jueves, 11 de enero de 2018

La extrema derecha europea





Aunque no todas las organizaciones de extrema derecha en Europa se corresponden con un mismo perfil, lo cierto es que, en conjunto, obedecen a unas características generales que ponen en peligro lo hasta ahora conseguido por la ciudadanía, guiada por el movimiento socialista y socialcristiano.
 
Los europeos de extrema derecha no quieren oír hablar de inmigrantes si no es para rechazarlos; no quieren aceptar que la soberanía de los estados ya no puede ser la de hace cincuenta años: se quejan de que las decisiones sobre Francia, Reino Unido, Austria, etc. se toman en Bruselas, en Washington o en centros ajenos al propio. Los ciudadanos de extrema derecha no quieren oír hablar de globalización de la economía, aunque esta se ha impuesto para bien y para mal (no entro en este asunto aquí y ahora).

No pocos de los votos que van a la extrema derecha europea, antes eran de socialistas y comunistas, pero estos han decepcionado a sus electores por varios motivos: porque los partidos de estas ideologías se han burocratizado, porque sus dirigentes y cuadros no han sido capaces de adaptarse y dar respuesta a problemas nuevos y viejos y, sobre todo, porque no han dicho nunca con claridad a la población, “compatriotas, no tenemos el futuro en nuestras manos, no podemos prometeros esto o lo otro, nos encontramos con un muro hoy por hoy infranqueable, este muro es el gran capitalismo internacional, los grandes financieros, los grandes industriales y dueños de la tecnología”. Es cierto: el movimiento socialista en general no habla claro a la gente para que esta comprenda que no será posible atender a sus demandas sociales con una economía totalmente en manos de unos pocos, con un reparto de la riqueza totalmente desigual tanto persona a persona como continente a continente. Por ahí creo yo habría que empezar.

La extrema derecha europea, que en parte se inspira en su odio a la democracia participativa, en los antiguos fascismos habidos en Europa, ha recogido los frutos de todo ese desencanto, de toda esa frustración que han sufrido los antiguos votantes del movimiento socialista. El sector secundario, antes muy combativo, ha ido empequeñeciéndose con el crecimiento del sector terciario, más acomodaticio y alejado de a dureza de las fábricas; pero también los sectores marginados de la sociedad en Europa han ido a parar, en parte, a la extrema derecha con su discurso fulgurante, demagógico y fantástico (en sentido original de la palabra). Es la huida hacia adelante: si nos defraudan los nuestros, entreguémonos al antiguo enemigo; al menos demuestra arrojo y crece en varios países de Europa.

Así lo vemos en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Austria, en Polonia, en Hungría… La extrema derecha puede que no pase nunca del 30% de los votos, pero es una fuerza en alza porque las condiciones objetivas le favorecen (globalización económica) y las subjetivas también (decepción del movimiento socialista y democrático en general).

¿Alguien piensa que se van a poder garantizar las pensiones en las sociedades envejecidas sin allegar recursos de allí donde están, que es en las transacciones internacionales y en las grandes corporaciones financieras e industriales? ¿Alguien piensa que se va a poder mantener el enorme coste de la sanidad pública, de la enseñanza pública, de las atenciones a los ancianos e impedidos, de los que tienen rentas bajas, de los que viven en la miseria y forman el “cuarto mundo” si no es cambiando por completo de modelo económico?

La izquierda no ha dicho nunca en sus campañas electorales algo que parece obvio: la Unión Europea es el resultado de un pacto consistente en que la derecha conservadora y liberal garantice el control (no siempre afortunado) de una economía pudiente, a cambio de que la izquierda no discuta el modelo neocapitalista instalado en el mundo. Porque si se dijese, ya un sector de la población europea comprendería que la UE cumple un papel muy importante, pero insuficiente para frenar la desigualdad, la xenofobia, el populismo, el nacionalismo creciente en países como España, Polonia, Escocia, Hungría, Austria, etc.

La extrema derecha europea –como el antiguo fascismo- habla mal de la política y de los políticos (estos se lo merecen en parte aunque por otras razones), pero en realidad lo que quiere es acaparar toda la política y ser ella –la extrema derecha- la que nutra de políticos el mapa europeo. La extrema derecha quiere una política económica intervencionista aunque esta sea imposible en un mundo globalizado, quiere exacerbar el nacionalismo diciéndole a los nacidos en el país aunque de origen colonial: “os consideramos nuestros compatriotas, pero no queremos que sigan viniendo desde Europa del este, desde África, desde América latina…”.

¿Alguien cree que la izquierda se va a recuperar en Europa con políticos como Hollande, Renzi o Blair? Uno ha catapultado al actual Presidente de la República francesa, el otro ha traicionado a su correligionario Letta con la política del “quítate tú que me pongo yo… “ (para cosechar el resultado que está a la vista). El otro ha dado un pésimo ejemplo al mundo violando el derecho internacional en una invasión ilegal, prohibida por la ONU y mediante mentiras de lesa humanidad…

Tengo para mí que es en el ámbito regional y local donde los demócratas, los socialistas, tienen mucho que demostrar y conseguir, porque las políticas nacionales y continentales están en manos de otros que no salen a la palestra pública, pero actúan como fantasmas terribles en una incesante rapiña.

L. de Guereñu Polán.

No hay comentarios: