domingo, 1 de julio de 2018

Por una Europa mestiza



Uno de los fenómenos de mayor interés y trascendencia en la historia es el del mestizaje que diversas comunidades han ido constituyendo a partir de migraciones, invasiones, guerras y colonizaciones. Cuando los españoles llegaron a América desde finales del siglo XV comenzó un lento mestizaje que ha dado el mayor número de habitantes, hoy, en todo el continente, desde California hasta e cabo de Hornos. Es cierto que algunas comunidades quedaron al margen de este mestizaje, ya por su apartamiento, por su resistencia o por habitar zonas de escaso interés para el conquistador europeo, pero la América de hoy es el resultado de un mestizaje que se ha llevado a cabo con naturalidad, aunque en sus orígenes esté la violencia.

También la población europea es el resultado de un mestizaje forjado a lo largo de siglos: eslavos del este, norte y sur se mezclaron con los pueblos que vivían en lo que hoy es Alemania, Suiza, Inglaterra, Escocia, etc. La población española medieval es el resultado de una mezcla entre indígenas, población germana (suevos y godos principalmente) y romanos. La llegada de francos, genoveses, pisanos, napolitanos y otros grupos (como la llegada de españoles a Flandes, Austria, Italia, etc.) ha contribuido al mestizaje que hoy existe en Europa. ¿Qué decir de los afroamericanos?, y así podríamos decir de la mezcla entre chinos, malayos, indios, filipinos y otros grupos humanos.

Como parece que el fenómeno migratorio hacia Europa que se está produciendo desde hace unas décadas no va a parar, porque el reparto de la riqueza en el mundo es muy desigual, porque existen efectos climáticos que van dejando desérticas amplias zonas de África, porque las guerras expulsan a parte de la población civil en busca de paz y tranquilidad para labrarse el futuro, no nos va a quedar otro remedio (yo diría que tenemos una oportunidad) que idear políticas que acojan a los migrantes y refugiados, en este último caso, además, porque así lo establecen tratados internacionales que han firmado muchos países, entre ellos España.

Sabemos también que Europa sufre un grave problema demográfico de envejecimiento de su población, de estancamiento incluso de la misma, por lo que ciertos trabajos no los van a realizar sino inmigrantes. Los impuestos necesarios para seguir manteniendo las pensiones no los van a pagar sino inmigrantes (además de los que el Estado recaude acrecidamente si aplica políticas redistributivas). El problema es, no lo ignoro, que la llegada masiva de inmigrantes y refugiados exige todo un esfuerzo para que esa llegada no se convierta en uno de los desórdenes más que conforman el mundo.

España, además, ha sido país de emigrantes desde el siglo XIX hasta los años setenta del pasado siglo, con destinos tan diversos como América y Europa. España ha sido de los países que ha depredado bosques y minas, ha explotado a poblaciones enteras, y ahora ha llegado el momento de actuar consecuentemente con los descendientes de aquellas poblaciones. Razones de humanidad, de justicia y de necesidad se imponen.

Pretender, como hacen los xenófobos, que el continente europeo va a perder su “identidad” si se llena de inmigrantes y refugiados, es una sandez: en primer lugar porque el fenómeno no hay quien lo pare. La diferencia está en si se hace ordenadamente, solidariamente, o a las bravas. Las ayudas a los países de origen –siempre que no estén gobernados por corruptos- es una primera medida que no ha dado todavía los resultados deseados. La lucha contra las mafias que organizan en su favor el traslado de migrantes a Europa, con grave riesgo de sus vidas (riesgo que ya se ha convertido en siniestro miles de veces) es uno de los asuntos más difíciles de llevar a cabo, porque se necesita de la colaboración de muchas partes.

Por si las dificultades no fueran pocas, aún contamos en Europa con gobiernos que no están por la labor, que basan sus políticas en el egoísmo y/o la ceguera, que sienten aversión al otro, que practican políticas xenófobas que, con el tiempo, no harán sino dividir a la sociedad más de lo que está: los inmigrantes ya asentados en Europa y los indígenas europeos partidarios de la exclusión: he aquí un problema en potencia que están alimentando personajes como el italiano Salvini, pero no solo. Procedente de una izquierda de escasas convicciones, milita ahora en el más reaccionario movimiento europeo después de las experiencias vividas por Europa con los diversos fascismos.

Los de mi generación no lo veremos, pero en un futuro no demasiado lejano estoy convencido de que Europa será el resultado de un rico mestizaje que aportará recursos a sus habitantes, riqueza cultural y diversidad, todo lo cual ha de ser gobernado por quienes creen en los beneficios del mestizaje, no por quienes hacen ascos de él.

L. de Guereñu Polán.
 

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