Es un lugar común decir que las costas de
Galicia carecen de la más elemental ordenación dentro del conjunto del
territorio de que forman parte, y la actual Ley del Suelo es la mejor receta
para que la situación empeore, permitiendo a los propietarios de suelo costero
actuaciones “urbanísticas” que dañarán más el ecosistema costero y causarán más
desastres ecológicos y materiales.
Galicia forma parte, junto con los demás
territorios que tienen costas al Cantábrico, de un conjunto donde se suelen dar
condiciones atmosféricas parecidas, con predominio de vientos del Noroeste y,
en las Rías Baixas, del Suroeste. Galicia es también un territorio con zonas
costeras especialmente sensibles a la acción humana, como las playas, las zonas dunares de anteplaya, los humedales y otros espacios ocupados o no por
edificios de diverso tipo. La sociedad gallega, en general, parece no haber
demostrado la sensibilidad suficiente para exigir de sus gobernantes acciones
que conduzcan a la corrección de los vicios actuales, que provienen de décadas
atrás.
Es cierto que cuando se produce un temporal
procedente del mar, con movimientos de mareas que invaden bruscamente la costa
y oleajes que superan los diez metros de altura, las modificaciones en los
arenales, pero también en algunos otros espacios sin playas, son notables, pero
no es de esto de lo que aquí vengo a hablar, sino de la contribución de la
acción humana a que estos desastres que provienen de la naturaleza se agranden.
Como han señalado no pocos especialistas, la franja
litoral constituye un ámbito muy complejo y extremadamente sensible, ya que en
ella interactúan factores físicos, ecológicos, sociales y económicos, entre
otros. La costa experimenta constantes transformaciones, de forma que si
echásemos nuestra vista a cien años atrás, veríamos lo que la naturaleza ha
modificado nuestras costas, pero aún más, y en mucho menos tiempo, han sido
modificadas por el ser humano con sus construcciones, desvío de cauces
fluviales, suciedad en las riberas, multiplicación de usos:
residencial, agrícola, pesquero, industrial, turístico…
De no tomar interés por estos temas, la
situación empeorará con el tiempo, por lo que cuando sobrevengan los temporales
de invierno a que un año y otro estamos acostumbrados, las pérdidas económicas
aumentarán, los riesgos humanos lo mismo y las transformaciones ecológicas, que
es como matar a la naturaleza, también. Sabemos que es difícil actuar en este
asunto por la tendencia de la población a vivir en las zonas costeras en todo el
mundo, en particular en Europa y en España (existen datos que así lo confirman,
particularmente EUROSION), por lo que la intervención humana se ha
intensificado en los procesos erosivos en las costas. A ello ha contribuido
–dicen Garmendia Pedraja, Rasilla Álvarez y Rivas Mantecón- el deterioro y/o
eliminación de los campos de dunas, la artificialización de las zonas de
anteplaya, la proliferación de estructuras portuarias de defensa costera…
restringiendo su dinamismo, disminuyendo la disponibilidad y libre circulación
del material sedimentario y su capacidad para amortiguar los efectos
negativos de los temporales.
El ascenso marino parece evidente, por lo que
es absurdo seguir “humanizando” las costas, por mucha inercia que exista a
poblarlas. Debe actuarse desde los poderes públicos para ordenar el espacio
costero, que es más que la línea de costa tanto en zonas arenosas y
sedimentarias como en los acantilados y otras formaciones naturales. La
sociedad debe tener conciencia de esto si quiere seguir disfrutando de costas
ecológicamente sanas, sin edificios anejos, sin asfaltos, sin automóviles, sin
“chiringuitos” que afean y degradan el paisaje. El Plan Litoral que el Gobierno
pone en marcha cada año se ha dedicado a paliar los efectos de los temporales,
pero no a corregir los daños causados por el ser humano, en realidad por los
especuladores. Galicia no tiene un instrumento para corregir la actual y
salvaje tendencia a intervenir en las costas con fines exclusivamente
especulativos; lo que se invierte en reparar paseos marítimos, malecones,
embarcaciones, indemnizaciones del Consorcio de Compensación de Seguros, es
tirar el dinero si no se actúa contra la acción antrópica tan dada a los
beneficios a corto plazo. Me gustaría que los grupos políticos con
representación parlamentaria se ocupasen de este asunto. De lo contrario, un
viaje por las costas de Galicia, como dijo hace años un arquitecto catalán, “es
llorar”.
L. de Guereñu Polán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario