En el año 1999
tomé una de las decisiones más acertadas de mi vida: causar baja en el Partido
Socialista, el único en el que milité y no lo he hecho luego en ningún otro ni
lo haré. Ello sin dejar de respetar a los que han decidido seguir y más a los
que se esfuerzan en extender las ideas del socialismo. Otra de las decisiones
más importantes de mi vida fue abrazar las ideas socialistas allá por mis
diecinueve o veinte años, un poco rudimentariamente. En aquel año había llegado
a la conclusión de que seguir militando era una forma de perder el tiempo como
otra cualquiera: conflictos internos, ambiciones desmedidas, peleas, demasiadas
energías en lo que no interesaba, encontrar solución a los problemas de
nuestros conciudadanos. La situación ha seguido así desde entonces y ahora con
gran escándalo e incluso escarnio.
En realidad así ha
sido durante otras etapas históricas: es sabido que Iglesias Posse no dejaba
crecer la hierba bajo los pies de sus adversarios orgánicos. Los dirigentes
socialistas se dividieron durante la II República cuando más falta hacía que
estuviesen unidos. Largo Caballero incluso llegó a vetar a Prieto para que
fuese nombrado Presidente del Gobierno. Cuando el exilio, en México, Francia y
otros países, Prieto y Negrín se disputaron la administración de los recursos
de que se disponía para atender a los españoles refugiados.
El propio Felipe
González surgió al estrellato político en medio de una profunda crisis que él
contribuyó a crear con la inestimable ayuda de Rodolfo Llopis. Y así hasta
ahora, pasando por varios congresos, desavenencias con la Unión General de
Trabajadores y con importantes dirigentes sindicales, de los que no suelen
hablar dinosaurios socialistas en los medios de comunicación. Siempre he creído
que si alguien forma parte de una dirección y no está de acuerdo con el máximo
dirigente debe decírselo honestamente y combatirle con los apoyos que cuente en
vez de recurrir a una conspiración encubierta apoyada en dirigentes
territoriales que se han desdicho varias veces a lo largo del tiempo.
La dimisión de
diecisiete miembros de la ejecutiva aprovechando que otros tres estaban
vacantes es una felonía en el más puro estilo mafioso. Pero esto es, aparte
cuestiones morales, consecuencia de un vicio en el que ha incurrido el Partido
Socialista en los últimos años: que el Secretario General sea elegido por la
militancia mediante sufragio universal y que su equipo sea elegido por un
Congreso en el que cada dirigente regional intenta situar a sus fieles. Nada
más opuesto a lo que es un equipo cohesionado. El señor Sánchez ha estado
dirigiendo el Partido Socialista con conspiradores en potencia, que se han
activado en cuanto este o aquel dirigente ha dado la señal, una
especie de “Grândola” al revés.
En toda
organización –política o no- hay descerebrados, pero en el actual PSOE se han
juntado todos los que se habían quedado rezagados junto con los que no tienen
escrúpulos morales para conseguir sus objetivos, que no se sabe exactamente
cuales son. ¿Me puede decir alguno de los opositores internos al señor Sánchez que se han manifestado, como explican que se niegue legitimidad a quien la ha
obtenido mediante el voto mayoritario de los militantes del PSOE? ¿Cómo siete,
o diecisiete, o noventa y siete, o siete dirigentes regionales pueden suplantar
la voluntad de la mayoría de los militantes? Creo que esto es algo que tiene
que resolver el Partido Socialista urgentemente, aunque no tengo confianza en
ello.
Como en otras
esferas de la vida, como en otras ocasiones, se puede dar aquí la circunstancia
de que se tenga que ir un hombre honesto y se quede, en cambio, un delincuente,
que es el que ahora preside, en funciones, el Gobierno del país. No puedo
creer que los opositores internos del señor Sánchez no sepan esto, pero sí creo
que no les importa.
L. de Guereñu Polán.
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