lunes, 5 de septiembre de 2016

Un libro de François Mitterrand aplicable a la España de hoy.



Un comentario mío sobre las formas democráticas que muestran gran parte de los medios de comunicación llevo a un amigo a recordarme que releyera El golpe de estado permanente, de Mitterrand.

Y bueno, releerlo no lo he releído, pero entre lo que me que me queda de memoria y una publicación relativamente reciente realizada con motivo del 75 aniversario de la República (Golpismo o Democracia), he entendido lo acertado del consejo y me ha ayudado a entender muchas de las cosas que hoy suceden, y sobre todo cual es el papel que desempeñan muchos de los actores, incluidos los de los al menos teóricos defensores de valores democráticos como la libertad de opinión.

Para entendernos, la República Francesa gozó durante un  tiempo de una Constitución, realizada  a la medida del general De Gaulle, en la que en casos de emergencia, tales como el peligro de la integridad territorial o de incumplimiento de compromisos internacionales, el Presidente de la República estaba autorizado a tomar “las medidas necesarias”, creo que también podía intervenir si se interrumpía el funcionamiento regular de los Poderes Públicos. El problema principal devino de qué quien interpretaba la gravedad de la situación era el propio general, que usó, abusó y tergiversó el texto de la Constitución a su conveniencia.

Estaba en cómo y a quién adjudicar el papel de De Gaulle en 2016, cuando caigo en la cuenta que en España tenemos al menos un par de antecedentes: como se combatió a Felipe González y a Zapatero.
Empezando por González, en palabras de un actor directo, Ansón: “La cultura de la crispación existió porque no había manera de vencer a Felipe González con otras armas,…, era un hombre con una potencia política de tal calibre que era necesario llegar hasta el límite”
”Algunos lo hicimos desde el convencimiento honesto de que ese era un servicio al sistema democrático”.
En el grupo promotor abundaban los directores de medios de comunicación, a las reuniones asistía el que fue Secretario General del PP (Álvarez Cascos) y el grupo fue apoyado por parte de la banca (titular de acciones o con apoyos financieros a esos medios).

Siguiendo por Zapatero. Como quiera que la campaña de prensa  y la movilización en la calle, contra su gobierno no conseguía que los apoyos sociales se debilitaran lo suficiente, ya que,  en palabras de un medio bien significativo (Libertad Digital, sí el mismo que financió el PP de Rajoy con dinero negro): “Sólo la presión de la calle podrá doblarle la mano a quienes no atienden a argumento”, y claro, entre otras cosas intentaba terminar con la violencia de ETA, usando el diálogo y resolver los problemas con Cataluña mediante al reinterpretación de la Constitución y el Estatut. 

La presión no lo doblega y se presenta ante el Rey el documento-manifiesto titulado “TRANSFORMA ESPAÑA. Un momento clave para construir entre todos la España admirada del futuro”,  en plena crisis económica, y al margen del entonces Presidente del Gobierno Zapatero. Aquél manifiesto, elaborado por la Fundación Everis, contiene muchas de las exigencias de reformas estructurales que luego aplicaría el gobierno de Mariano Rajoy, y está firmado y avalado por los empresarios y banqueros más destacados de España, y que representan en conjunto a más del 90% del IBEX. Junto a Sánchez Galán (Iberdrola) figuran: César Alierta (Telefónica), Antonio Brufau (Repsol), Juan María Nin (La Caixa), Juan Roig (Mercadona), Antonio Vázquez (Iberia), Ángel Cano (BBVA), Alfredo Sáenz (Santander), Baldomero Falcones (FCC), Pablo Isla (Inditex), Borja Prado (Endesa), Francisco Román (Vodafone), Juan Abelló (Torreal) y Felipe Benjumea (Abengoa), entre otros.

La posible conclusión de que el rol de De Gaulle, entonces en Francia, en España lo ejercen los medios de comunicación resultaría incorrecta, es evidente que quien lo ejerce sin ningún rubor ni vergüenza son los dueños de esos medios.

La de lo que se persigue es la estabilidad, choca claramente con la experiencia de lo perseguido con Felipe González y de que lo que se intenta es el respeto a las formas y valores democráticos, con lo sucedido con ambos presidentes socialistas. 

Por todo lo anterior, eso de que evitar unas terceras o cuartas elecciones es por el bien de España, es obligado traducirlo porque es por el bien de unos muy determinados españoles, con nombres y apellidos. 

Así me resulta fácil comprender en especial el editorial del País del pasado domingo, ese en el que se dice:”…lo primordial es impedir que los españoles tengan que volver a las urnas, algo que hay que evitar de cualquier forma”. ¿Defensa de la Democracia? Juzguen ustedes.
Isidoro Gracia

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