domingo, 8 de octubre de 2017

Una manifestación en mi ciudad



Estando en la terraza de un café, vi pasar hoy la manifestación de los adversarios de la independencia de Cataluña (incluso algunos serían adversarios de Cataluña) con banderas nacionales y sin ellas, pero sobre todo sacando la roja y gualda (como nos enseñaron en la escuela primaria) cuando nunca se había hecho antes si no es para ciertos acontecimientos deportivos. Por primera vez estuve en el lado contrario de los que gritaban “no nos mires, únete…”. Un nacionalismo excita a otro; por un momento pensé en la exaltación patriótica de la guerra contra el francés en 1808, cuando los historiadores dicen que se forjó la nacionalidad española, luchando allí contra la invasión, frailes, bandidos, jóvenes, aguerridos campesinos, militares y personal de casi toda condición.

La manifestación de hoy, no más de mil personas, pero no desdeñable para una pequeña ciudad, fue enardecida, con gritos apasionados (“soy español, español…”, como si cupiese alguna duda) y otros que no reproduzco aquí por pudor. Vi a algunos personajes de la derecha local más rancia, pero también a personas del común, bien intencionadas, espoleadas por tanta prensa, televisión y políticos que han agitado las aguas del nacionalismo español, en respuesta al catalán.

De vivir en Cataluña no hubiera asistido a ninguna manifestación por la independencia, como cabe suponerse, aunque sí a la que tuvo lugar por la defensa de la ley, pero al vivir en Galicia me ha parecido innecesaria esa demostración de gallardía patria. Yo no estoy orgulloso de ser español ni de ser gallego, pero sí estoy orgulloso de profesar las ideas políticas que tengo, porque estas las he elegido y madurado yo, no son el resultado de ninguna contingencia. Al ver hoy en mi ciudad tanto apasionamiento, tanto arrebato místico, tantas banderas de distintos tamaños (un niño, acompañado de sus padres, no se resistió a vestir la camiseta del Barcelona C.F.) sentí una rareza a la que me había desacostumbrado. Noto de falta, en estas manifestaciones por la legalidad constitucional, las senyeras junto a la bandera nacional (puestos a ondearlas). La demostración terminó ante la sede de la Policía Nacional, con grandes elogios para ella… dos policías –prudentemente- salieron para saludar, sin más alharacas.

Pero más noto de falta que la gente no se movilice, o lo haga de forma remisa, por problemas lacerantes que afectan a muchos millones de españoles: parados, ancianos sin prestación de dependencia, salarios bajos, diferencias enormes en renta y riqueza, propensión a la privatización de la sanidad pública y menoscabo de los recursos de la enseñanza, por poner solo algunos ejemplos. España es un estado antiguo, de los más de Europa, lo que no garantiza nada, pero cuartearlo resultará difícil por el momento. Hay muchos lazos –incluso económicos- que nos unen a todos: la Seguridad Social, el Ejército, las Fuerzas de Seguridad, la solidaridad interregional, las leyes y el flujo de mercancías, capitales y personas que, antes que en Europa y el resto de mundo, van y vienen por todo el territorio nacional. Pero estas cuestiones, que pueden ser discutidas a la luz de la razón, quedan cegadas cuando priman los sentimientos subjetivos, que no atienden a lo que de sensato diga el otro.

España no es Canadá ni el Reino Unido, y mucho menos la antigua Yugoslavia. España tiene un sentimiento colectivo –también en Cataluña- de que se pertenece a un Estado muy consolidado, que ha tenido que librar batallas internas muy duras en el último siglo (dos dictaduras y una guerra civil entre otras). Hay heridas que aún no están cicatrizadas, pero el sentimiento independentista, respecto del conjunto, es minoritario en todas las regiones o comunidades, también en Cataluña y las provincias vascas. Cuando el President Companys, en 1934, proclamó el “Estat Catalá” dentro de la República Federal Española, no hizo otra cosa que vulnerar la ley, como ahora sus epígonos. ¿Quién era Companys para establecer por él mismo, sin más concurso, qué era Cataluña y qué era España? Luego, como le asesinaron, ha quedado como el mártir que es. Así lo reconocemos y respetamos.

Una exalumna, que me vio antes de la manifestación que comento, dijo cuando me saludaba: “voy a la manifestación por España” (hoy es concejala de Ciudadanos). Puede que no tenga la misma idea de España que yo, pero podemos vivir en comunidad aunque ella prefiera ondear agitadamente una bandera y yo saborear un godello (me reservo para las verdaderas batallas). 

L. de Guereñu Polán.

2 comentarios:

FUNDACIÓN LUÍS TILVE dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
FUNDACIÓN LUÍS TILVE dijo...

Esa visión de un acontecimiento local me gusta, porque permite analizar el bosque a través de un solo árbol. La conclusión es de aplicación global.
Isidoro