No es la primera vez que al frente de dos
superpotencias se encuentran sendos descerebrados, pero si podríamos desear que
con el progreso de los tiempos estas situaciones no se repitiesen, tal cosa no
es así.
Conviene recordar que el señor Trump no fue el
candidato más votado en Estados Unidos, pero los artificios de las leyes
electorales (que existen en todos los países) le han convertido en un
histriónico y peligroso presidente. El matón de Putin le sirve perfectamente de
“alter ego” en el otro extremo del mundo: sabido es su pasado al servicio de la
dictadura soviética, su reconversión al populismo y la forma en que “solucionó”
los atentados terroristas en su país: matando a más personas que las amenazadas
por los terroristas. La ocupación militar de Crimea y la desestabilización de
otros países en Ucrania y en el Turquestán también son obra suya.
El señor Trump ha hecho su fortuna con trampas
y no pagando impuestos, según esto último de su propia confesión, y ahora se
apresta a tensionar las relaciones internacionales con tal de dar satisfacción
a las bajas pasiones de los amigos del rifle y otras especies.
Trumputin, como si fuesen una sola persona con
dos caras, como el dios Jano, saben que el origen del terrorismo islamista está
en Arabia Saudí y su régimen corrupto y criminal, que el origen está en los
desaguisados y crímenes de occidente en Irak y en otros países de oriente
próximo (¿hará falta recordar el sufrimiento de Mosadek en Irán hace ya décadas
para dar satisfacción a las petroleras anglonorteamericanas?). Que el origen
del terrorismo –entre otras causas- está en el matonismo de los gobiernos
conservadores de Israel y en la violación de las resoluciones de la ONU en materia de colonización
de territorios palestinos…
Si los principales responsables políticos del
planeta incumplen la ley (Crimea, provocación a Corea del Norte) ¿a quien se
puede pedir que respete la ley? ¿Al ciudadano común? La ONU hace tiempo que necesita
una reforma en profundidad para que pueda evitar, de forma ejecutiva,
conflictos que las grandes potencias no están dispuestas si no es a favor de
sus intereses. El derecho de veto –que pudo tener explicación en su momento- no
puede valer para una comunidad internacional en el futuro. El poder que debe
darse al Secretario General debe ser independiente de las aportaciones
económicas de unos y otros a la
ONU; la multilateralidad debe de imponerse una y otra vez sin
que esta pueda entenderse con la sola participación de cuatro o cinco grandes y
poderosos países.
Mientras tanto la Unión Europea es una comparsa,
carece de liderazgo y se pliega a los intereses estratégicos de Estados Unidos
vergonzosamente. Ninguna autoridad de la Unión ha salido para decir lo que los europeos
pensamos sobre el matonismo, el neoimperialismo y el populismo de Trumputin.
¿Cómo es posible que el Gobierno español haya autorizado el uso de una base
nacional para un ataque en Siria sin el amparo de la ONU? Una señal de miseria y
sumisión al señor Trump como una falta total de posición ante el apoyo de Putin
al régimen dictatorial y criminal sirio.
No ignoro que el problema en Siria, que se
extiende a Irak, Líbano (Hezbolá), Irán, Israel, Turquía… es de una envergadura
extraordinaria. Razón de más para que las opiniones públicas europeas se movilicen,
para que los responsables políticos dejen de ser irresponsables, para que se
frene –aunque solo sea con pronunciamientos morales- la escalada de Trumputin,
que no augura nada bueno, que alimenta el terrorismo internacional y que
contenta –de esto sí que estoy seguro- al neofascismo, que de nuevo más que
asoma su cabeza en Europa.
L. de Guereñu Polán.
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