jueves, 26 de abril de 2018

El pelaje



Así como en el reino animal hay especies con diferentes pelajes, entre los seres humanos que tienen responsabilidades públicas, entre los miembros de los diversos partidos políticos, también.

Hace ya algún tiempo que me dí cuenta de que para colaborar con el Partido Popular en cargos de responsabilidad había que tener un pelaje especial. De lo contrario no se entienden los muchos casos que hemos ido conociendo desde que el mismo Partido Popular se creó con otro nombre (pero mismo pelaje).

Una expresidenta de la Comunidad de Madrid no solo se aprovechó de un trato de favor para obtener un título universitario, mintió repetidamente sobre las circunstancias de sus supuestos estudios, exhibió documentos falsificados, sino que ahora se sabe que hurtó unos productos de poca monta en una tienda. Si yo fuera responsable público no aprovecharía este último asunto para erosionar a la expresidenta, pero sí su mendaz comportamiento y sus actividades, durante varias décadas, en cargos públicos y en fundaciones o entidades dependientes del poder público. Toda una vida política marcada por la sospecha y la ilicitud (ya veremos si por el delito).

Ahora, un periódico digital ha sacado el video del hurto, que atesoraba desde hace tiempo, para deshacer la posibilidad de la moción de censura que pesaba sobre la expresidenta: un aliado del PP viene en su socorro.

Pero no solo: uno escondió un maletín con varios millones de euros obtenidos ilícitamente en el altillo de un armario, espió a uno de sus compañeros para lo que dedicó dinero público, recibió dinero de empresas privadas a cambio de concederles contratas… otro se fue a Colombia para delinquir soberanamente, se construyó una residencia veraniega con el favor de un constructor que también recibió contratas… otro se llevó a bancos suizos más de cuarenta millones de euros resultado de “mordidas” a empresarios con el fin de enriquecerse personalmente y financiar a su partido, el PP.

Uno que fue ministro tenía dinero en paraísos fiscales; otro, también ministro, está en el banquillo de los acusados por delitos en la gestión bancaria, por usar una tarjeta de crédito en su favor y otros delitos no menores. Una que fue ministra se benefició de regalos no baratos de parte de un empresario y organizó fiestas infantiles con dinero ilícito. Uno que fue ministro venía de contribuir a una grave crisis en una entidad bancaria internacional. Y así sucesivamente.

Algunos de los responsables públicos del PP justifican el franquismo y sus crímenes (en este caso sobre todo alcaldes). Otros han pasado por la cárcel y están pendientes de juicio por hacerse con palacetes en hermosas islas o por colaborar con miembros de la familia real en la comisión de gravísimos delitos. Se cuentan por cientos los casos de corrupción, miseria moral, mentiras y demás latrocinios desde el poder público.

El Partido Popular pasa por ser el que más afiliados tiene en España: se habla de 800.000 porque la norma es que el padre de familia, o la madre, inscriban a todos los miembros de la misma sin mayor rubor ni respeto por la decisión que, individualmente, pudiera tomar cada uno. Como se trata, generalmente, de familias pudientes, pagan varias cuotas, en no pocas ocasiones acrecidas.

El mayor encubridor de estos delincuentes es el Presidente del Gobierno (que cobró no poco dinero procedente del delito) sabedor de las tropelías de sus subordinados, como era sabedor cuando fue Presidente de la Diputación de Pontevedra (“estoy rodeado de delincuentes”, me dijo en cierta ocasión) de las andanzas de “Ligero”, Baltar o Castro. Él les apoya hasta que se precipitan en el abismo para, luego, bajar y aplastarles con su propio calcañar. Es lógico: el Partido Popular tiene unos orígenes delictivos consecuencia de nacer de un régimen criminal e impune. Sus relaciones con el contrabando, con el narcotráfico, con los abusos de la anterior dictadura, hicieron que el partido se nutriese de ese personal, de una forma u otra. Por eso se habló de un PP (AP en su momento) de la boina y otro de la toga. Da igual: los máximos dirigentes (Fraga y Rajoy) proceden del mundo jurídico y han estado siempre en íntima conexión con el hampa de “elite”.

Alcaldes venales, diputados que compatibilizan sus negocios privados con el cargo público (Pujalte), diplomáticos con negocios sucios y responsabilidades en accidentes aéreos que costaron la vida a decenas de militares españoles (Trillo), jefes regionales imputados (Murcia), alcaldesas corrompidas hasta el tuétano (Castedo, Barberá), los casos de Ruz, Camps, Naseiro, Castro, Baltar, del Burgo, Monago… antes Martín Villa y la tropa de la transición política ¿Para que seguir?

Si yo estuviese tentado a militar en las filas del PP no podría llevar a cabo tal designio, pues me repele su ideología, pero sobre todo sus prácticas, sus trampas, sus mentiras, sus robos, sus delitos, su historia, su esencia misma. Es cuestión de pelaje.

L. de Guereñu Polán.

domingo, 22 de abril de 2018

Más sobre enemigos de la democracia

José Mª Albiñana
En un libro de Gil Pecharromán[1] se explica cómo los monárquicos alfonsinos conspiraron contra la II República española solo constituirse esta: “En sus orígenes, apenas proclamada la República, tuvo como eje a un grupo de nostálgicos primorriveristas, militares como los generales Barrera, Ponte y Orgaz y civiles como el conde de Vallellano y Santiago Fuentes Pila. Los conspiradores intentaron, ya desde mayo de 1931, atraerse el apoyo de los oficiales descontentos con las reformas azañistas y de monárquicos acaudalados, dispuestos a financiar un golpe de Estado. Se acercaron sin éxito a los carlistas, que iniciaban en Navarra la reorganización de sus milicias requetés, y al nacionalismo vasco, uno de cuyos dirigentes, José Antonio Aguirre, se entrevistó varias veces con el general Orgaz. Finalmente, los rumores de lo que se preparaba llegaron al Gobierno y Azaña creyó ponerlos fin en septiembre enviando a un destierro honorable a Orgaz y algún otro de los militares implicados. 
 
Pero la trama apenas fue tocada y en los meses siguientes se integraron en su organización militares como los generales Villegas y Cavalcanti. Los conspiradores buscaron aproximaciones, aún mal conocidas, a una trama civil paralela, inspirada por el antiguo grupo constitucionalista de Manuel Burgos y Mazo y Melquíades Álvarez, quienes, con la colaboración del propio jefe del Estado Mayor del Ejército, general Goded, y quizá con alguna connivencia por parte de Lerroux, se disponían no a terminar con la República, sino a rectificar su rumbo, expulsando a la izquierda del Poder. En enero de 1932, el antiguo responsable de la Guardia Civil, general Sanjurjo, fue colocado al frente del cuerpo de Carabineros, un puesto de menor relieve, en lo que se interpretó como un castigo por sus críticas a la política gubernamental de orden público. Era lo que necesitaban los conspiradores para captar a un militar de gran popularidad. Poco después, Sanjurjo se convertía en responsable máximo de una conspiración tan confusa como mal organizada”. 
 
El mismo autor sigue diciendo que el debate en las Cortes del Estatuto de autonomía para Cataluña y el desarrollo de las reformas militares contribuyeron a aumentar la determinación de los conspiradores. Los carlistas admitieron que, a título individual, sus seguidores colaborasen con los golpistas y el jefe del Partido Nacionalista Español, nacido en 1930, José María Albiñana, “se movía como pez en el agua en los círculos de la conspiración, en los que hacía valer la experiencia de sus Legionarios en la lucha callejera y su antigua amistad con los generales Barrera y Ponte. 
 
Así se tuvo que batir la II República desde el primer momento: intentar dar solución a graves problemas seculares, modernizar España, establecer un régimen de libertades y democrático (que realmente nunca lo fue del todo), combatir el desorden público que venía de un lado y de su opuesto y lidiar con los conspiradores que no solo se manifestaron de forma palpable en 1932 y en 1936.
 
Albiñana es un ejemplo de contradicción donde los haya: antiguo liberal y anticlerical que incluso estuvo en contacto con Santiago Alba, visto que la carrera política que pretendía para sí se truncaba una y otra vez (llegó a apoyar a la dictadura de Primo cuando esta se agotaba, sin saberlo, claro) fue evolucionando hacia posiciones de extrema derecha, de un nacionalismo español rudo y nada racional, sin contenido ideológico salvo en la superficie… pero había sido un estudiante contestatario y violento, pretendiendo una notoriedad que nunca tuvo ni en un lado ni en otro del espectro político (su vida pública empezó cuando alboreaba el siglo XX y su muerte tuvo lugar en 1936). Fue pobre y rico, escritor infatigable, sarcástico político, en México hizo su fortuna que dilapidó, expulsado de ese país, estuvo varias veces en la cárcel en España y otras tantas se libró por la influencia de sus amigos. A la postre, el Partido Nacionalista Español, que fundó con el solo objeto de ser su jefe, pues nunca fue tenido en cuenta por fuerza política alguna, se diluyó en los grupos fascistas que encontraron su camino a partir de 1933 y durante la guerra civil posterior. 
 
L. de Guereñu Polán.


[1] “Sobre España inmortal, solo Dios”.

martes, 10 de abril de 2018

A ACTUALIDADE E A REBELIÓN NA GRANXA DE ORWELL



Escrita fai 73 anos como crítica e análise da corrupción que xorde trala adquisición do poder, cando comeza a transformarse en tiranía é perfectamente aplicable ao día de hoxe.

O outro día un mozo da familia descubriu na miña biblioteca un exemplar do libro de Orwell e unha primeira ollada impulsoulle a pedirmo para a súa lectura. O feito fíxome recordar o seu contido e repentinamente as imaxes dos protagonistas da obra de 1945 se superpusieron sobre feitos e personaxes relevantes destes anos de crises.

Efectivamente, na miña imaxinación o honrado e traballador cabalo Bóxer se transformouse nos moi honrados e confiados traballadores que están sendo expoliados sen límite pola banca e demais granxeros, perdón especuladores donos do mercado. Certo é que nun principio a revolución expulsou ao granxero titular Sr. Jones, papel que na actualidade poderían asimilarse a Lehman Brothers, a nivel mundial, ou os dirixentes de Caixa Galicia en predios máis próximos, pero como ocorre nos sucesos do libro iso está quedando nunha mera anécdota, para os sufridos explotados  galiñas e demais productores, (comparables cos sufridos cidadáns que viven do seu traballo) que deben traballar máis horas por menos ración, desde a ignorancia dos consumidores, ovellas hoxe asimilables cos moi voluntariamente desinformados e egoístas adictos ao móbil, videoxuegos ou botellón, que terminasen pagando caro os seus excesos do presente e do pasado, e sobre todo a súa actual falta de reacción ante as inxustizas, que erróneamente creen que só afectan a “os outros”, a súa factura chegará cando o proceso convértase en irreversible en moitos dos seus efectos.

Realmente todos e cada un dos personaxes do relato literario teñen correspondencia en alguén que exerce a súa “rol” hoxe en día, os porcos do directorio poden corresponderse fácilmente coa famosas axencias de cualificación, sempre pedindo máis, sempre manipulando máis, para levar o beneficio á mesa dos seus socios (incluso as principais coinciden en ser tres), e usando os medios de comunicación, propiedade tamén dalgún dos seus socios especuladores, para ir evolucionando as mensaxes, igual que evolucionaban os mandamientos da historia orwelliana, engadindo ou reinterpretando os mandatos.

O muro de ladrillo blanqueado onde se escribiron os sete mandamientos hoxe ten paralelismo en potentes medios como televisións, diarios escritos, radios e redes sociais, medios que salvo escasas e en ocasións heroicas excepcións está controlados, moi maioritaria e masivamente, por moi poucas persoas e corporacións. Ata ao lugar onde invitan a que confesemos os nosos gustos, imaxes preferidas, e ata opinións máis intimas, denomínase “muro”.

Os gobernos tamén ofrecen dobre coincidencia, neste caso (e sen ánimo de ofender a ninguén) cos cans criados desde cachorros en segredo, primeiro rexeitan o ataque dos humanos, pero segundo vai avanzando o proceso de explotación e asimilación do poder polos porcos e os seus aliados externos quedan convertidos en meros instrumentos que actúan ao dictado de quen detenta o verdadeiro poder, véxanse senón os gobernos impostos ao socaire da penúltima crise, ou as actuacións ao dictado da maioría dos gobernos electos, con votos influídos por técnicas moi tecnolóxicas e moi escuras.

Ata o burro Benjamín, intelectual de prol, pode verse reflectido en múltiples tertulianos e as prédicas do corvo Moses nas das relixións varias, que hoxe predican o sacrificio das maiorías como única vía de saída á crise, so pretexto do que se perdeu é o referente moral do esforzo individual.

Abril 2018 
Isidoro Gracia

lunes, 9 de abril de 2018

La sociología electoral



Es uno de los temas que más interés tiene para mí, sobre lo que he leído mucho, pero poco bueno, y aún así sigue siendo un enigma la razón por la que cada individuo opta por un partido u otro (por abstenerse, votar en blanco o nulo) en cada convocatoria electoral. Por eso las encuestas electorales fallan en sus predicciones tantas veces, aparte de que –como los expertos confiesan- cada vez más se dejan influir por las consultas que cada partido hace para sí.

Hemos visto como, aún diciendo el actual presidente de Estados Unidos, que anunciando matar en una calle a tal o cual persona, él sería elegido, así ha sido (última campaña electoral en dicho país). Hemos visto como partidos embebidos en la corrupción, en España y fuera de ella, reciben votos a millones por parte de la ciudadanía. Hemos visto como no hay ley electoral que guste a todos, cuando si se actuase de buena fe las circunscripciones serían las mayores posibles en los sistemas proporcionales…

Cuando he intentado acertar en el resultado de unas elecciones no lo he conseguido nunca: siempre ha habido un factor nuevo, con el que no conté por no conocerlo, que ha venido a desfigurar mis vaticinios. Algo así reconocen algunos expertos cuando hacen sus sesudas y científicas encuestas.

En un país de fuerte componente individualista (como Galicia) suele ganar aquel partido que menos esfuerzos ha hecho por el asociacionismo y menos tradición democrática ha demostrado; le basta con ser el que haya heredado estructuras de poder (algunas sutiles pero otras no) que, aún con un régimen político nuevo, ha conseguido perpetuar. Andalucía es un ejemplo a contrario: con una tradición asociativa muy fuerte, sobre todo en el campo, es terreno abonado para los socialistas (al menos por ahora) pero habrá que estar atentos a que la sociedad en dicha comunidad, como en otras, cada vez está más terciarizada.

La estructura de la propiedad (Castilla y León) también influye en el comportamiento electoral, así como el predominio de la pequeña empresa sobre la grande y comunidades rurales que todavía siguen siendo un elemento importante a tener en cuenta. El comportamiento es a la inversa (matizadamente) en Castilla-La Mancha, donde los parecidos con Andalucía y Extremadura suelen dar el voto a los socialistas.

Ya pueden los nacionalistas vascos o catalanes estar sumidos en casos graves de corrupción, que su electorado está garantizado. Lo que cuenta es el concepto “nacionalismo”, ningún otro valor moral o político. Ya puede un señor de derechas, pero correcto y honrado, estar harto del PP, que le seguirá dando su voto antes de que el poder pueda ser ocupado por los socialistas. Y al revés.

La polémica absurda sobre si es mejor el bipartidismo o el multipartidismo electoral, merece dicho calificativo porque no depende de que decidamos, teóricamente, una cosa o la otra, sino de la voluntad de los electores. Cuando hubo bipartidismo en España fue porque así lo quiso el electorado; ahora que no lo hay es por lo mismo. Eso es lo que cuenta. Lo que se puede asegurar, sin embargo, es que el bipartidismo se cuartea cuando los partidos que lo forman se duermen en los laureles: uno creyéndose que se pueden mantener conflictos internos eternamente; otros incurriendo en casos de corrupción cada día. Las generaciones se suceden y suelen buscar, a poco que surja una variable (la crisis económica, por ejemplo) opciones que saltan al calor de la dormición bipartidista.

La estructura de partidos, en España como en otros países, se ha transformado más o menos importantemente, y ello permite observar que casi siempre a favor de la derecha: véanse los casos de Francia, España e Italia, por poner algunos ejemplos. Además, los partidos “emergentes” suelen no hacer gala ni de conservadurismo ni de izquierdismo, sino de un populismo nuevo, que tiene sus elementos diferenciadores con los fundadores del populismo latinoamericano. Creo que no tienen futuro, a no ser que en los próximos años se definan en múltiples asuntos que interesan al mundo (no lo han hecho).

Siempre se ha dicho que la izquierda sociológica es más exigente en términos de moral pública. Pues ya sabe lo que tiene que hacer la izquierda política. Y ello teniendo en cuenta que cada vez son más escuálidos los cinturones rojos que rodeaban a las grandes ciudades industriales, viveros para la izquierda. Siempre se ha dicho que el votante de derechas prefiere elegir a quienes dan la impresión de buenos gestores, a quienes conciben la cosa pública como si se tratase de una empresa que hay que gestionar bien. No puedo estar de acuerdo con esto último: el Estado es algo más complejo, con instituciones, tradiciones, historia, objetivos a corto, medio y largo plazo, compromisos internacionales… y problemas sociales y políticos que una empresa privada no tiene. ¿Cuántas veces se toma una decisión “política” a sabiendas de que no es la más rentable?

Durante la transición política española –y hasta los años noventa- la izquierda del país vivió mucho de la memoria colectiva: las grandes luchas obreras, el sindicalismo militante, la oposición a la dictadura y la prédica democrática, el ejemplo de las viejas personalidades, muchas de las cuales dieron sus vidas por la causa. Esto, hoy, ya no es referencia para amplias capas de la población. La sociología electoral se complica.

L. de Guereñu Polán.