domingo, 20 de agosto de 2017

Las costas de Galicia



Es un lugar común decir que las costas de Galicia carecen de la más elemental ordenación dentro del conjunto del territorio de que forman parte, y la actual Ley del Suelo es la mejor receta para que la situación empeore, permitiendo a los propietarios de suelo costero actuaciones “urbanísticas” que dañarán más el ecosistema costero y causarán más desastres ecológicos y materiales.

Galicia forma parte, junto con los demás territorios que tienen costas al Cantábrico, de un conjunto donde se suelen dar condiciones atmosféricas parecidas, con predominio de vientos del Noroeste y, en las Rías Baixas, del Suroeste. Galicia es también un territorio con zonas costeras especialmente sensibles a la acción humana, como las playas, las zonas dunares de anteplaya, los humedales y otros espacios ocupados o no por edificios de diverso tipo. La sociedad gallega, en general, parece no haber demostrado la sensibilidad suficiente para exigir de sus gobernantes acciones que conduzcan a la corrección de los vicios actuales, que provienen de décadas atrás.

Es cierto que cuando se produce un temporal procedente del mar, con movimientos de mareas que invaden bruscamente la costa y oleajes que superan los diez metros de altura, las modificaciones en los arenales, pero también en algunos otros espacios sin playas, son notables, pero no es de esto de lo que aquí vengo a hablar, sino de la contribución de la acción humana a que estos desastres que provienen de la naturaleza se agranden.

Como han señalado no pocos especialistas, la franja litoral constituye un ámbito muy complejo y extremadamente sensible, ya que en ella interactúan factores físicos, ecológicos, sociales y económicos, entre otros. La costa experimenta constantes transformaciones, de forma que si echásemos nuestra vista a cien años atrás, veríamos lo que la naturaleza ha modificado nuestras costas, pero aún más, y en mucho menos tiempo, han sido modificadas por el ser humano con sus construcciones, desvío de cauces fluviales, suciedad en las riberas, multiplicación de usos: residencial, agrícola, pesquero, industrial, turístico…

De no tomar interés por estos temas, la situación empeorará con el tiempo, por lo que cuando sobrevengan los temporales de invierno a que un año y otro estamos acostumbrados, las pérdidas económicas aumentarán, los riesgos humanos lo mismo y las transformaciones ecológicas, que es como matar a la naturaleza, también. Sabemos que es difícil actuar en este asunto por la tendencia de la población a vivir en las zonas costeras en todo el mundo, en particular en Europa y en España (existen datos que así lo confirman, particularmente EUROSION), por lo que la intervención humana se ha intensificado en los procesos erosivos en las costas. A ello ha contribuido –dicen Garmendia Pedraja, Rasilla Álvarez y Rivas Mantecón- el deterioro y/o eliminación de los campos de dunas, la artificialización de las zonas de anteplaya, la proliferación de estructuras portuarias de defensa costera… restringiendo su dinamismo, disminuyendo la disponibilidad y libre circulación del material sedimentario y su capacidad para amortiguar los efectos negativos de los temporales.

El ascenso marino parece evidente, por lo que es absurdo seguir “humanizando” las costas, por mucha inercia que exista a poblarlas. Debe actuarse desde los poderes públicos para ordenar el espacio costero, que es más que la línea de costa tanto en zonas arenosas y sedimentarias como en los acantilados y otras formaciones naturales. La sociedad debe tener conciencia de esto si quiere seguir disfrutando de costas ecológicamente sanas, sin edificios anejos, sin asfaltos, sin automóviles, sin “chiringuitos” que afean y degradan el paisaje. El Plan Litoral que el Gobierno pone en marcha cada año se ha dedicado a paliar los efectos de los temporales, pero no a corregir los daños causados por el ser humano, en realidad por los especuladores. Galicia no tiene un instrumento para corregir la actual y salvaje tendencia a intervenir en las costas con fines exclusivamente especulativos; lo que se invierte en reparar paseos marítimos, malecones, embarcaciones, indemnizaciones del Consorcio de Compensación de Seguros, es tirar el dinero si no se actúa contra la acción antrópica tan dada a los beneficios a corto plazo. Me gustaría que los grupos políticos con representación parlamentaria se ocupasen de este asunto. De lo contrario, un viaje por las costas de Galicia, como dijo hace años un arquitecto catalán, “es llorar”. 

L. de Guereñu Polán.

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