La crisis poliédrica en la
seguimos sumidos alentó el síndrome del éxito sin parar en los medios, del
dinero fácil, del más cínico resultadismo. Algo que incita al todo vale, aunque
conlleve dejar por el camino valores morales y principios. Algo que recomienda
por higiene cívica, no alejarnos del discurso de la ética, víctimas de tal
paranoia. No en balde la ética como
opción personal de actuación en el plano de lo social, es un recurso de
principios, valores y opciones morales que socialmente marca un contexto
normativo.
No todo vale. No vale de forma farisaica, con
alevosía y falacia, usar nobles principios que se presumen vulnerados, para a
su amparo cometer la atrocidad de
destruir gratuitamente una reputación. No todo vale cuando se trata de la dignidad
y la vida de seres humanos. Jugando con demagogia por un puñado de votos
xenófobos o por lucro en el predominio sobre subsuelos petrolíferos, con
millones de vidas y esperanzas o triturando países hasta no dejar piedra sobre
piedra. No todo vale para conculcar con la difamación una situación legitima, a
coste de situar a persona o personas en estado de indefensión obviando con
descaro la presunción de inocencia.
No todo vale, ni siquiera
justificado por una más que previsible patología psiquiátrica, ponerse de
perfil cuando el Sr. Trump bombardea sin mesura con el arma que antecede a la
nuclear no se sabe que pasillos
subterráneos, ni se da un informe serio de los resultados habidos…. Y menos
alabarle desvergonzada y servilmente la gracia.
No todo vale, como cuando algo tan maravilloso
como la libertad de expresión se pervierte y se usa como mecanismo de chantaje.
Se corromper una libertad fundamental, poniéndola al servicio de la calumnia
desconociendo cualquier pudor o límite.
Individuos de escasa catadura moral
la aprovechan para amenazar o en
su caso difundir, los más insensatos o
insostenibles contenidos, generando una
charca cenagosa, para acogerse al viejo principio de “difama que algo queda”.
Vilipendiar, desacreditar, sembrar la duda, es algo que se usa de forma inmoral, dando a entidad a
manifestaciones, que cualquier persona con criterio decente calificaría de
reprobables.
No todo vale...como asistir con
indiferencia a como se pretenden manipular los órganos judiciales para reducirlos
a apéndices de un ejecutivo asfixiado
por la corrupción. El partido que lo
sostiene va camino de convertirse en la ONCE… “cada día un número”... Ayer el
presidente del gobierno llamado como
testigo de las diligencias de una trama de corrupción a la Audiencia
Nacional. Hoy, un compañero suyo, el anterior presidente de la Comunidad de Madrid conducido a
prisión...mañana….
No todo vale, pues si así fuese, introducidos
en la selva de podredumbre moral que quiere traducirse
como hábitat normal, se quiebra la categoría ideológica vertebrada en torno a
la idea de Progreso. En lugar de progreso y
crecimiento ordenado, tendremos estancamiento; en lugar del surgimiento
de nuevos valores, aparecen viejas miserias físicas y psíquicas; en lugar de la
emancipación, manipulación; en
lugar en lugar de fraternidad, chantaje. En lugar de honestidad y decencia,
el imperio de la calumnia y la difamación
al abrigo inmoral de la impunidad.
Dar a la especulación categoría es muy grave…. Pero lo vomitivo es
que teniendo conciencia de ello, se haga
oportunidad de un hecho torticero. Lo deleznable estriba en usar la mentira
como vehículo de los prejuicios, hasta convertirlos en valor.
No todo vale. El autor de una
mentira, se encadena a ella en una rueda interminable que lo ira
envolviendo. Desconoce la dimensión de
la tarea
que ha asumido, porque estará obligado a mentir, mentir, y mentir para
sostener la calumnia. El Sr. Aznar
podría ser un paradigma.
No todo vale. Se puede engañar a uno una vez,
pero no a todos siempre. Ni en política,
ni en las relaciones interpersonales, ni en las colectivas, ni en ningún
espacio ocupado por sociedades que se presumen democráticas o entre personas honorables
Howard Gardner, neurocientifico,
psicólogo, profesor de la Universidad de
Harvard afirma que “las malas personas no llegan a ser profesionales
excelentes. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes.
Antonio Campos Romay
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