplo. Otra cosa serán los trabajadores,
que encontrarán todas las puertas cerradas en uno de los mercados más poderosos
del mundo, y la defensa de valores humanitarios dependerá cada vez más de quien
gobierne en el Reino Unido, lo que por otra parte es común a todos, aunque sin
el paraguas en esta materia que representa la Unión Europea.
Sigamos embelesados con nuestro gran mercado,
sigamos cayendo en contradicciones insalvables, sigamos negociando con
temerarios como el señor Cameron y cediendo a sus exigencias de todo punto
injustas. Así nos lucirá el pelo.
L. de Guereñu Polán.
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