miércoles, 19 de julio de 2017

Corrupción y deporte

En las últimas décadas es un lugar común que el deporte de alta competición, pero también el otro, están directamente relacionados con la corrupción. Deportistas que defraudan al fisco, dirigentes deportivos que se enriquecen hasta el infinito, jueces deportivos que se venden al mejor postor, ciclistas y atletas dopados que ganan competiciones –y dinero- sin mérito alguno, médicos que se prestan a la trampa a cambio de no pocos dineros…

 

Los presidentes de los más afamados clubs de fútbol de España están pringados hasta los huesos, se enriquecen con negocios ilícitos fuera y dentro del país, están relacionados con políticos corruptos como conseguidores, encubren a los deportistas más venales y, en general, se hartan amasando dinero obtenido ilícitamente. En cierta ocasión vi a un obrero en paro llorando hasta la extenuación porque “su“ equipo no había conseguido cierta clasificación. Esto y el papanatismo nacional hacen el resto. En este papanatismo juegan un papel principal los medios de comunicación, que encumbran, endiosan a los deportistas más nocivos, a los peores ejemplos para la sociedad. “Ha sido una falta técnica”, dice un comentarista deportivo ante un lance que no es sino una trampa más que un contrincante emplea contra el otro.

 

Hace décadas se distinguía entre el tenis profesional y el amateur marrón, empleando este color para indicar la suciedad que implicaba esa modalidad, pues se embolsaba más dinero –ilícito y no contribuyente- el amateur  que el profesional. La cosa no ha parado. Hay deportistas de las categorías inferiores a quienes las empresas dueñas de los clubs no pagan y tienen que recurrir –aquellos- a pleitos que se resuelven, con suerte varia, “ad kalendas graecas”.

 

Además ahora hay los derechos de imagen (¿qué es esto y que majadero lo ha legislado?). ¿Cómo se puede permitir que la imagen de un esforzado científico, que ha salvado vidas, la de un misionero que ha empleado años en atender a necesitados, que un profesor que se ha dejado la piel trabajando sin remuneración –por el simple placer de enseñar- no tengan derecho alguno a su imagen y unos mentecatos que en ocasiones no saben ni escribir, cobren por dichos “derechos”?

 

El deporte de alta competición –el fútbol en particular- es ante todo un negocio (no siempre lícito) luego un espectáculo (no siempre bueno) y por último un deporte en el que, de 22, veinte intentan engañar al árbitro (hacer trapas) a cada momento. Se incentiva el mal ejemplo, se recibe en los salones del Jefe del Estado a verdaderos delincuentes morales (y falta por demostrar si penales) y así continúa el festín de una faceta de nuestra sociedad que necesita de mucha limpieza, mientras el Estado está en la berza.


L. de Guereñu Polán.

 


 

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