viernes, 5 de agosto de 2016

Elecciones del 25 de septiembre

Creo que cabe pensar en dos posibilidades: que el Partido Popular, que está a sus anchas, revalide su mayoría absoluta o que, no consiguiéndolo, se tengan que poner de acuerdo cuatro partidos para formar gobierno y no necesariamente presidido por un socialista. 

El Partido Socialista, que sigue en Galicia sin levantar cabeza, está empeñado en que el electorado se vaya a otro sitio. Hay un alcalde -de una populosa ciudad del sur de Galicia- que se erige en interlocutor de los órganos de dirección y del candidato elegido democráticamente para aspirar a la Presidencia de la Xunta. ¿No tiene bastante con gobernar su municipio? ¿Cree que su importante taifa le da derecho a un virreinato que nadie le ha reconocido? Hay un candidato al Senado -también en las filas socialistas- que, no habiendo sido elegido ni en los pasados diciembre ni junio, ahora se postula para un escaño en el Parlamento Gallego. Vale para un roto y para un descosido. ¿No sería suficiente lección recibida que habiendo sido rechazado dos veces, su nombre no atrae a los electores y debe dejarle el puesto a otro? 

Y así podríamos seguir: el ejemplo que se da entre la dirección regional y los seguidores del candidato a la Presidencia de la Xunta es pésimo, y lo mismo cabe decir del que nos proporcionan algunas agrupaciones socialistas, practicantes del "quítate tú que me pongo yo". ¿No debiera ser al revés? ¿Por que este interés desaforado en ocupar cargos públicos? Porque para dar más lustre y éxitos al Partido Socialista no es, a la vista de los resultados. Hay unas docenas de afiliados que se han empeñado en imponer sus criterios aunque para eso tengan que tensionar tanto a la organización que esta se presenta exhausta a las elecciones.

En la antigua Roma, cuando un general había obtenido un sonado triunfo militar, lo celebraba en la capital con gran pompa: prisioneros, reyes, soldados, músicos, carrozas, botines, magistrados... y el público asistía entusiasmado al espectáculo. El general victorioso, vestido de púrpura, iba erguido en un carruaje ricamente engalanado, pero detrás de él, un esclavo le susurraba de vez en cuando: "recuerda que solo eres un humano". ¿Pordían tomar nota los reyezuelos de taifas del socialismo gallego?

L. de Guereñu Polán. 

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