sábado, 1 de octubre de 2016

Descerebrados

En el año 1999 tomé una de las decisiones más acertadas de mi vida: causar baja en el Partido Socialista, el único en el que milité y no lo he hecho luego en ningún otro ni lo haré. Ello sin dejar de respetar a los que han decidido seguir y más a los que se esfuerzan en extender las ideas del socialismo. Otra de las decisiones más importantes de mi vida fue abrazar las ideas socialistas allá por mis diecinueve o veinte años, un poco rudimentariamente. En aquel año había llegado a la conclusión de que seguir militando era una forma de perder el tiempo como otra cualquiera: conflictos internos, ambiciones desmedidas, peleas, demasiadas energías en lo que no interesaba, encontrar solución a los problemas de nuestros conciudadanos. La situación ha seguido así desde entonces y ahora con gran escándalo e incluso escarnio.

En realidad así ha sido durante otras etapas históricas: es sabido que Iglesias Posse no dejaba crecer la hierba bajo los pies de sus adversarios orgánicos. Los dirigentes socialistas se dividieron durante la II República cuando más falta hacía que estuviesen unidos. Largo Caballero incluso llegó a vetar a Prieto para que fuese nombrado Presidente del Gobierno. Cuando el exilio, en México, Francia y otros países, Prieto y Negrín se disputaron la administración de los recursos de que se disponía para atender a los españoles refugiados.

El propio Felipe González surgió al estrellato político en medio de una profunda crisis que él contribuyó a crear con la inestimable ayuda de Rodolfo Llopis. Y así hasta ahora, pasando por varios congresos, desavenencias con la Unión General de Trabajadores y con importantes dirigentes sindicales, de los que no suelen hablar dinosaurios socialistas en los medios de comunicación. Siempre he creído que si alguien forma parte de una dirección y no está de acuerdo con el máximo dirigente debe decírselo honestamente y combatirle con los apoyos que cuente en vez de recurrir a una conspiración encubierta apoyada en dirigentes territoriales que se han desdicho varias veces a lo largo del tiempo.

La dimisión de diecisiete miembros de la ejecutiva aprovechando que otros tres estaban vacantes es una felonía en el más puro estilo mafioso. Pero esto es, aparte cuestiones morales, consecuencia de un vicio en el que ha incurrido el Partido Socialista en los últimos años: que el Secretario General sea elegido por la militancia mediante sufragio universal y que su equipo sea elegido por un Congreso en el que cada dirigente regional intenta situar a sus fieles. Nada más opuesto a lo que es un equipo cohesionado. El señor Sánchez ha estado dirigiendo el Partido Socialista con conspiradores en potencia, que se han activado en cuanto este o aquel dirigente ha dado la señal, una especie de “Grândola” al revés.

En toda organización –política o no- hay descerebrados, pero en el actual PSOE se han juntado todos los que se habían quedado rezagados junto con los que no tienen escrúpulos morales para conseguir sus objetivos, que no se sabe exactamente cuales son. ¿Me puede decir alguno de los opositores internos al señor Sánchez que se han manifestado, como explican que se niegue legitimidad a quien la ha obtenido mediante el voto mayoritario de los militantes del PSOE? ¿Cómo siete, o diecisiete, o noventa y siete, o siete dirigentes regionales pueden suplantar la voluntad de la mayoría de los militantes? Creo que esto es algo que tiene que resolver el Partido Socialista urgentemente, aunque no tengo confianza en ello.

Como en otras esferas de la vida, como en otras ocasiones, se puede dar aquí la circunstancia de que se tenga que ir un hombre honesto y se quede, en cambio, un delincuente, que es el que ahora preside, en funciones, el Gobierno del país. No puedo creer que los opositores internos del señor Sánchez no sepan esto, pero sí creo que no les importa.

L. de Guereñu Polán.



No hay comentarios: