lunes, 10 de octubre de 2016

Euno y Don Mariano



Cuenta un autor antiguo, cuyo nombre no recuerdo, que un tal Euno fue proclamado rey de un territorio siciliano aprovechando una coyuntura favorable, actuando desde entonces como los monarcas orientales. Así, convocó una asamblea y condenó a muerte a los habitantes de una ciudad hostil, pues eran inútiles para fabricar armas, entregó a una mujer a sus esclavos y, después de torturarla, la despeñó desde una torre. Asesinó con su propia mano a sus amos y se colocó una diadema y todas las insignias reales, nombró un consejo de personas de su confianza y se rodeó de una guardia personal de mil hombres, dándose luego un nombre honorífico. Euno iba acompañado de un cocinero, de un panadero, de un masajista y de un bufón, que le divertía durante la comida, como a los reyes orientales, pero incluso yendo más allá que ellos. Incluso hubo quien lo tuvo por ministro de una diosa. Su asamblea tenía las reuniones en el teatro; Euno acuñó moneda, símbolo de la soberanía, con la cabeza de una diosa.

Así Don Mariano también puede verse investido como un rey con toda la pompa: ha encubierto a no pocos delincuentes, aprovechó varias coyunturas favorables, una crisis económica internacional, la descomposición del principal partido de la oposición y el favor de los más golfos del país. Su asamblea está formada por los corifeos que le adulan aunque no tendrían inconveniente en cargarlo hasta una roca Tarpeya y precipitarlo desde ella. Todo el que no es útil para conseguir votos, de forma lícita o ilícita, es considerado inútil en su jerga, pero va apartando a los que considera ya no le valen aunque no ha mucho animaba con frases como “sé fuerte”. Tiene también, como Euno, sus bufones, pero menos afortunados que los del siciliano. Ha removido Roma con Santiago, esperando hasta que el país está sumido en su mayor crisis para hacerse coronar de nuevo y quizá algún día llegue a emparentar con los dioses…

L. de Guereñu Polán. 

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